Why Do We Need to Be Born Again? Part 2/es
From Gospel Translations
1 Juan 1:1-10
Lo que existía desde el principio de todas las cosas, lo que oímos, lo que vimos con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos, eso es la Palabra de vida. 2 Porque la vida se ha manifestado, y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella. Por eso os proclamamos ahora la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó. 3 Lo que hemos visto y oído os anunciamos, para que fraternalmente unidos con nosotros podáis también participar de la verdadera comunión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Todo esto os escribimos para que vuestra alegría sea completa. 5 El mensaje que él nos comunicó y ahora os transmitimos es este: Dios es luz y en él no existen las tinieblas. 6 De modo que si decimos que tenemos comunión con él, pero seguimos andando por las tenebrosas sendas del pecado, mentimos. En ese caso no actuamos con verdad. 7 Pero si andamos en la luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no cometemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros. 9 Pero si confesamos a Dios nuestros pecados, podemos estar seguros de que él, que es absolutamente fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, estamos dejando a Dios por mentiroso y no retenemos su mensaje en nuestro corazón.
La semana pasada comenzamos nuestra respuesta a la pregunta ¿Por qué debemos nacer de nuevo? con la lectura de Efesios 2:4-5: "Sin embargo, Dios es tan rico en misericordia y nos ha amado tanto que, a pesar de estar ya muertos a causa de los pecados, nos dio nueva vida juntamente con Cristo (¡sólo por la gracia de Dios somos salvos!)". Y dije que “Dios nos dio nueva vida” significa, en esencia, lo mismo que nacer de nuevo. Y que las razones por la cuales lo necesitamos es que estamos muertos. “A pesar de estar ya muertos a causa de los pecados, nos dio nueva vida”. Esto es lo que nos hace falta, el milagro de la vida espiritual que se crea en nuestros corazones. La razón por la que lo necesitamos es que estamos espiritualmente muertos, o sea, que somos incapaces de sentir o entender la belleza y la valía de Cristo en sí mismo. Aquellos que no nacen de nuevo no pueden exclamar junto con Pablo: "Considero todo una pérdida por el valor insuperable de conocer a Jesucristo mi Señor".
A continuación comenzamos a analizar esta condición en la que nos encontramos, a la que llamamos muerte espiritual. Ya dije que iba a mencionar diez maneras diferentes de describir este estado con citas del Nuevo Testamento. La semana pasada vimos estas:
1. Estamos ya muertos a causa de los pecados (Efesios 2:5).
2. Nuestra naturaleza nos hace objeto de la ira de Dios (Efesios 2:3).
3. Amamos más las tinieblas que la luz (Juan 3:19-20).
4. Nuestros corazones son duros como una piedra (Ezequiel 36:26; Efesios 4:18).
5. No somos capaces de obedecer la ley de Dios o de agradarle (Romanos 8:7-8).
6. Somos incapaces de aceptar el evangelio (Efesios 4:18; 1 Corintios 2:14)).
7. No podemos acudir a Cristo o aceptarle como nuestro Señor (Juan 6:44, 65; 1 Corintios 12:3).
Nuestra condición lejos del nuevo nacimiento
Ahora vamos a ver las tres descripciones restantes de nuestra condición lejos del nuevo nacimiento.
8. Lejos del nuevo nacimiento somos esclavos del pecado (Romanos 6:17).
Pablo celebra nuestra liberación de la esclavitud al pecado dándole gracias a Dios por ella. En Romanos 6:17 nos dice: “Pero gracias a Dios que, si bien antes erais esclavos del pecado, ahora estáis obedeciendo de corazón las enseñanzas que habéis recibido”. Hubo un tiempo en que amamos tanto al pecado que no podíamos dejarlo o matarlo. Pero algo sucedió: el nuevo nacimiento tuvo lugar. Dios fue el causante de nuestra vida espiritual nueva, de la naturaleza nueva que odia el pecado y ama la justicia. Así Pablo le da las gracias a Dios y no al hombre por esta gran liberación: “Dad gracias a Dios porque vosotros, que una vez fuisteis esclavos del pecado, ahora obedecéis desde el corazón”. Hasta que Dios nos despierta de nuestra muerte espiritual y nos da una vida que se alegra de matar el pecado y de santificarse, somos esclavos y no nos podemos liberar. Por esta razón es necesario nacer de nuevo.
