Thoughts for Young Men/General Counsels to Young Men/es
From Gospel Translations
En tercer lugar, deseo dar algunos consejos generales a los jóvenes.
1. Trata de adquirir una visión clara de la maldad del pecado.
Joven, si supieras qué es el pecado, y lo que el pecado ha hecho, no pensarías que la manera como te exhorto es extraña. No lo ves como verdaderamente es, tus ojos están naturalmente ciegos a su culpa y peligro, y por lo tanto no entiendes por qué insisto tanto con-tigo. ¡Oh, no dejes que el diablo consiga persuadirte que el pecado es algo sin importancia!
Piensa por un momento lo que la Biblia dice acerca del pecado: cómo mora naturalmente en el corazón de todo hombre y mujer ( Eclesiastés 7:20 y Romanos 3:23), cómo contamina nuestros pensamientos, palabras y acciones, y lo hace continuamente (Génesis 6:5; Mateo 15:19), cómo nos hace culpables a todos y abominables a los ojos de un Dios santo (Isaías 64:6; Habacuc 1:13), cómo nos deja totalmente sin esperanza de salvación, si tratamos de hacerlo por nuestra propia cuenta (Salmo 143:2; Romanos 3:20), cómo el fruto en este mundo es la vergüenza, y su paga en el mundo venidero es la muerte (Romanos 6:21, 23). Piensa calmadamente en todo esto. Te digo este día, no es más triste estar muriendo de tuberculosis y no saberlo, que ser un hombre vivo, y no saberlo.
Piensa qué terrible cambio ha obrado el pecado en la naturaleza de todos nosotros. El hombre ya no es lo que era cuando Dios lo formó del polvo de la tierra. Salió de la mano del Dios recto y sin pecado (Eclesiastés 7:29). En el día de su creación, como todo lo demás, “era bueno” (Génesis 1:31). ¿Y que es el hombre hoy? Una criatura caída, en ruina, un ser que muestra las marcas de corrup-ción por todos lados, con su corazón como el de Nabucodonosor, degradado y mundano, mirando hacia abajo y no hacia arriba, sus afectos como una casa desordenada, sin señor, llena de extravagancia y confusión, su entendimiento como una lámpara que se ha aflo-jado de su casquillo, impotente para guiar, sin distinguir el bien del mal, su voluntad como un barco sin timón, llevado de aquí y para allá por toda suerte de deseos, y constante únicamente en escoger cualquier camino menos el de Dios. ¡Ay, qué ruina es el hombre, comparado a lo que hubiera podido ser! Muy bien entenderemos comparaciones como ceguedad, sordera, enfermedad, sueño, muerte, cuando el Espíritu nos muestra lo que es el hombre. Y, recuerda, el hombre es como es, porque el pecado lo hizo así.
Piensa también, lo que costó la expiación del pecado y proveer un perdón para los pecadores. El Hijo de Dios tuvo que venir al mundo y tomar nuestra naturaleza, para poder pagar el precio de nuestra redención y librarnos de la maldición de una ley quebrantada. Aquel que era en el principio con el Padre, y por quien todas las cosas fueron hechas, debía sufrir por el pecado, el Justo por el injusto debía morir la muerte del malhechor, antes de que cualquier camino al cielo pudiera ser abierto a cualquier alma. Mira al Señor Jesu-cristo rechazado y despreciado de los hombres, azotado, injuriado e insultado; obsérvalo sangrando en la Cruz del Calvario; oye su grito de agonía, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Fíjate cómo el sol se oscureció, y las rocas se partieron al ver-lo; y luego considera, joven, cuánta es la maldad y la culpabilidad del pecado.
También piensa en lo que ha hecho el pecado ya sobre la tierra. Piensa en cómo echó del Edén a Adán y Eva, fue el motivo del diluvio que arrasó con el mundo de la antigüedad, causó que descendiera fuego sobre Sodoma y Gomorra, ahogó las huestes del fa-raón en el Mar Rojo, destruyó las siete naciones malvadas de Canaán y esparció las doce tribus de Israel sobre toda la faz de la tierra. El pecado solo causó todo esto.
Piensa, además, en todo el sufrimiento y el dolor que el pecado ha causado, y sigue causando hasta el día de hoy. Dolor, enfer-medades y muertes, contiendas, pleitos y divisiones, envidia, celos y malicia, engaños, fraudes y estafas, violencia, opresión y robos, egoísmo, crueldad e ingratitud; todos estos son frutos del pecado. El pecado es el padre de todos ellos. El pecado es lo que ha amarga-do y echado a perder el rostro de la creación de Dios.
Joven, considera estas cosas, y te darás cuenta por qué predicamos como lo hacemos. De seguro que sin tan sólo pensaras en ellas, romperías con el pecado para siempre, ¿Jugarías con veneno? ¿Bromearías con el infierno? ¿Tomarías una braza encendida en tus manos? ¿Protegerías a tu enemigo mortal en tu seno? ¿Seguirías viviendo como si no te importara para nada si tus pecados son perdo-nados o no, o si el pecado tiene dominio sobre ti, o tú sobre el pecado? ¡Por favor, despierta y siente la pecaminosidad del pecado y su peligro! Recuerda las palabras de Salomón “Los necios,” nadie más que los necios “se mofan del pecado” (Proverbios 14:9).
Escucha, pues, lo que te pido este día: Ora a Dios pidiéndole que te enseñe la verdadera maldad del pecado. Si quieres salvar tu alma, levántate y ora.
2. Además, ocúpate de conocer a nuestro Señor Jesucristo.
Esto, ciertamente, es lo principal en la religión. Esta es la piedra angular de la cristiandad. Hasta que lo conozcas, mis adverten-cias y consejos serán inútiles, y tus esfuerzos, cualesquiera que sean, serán en vano. Un reloj sin el muelle mayor es inservible tal co-mo lo es una religión sin Cristo.