9. Lejos del nuevo nacimiento somos esclavos de Satán (Efesios 2:1-2; 2 Timoteo 2:24-26).
Esta es una de las consecuencias espantosas de la muerte espiritual, que sí responde al demonio. Está en perfecta sintonía con el diablo. Escuchad la manera en que Pablo describe nuestra muerte spiritual en Efesios 2:1-2: “Tiempo atrás, vosotros también estabais muertos a causa de vuestros delitos y pecados. En aquel entonces os dejabais arrastrar por las corrientes de este mundo, y obedecíais los dictados de ese príncipe que ejerce su poder en el aire y que actúa en el corazón de los que se rebelan contra el Señor. Dicho de otro modo, la marca de la persona sin regenerar es que sus deseos y elecciones “obedecen" a los dictados de ese príncipe que ejerce su poder en el aire. Los que no están regenerados se pueden burlar de la idea del diablo. Por supuesto, nada está tan de acuerdo con el padre de la mentira como la misma negación de su existencia.
Pero la esclavitud al demonio se menciona con mayor claridad en 2 Timoteo 2:24-26. Esto es un llamamiento para los ministros acerca de cómo liberar al pueblo de la esclavitud del diablo. “Un siervo del Señor no debe ser pendenciero, sino amable con todos y apto para instruir con paciencia a los demás. Corrige con sencillez a los que se oponen y contradicen; si les hablas con dulzura, con cortesía, quizá Dios les conceda que abandonen su error y lleguen al conocimiento de la verdad. Así podrán también escapar de los lazos con que el diablo, a su antojo, los tiene cautivos del pecado.
Cuando Pablo dice que: “quizá Dios les conceda que abandonen su error y lleguen al conocimiento de la verdad”, esto es lo que de hecho ocurre en al nacer de nuevo. Esta es la clave para liberar a la gente de la esclavitud al diablo. Dios les concede que abandonen su error, o sea, les despierta a la vida que es capaz de ver la fealdad y el peligro del pecado y la belleza y valía de Cristo, así como el carácter liberador de la verdad. Es como cuando alguien en la oscuridad acaricia un broche de marfil que cuelga de su cuello y cuando se enciende la luz espiritual se da cuenta de que no es un broche sino una cucaracha y la lanza a lo lejos. Así es como la gente se libera del demonio. Hasta que Dios hace el milagro del nuevo nacimiento, permanecemos esclavos del padre de la mentira porque nos gusta podernos creer cualquier cosa que nos complazca.
10. Lejos del nuevo nacimiento el bien no reside en mí (Romanos 7:18).
Esta es una afirmación ininteligible para los que están sin regenerar. Ellos saben perfectamente que hacen muchas cosas buenas y que podrían hacer muchas más cosas malas de las que llevan a cabo. Esta declaración, que el bien no está en nosotros antes de nacer de nuevo, no tiene sentido para ellos sin la convicción de que todo el bien que Dios ha hecho y mantiene se destruye si no se hace por de la gracia de Dios y para su gloria. Así, por supuesto, en este sentido la persona humana (el alma, la mente, el corazón, el cerebro, los ojos, las manos) y las estructuras sociales humanas (matrimonio, familia, gobierno, negocios) son todas buenas. Dios las creó, las organizó y las mantiene. Es correcto que existan.
Pero todas lo hacen por la gracia de Dios. Él nos ordena que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente (Mateo 22:37). Nos ordena que utilicemos todo lo que Él ha hecho, por de Su gracia y para mostrar Su valía (1 Pedro 4:11). Cuando la gente utilice lo que Dios ha creado independientemente de Su gracia y sin querer mostrar Su valor, están prostituyendo la creación de Dios. Hacen de ello un instrumento de la incredulidad y lo destruyen.
Cuando Pablo dice en Romanos 7:18: “Ya sé que en mí, en mi naturaleza pecaminosa, lo que no reside es precisamente el bien” esta es la razón por la que añade “en mi naturaleza pecaminosa”. Hay algo bueno en Pablo tras el nuevo nacimiento. La fe es buena. El Espíritu Santo es bueno. La nueva naturaleza espiritual es buena. Desarrollar la santidad es bueno. Pero en su naturaleza pecaminosa, o sea, la persona que él es por naturaleza lejos del nuevo nacimiento, no hay nada bueno. Todo lo bueno que se creó queda destruido al convertirse en el servidor de los intereses del hombre en lugar de los intereses de Dios.
Estas son las diez partes de nuestra condición lejos del nuevo nacimiento. Sin la regeneración, y utilizando las palabras de Pablo en Efesios 2:12, nos encontramos: “sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa; y por eso andabais perdidos en un mundo falto de esperanza y de Dios”. Esta es la razón por la que debemos nacer de nuevo. Sin ello nuestra condición no tiene remedio y no la podemos resolver con mejoras morales. El hombre muerto no puede mejorar. El hombre muerto necesita de una cosa en particular antes de que nada más pueda ocurrir. Necesita estar vivo. Debe nacer de nuevo.
La otra mitad de la pregunta
Hasta ahora sólo he formulado la mitad de la pregunta acerca del por qué. ¿Por qué es necesario nacer de nuevo? Pero en realidad tiene dos significados. Este es al que hemos respondido: ¿Por qué no tengo vida espiritual y por qué no puedo conseguirla por mí mismo? Ya hemos contestado que somos rebeldes, egoístas, exigentes, duros y nos resistimos a los asuntos espirituales y somos incapaces de ver la belleza y la valía de Cristo, por tanto no podemos acudir a Él a por la vida. Por ello necesitamos el trabajo sobrenatural de Dios para que nos dé la vida. Necesitamos nacer de nuevo. Esta es la primera manera de contestar a la pregunta ¿Por qué es necesario nacer de nuevo?
Pero existe también otra. La pregunta también se refiere a: ¿Para qué necesitáis nacer de nuevo? ¿Qué cosa os proporciona que os hace falta? ¿Qué es lo que no tenéis sin ello? La primera parte mira hacia el pasado y reflexiona sobre cuál es nuestra condición, que hace necesario el nacer de nuevo. La segunda manera de formular la pregunta mira hacia el futuro y pregunta lo que es necesario que suceda y sólo el nacer de nuevo puede proporcionar. Esto es lo que vamos a ver ahora.
¿Qué es lo que no tenemos si no nacemos de nuevo?
¿Por qué necesitamos una vida espiritual nueva en conexión con Jesús? Una respuesta sería: porque estamos muertos. La otra: Porque sin esa vida no podríamos . . . ¿qué? Esto es lo que nos preguntamos ahora. ¿Qué es lo que no tenemos si no nacemos de nuevo?
Hoy intentaré responder a esto de manera resumida y la semana que viene lo explicaré más detenidamente y de manera más práctica. La próxima semana es el domingo antes de Navidad y he pensado utilizar la lectura de 1 Juan 3:8b: “Pero el Hijo de Dios vino a destruir las obras del diablo”. O sea, el motivo de la encarnación, de la Navidad, es destruir las obras del demonio. En ese contexto veréis la conexión entre la encarnación y la regeneración, o entre el nacer de nuevo y el nacimiento de Jesús.
El reino de los cielos
Permitidme que os dé hoy un resumen de la respuesta: ¿Qué es lo que no tenemos si no nacemos de nuevo? La respuesta de Jesús es sencilla, radical y devastadora. "Con toda certeza te digo que quien no nazca de nuevo no podrá ver el reino de Dios".
Si no nacemos de nuevo no veremos el reino de Dios. O sea, no iremos al cielo. Moriremos eternamente. ¿Qué es lo que no tenemos si no nacemos de nuevo? No tendremos nada bueno. Sólo sufrimiento eterno.
Pero es importante ver por qué ocurre esto. Necesitamos analizar cómo Dios nos salva a través del nuevo nacimiento, cómo nos hace llegar al reino. Necesitamos ver la conexión entre el nacer de nuevo y lo que Dios ha hecho para salvarnos mediante la muerte y resurrección de Jesús. Así que os voy a dar cinco respuestas que se interrelacionan, primero a modo de negación y, para concluir, de manera afirmativa. ¿Qué es lo que no tenemos si no nacemos de nuevo? Aquí tenemos un resumen:
1. Sin el nuevo nacimiento no tendremos fe para salvarnos sino sólo incredulidad (Juan 1:11-13; 1 Juan 5:1; Efesios 2:8-9; Filipenses 1:29; 1 Timoteo 1:14; 2 Timoteo 1:3).
2. Sin el nuevo nacimiento no tendremos justificación sino que tan sólo nos condenaremos (Romanos 8:1; 2 Corintios 5:21; Gálatas 2:17; Filipenses 3:9).
3. Sin el nuevo nacimiento no seremos hijos de Dios sino hijos del diablo (1 Juan 3:9-10).
4. Sin el nuevo nacimiento no podemos llevar con nosotros el fruto del Espíritu Santo sino sólo el fruto de la muerte (Romanos 6:20-21; 7:4-6; 15:16; 1 Corintios 1:2; 2 Corintios 5:17; Efesios 2:10; Gálatas 5:6; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 1:2; 1 Juan 3:14).
5. Sin el nuevo nacimiento no tendremos la felicidad eterna en la comunión con Dios sino el sufrimiento eterno con el demonio y sus ángeles (Mateo 25:41; Juan 3:3; Romanos 6:23; Apocalipsis 2:11; 20:15).
Para conocernos a nosotros mismo y para conocer la grandeza de Cristo y de nuestra salvación, debemos saber como el nuevo nacimiento está relacionado con estos cinco aspectos. Esto es lo que haremos en la próxima sesión. Pero permitidme concluir nombrándolas una vez más, esta vez de manera afirmativa y con la palabra de Dios.
1. Cuando Dios nos hace nacer de nuevo, se despierta la fe salvadora y nos reunimos con Cristo. 1 Juan 5:1: “Todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios”. No dice “nacerá” de Dios, sino “ha nacido” de Dios. Nuestra primera fe es un destello de la vida tras el nuevo nacimiento.
2. Cuando al nacer de nuevo se despierta la fe y nos unimos a Cristo, estamos justificados, o sea, se nos considera justos, a través de esta fe. Romanos 5:1: “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. El nuevo nacimiento despierta la fe, y la fe sigue el ejemplo de Cristo para ser justos y Dios nos acredita esta justicia sólo por Cristo y sólo a través de la fe.
3. Cuando el nuevo nacimiento despierta la fe y nos une a Cristo, se eliminan todas las dificultades legales para nuestra aceptación por Dios mediante la justificación. Y así Dios nos acepta en su familia y nos concede la forma de su Hijo. Juan 1:12: “Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su nombre, les concedió el privilegio de poder ser hechos hijos de Dios. En ellos tuvo lugar un nuevo nacimiento, no como resultado de la voluntad humana de engendrar hijos según nuestra naturaleza de carne y sangre, sino de la voluntad de Dios”. Nacemos de nuevo por Dios, no por la voluntad humana, y creemos en Cristo, lo recibimos y Dios nos convierte en sus herederos legítimos y sus hijos espirituales.
4. Cuando el nuevo nacimiento despierta la fe y nos reunimos con Cristo, y toda nuestra condena se sustituye por la justificación, y el Espíritu de la adopción habita en nuestras vidas, Él produce el fruto del amor. Gálatas 5:6: “Los que hemos recibido en Cristo la promesa de la vida eterna, no hemos de preocuparnos de si estamos o no circuncidados. Lo que a nosotros nos importa es la fe que actúa por medio del amor”. 1 Juan 3:14: “Nosotros, por el hecho de amar a los hermanos, sabemos que somos librados de la muerte, que hemos pasado de la muerte a la vida”. Donde se produce el nuevo nacimiento, existe el amor.
5. Finalmente, cuando el nuevo nacimiento despierta la fe y nos une a Cristo, y nuestra rectitud libera el poder santificador del Espíritu Santo, nos encontramos en la recta final que nos lleva hasta el cielo. Y la cumbre de las alegrías del cielo será la comunión con Dios. “En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado a este mundo”. (Juan 17:13). La cima de la alegría de nuestra nueva vida el Dios mismo.
"Con toda certeza te digo que quien no nazca de nuevo no podrá ver el reino de Dios. . . . No te sorprendas porque yo te haya dicho que os es necesario nacer de nuevo”.(Juan 3:3, 7).