Pero no me mal entiendas. No es meramente conocer el nombre de Cristo a lo que me refiero, es conocer su misericordia, gracia, y poder; es conocerle a él no sólo por el oír sino por la experiencia de tu corazón. Quiero que lo conozcas por fe; quiero que, como dice Pablo, conozcas “el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10). Quiero que puedas decir de él, él es mi paz y mi fuerza, mi vida y mi consolación, mi Médico y mi Pastor, mi Sal-vador y mi Dios.
¿Por qué subrayo tanto esto? Lo hago porque sólo en Cristo habita “toda plenitud” (Colosenses 1:19), porque sólo en él hay pro-visión plena de todo lo que requerimos para satisfacer las necesidades de nuestra alma. Nosotros solos somos todos pobres, criaturas vacías, vacías de justicia y paz, vacías de fuerzas y consuelo, vacías de valentía y paciencia, vacías del poder para ponernos en pie y seguir adelante, o de progresar en este mundo malo. Es sólo en Cristo que podemos encontrar gracia, paz, sabiduría, rectitud, santifi-cación, y redención. Es sólo en la proporción que vivimos en él que podemos llegar a ser cristianos fuertes. Sólo cuando el yo no es nada y Cristo es el todo de nuestra confianza, lograremos grandes realizaciones. Sólo entonces estaremos armados para la batalla de la vida, y vencerla. Sólo entonces estaremos armados para la jornada cotidiana, y saldremos adelantes. Vivir en Cristo, valernos total-mente de Cristo, hacer todo en la fuerza de Cristo, mirar constantemente a Cristo, éste es el verdadero secreto de la prosperidad espiri-tual. Dice Pablo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Joven, te presento hoy a Cristo Jesús como el tesoro de tu alma; y te invito a que empieces por acudir a él si quieres correr para llegar a la meta. Deja que este sea tu primer paso: acudir a Cristo. ¿Quieres consultar a tus amigos? Él es el mejor amigo: “Y amigo hay mas unido que un hermano”(Proverbios 18:24). ¿Te sientes indigno por tus pecados? No temas: Su sangre limpia todo pecado. Dice el Señor: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, ven-drán a ser como blanca lana”(Isaías 1:18). ¿Te sientes débil y sin poder para seguirle? No temas: Él te dará el poder para ser hijo de Dios. Él te dará el Santo Espíritu que morará en ti, y te sellará pare sí. Te dará un corazón nuevo, pondrá dentro de ti un nuevo espíri-tu. ¿Estás perturbado o abrumado con males extraños? No temas. No hay espíritu malo que Jesús no pueda echar fuera, no hay enfer-medad del alma que no pueda sanar. ¿Tienes dudas o temores? Échalas fuera: “Venid a mí,” dice, “al que a mí viene, no le echo fuera”. Él conoce bien el corazón de cada joven. Conoce tus problemas y tus tentaciones, tus dificultades y tus adversidades. En los días de su carne, Jesús fue como tú, un joven de Nazaret. Conoce por experiencia la mente del joven. Él puede sentir tus males, pues él también sufrió, siendo tentado. Ciertamente no tienes excusa si huyes de un Salvador y Amigo como este.
Escucha el pedido que te hago este día: Si amas la vida, ocúpate de conocer a Cristo Jesús.
3. Nunca olvides que nada es tan importante como tu alma.
Tu alma es eterna. Vivirá para siempre. El mundo y todo lo que hay en él pasarán; no obstante lo firme, sólido, hermoso, tan bien ordenado que es, el mundo llegará a su final. “Y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 Pedro 3:10). Las obras de los estadistas, escritores, pintores, arquitectos duran poco. Tu alma las sobrevivirá a todas. La voz del ángel proclamará un día cuando “el tiempo no sería más” (Apocalipsis 10:6), pero eso jamás se dirá de tu alma.
Intenta, te ruego, comprender que tu alma es lo único por lo cual vale la pena vivir. Es la parte de ti que siempre debes considerar primero. Ningún lugar, ningún empleo es bueno para ti si lastima el alma. No amigo, ningún compañero merece tu confianza si toma a la ligera las preocupaciones de tu alma. El hombre que daña tu persona, tu propiedad, tu carácter, te hace sólo daño temporal. El ene-migo verdadero es el que obra para dañar el alma.
Piensa por un momento por qué fuiste enviado al mundo. No sólo para comer y beber, ni para entregarte a los deseos de la carne, ni sólo para vestir tu cuerpo y darte gustos, sin importar a dónde te lleven, no sólo para trabajar, dormir, reír, hablar, divertirte, y no pensar en ninguna otra cosa más que el presente. ¡No! Fuiste creado para algo más alto y mejor que esto. Fuiste puesto para capacitar-te para la eternidad. Tu cuerpo sólo tiene la intención de ser la casa para tu espíritu inmortal. Hacer que tu alma sea el siervo de tu cuerpo es una afrenta a Dios como muchos la hacen, en lugar de hacer que el cuerpo sea el servidor del alma como es el propósito de Dios. Nuestro catecismo empieza con una pregunta y una respuesta: “¿Cuál es el fin principal del hombre?” “Glorificar a Dios y dis-frutar plenamente de él para siempre”.
Joven, Dios no hace acepción de personas. No le importa si tienes la mejor ropa, bienes, rango o posición. El no ve con los ojos del hombre. El santo más pobre que haya muerto en un asilo de pobres es más noble en sus ojos que el hombre rico y pecador que haya muerto en un palacio. Dios no ve riquezas, títulos, educación, belleza, ni ninguna cosa semejante. Lo único que Dios ve es el alma inmortal. Mide a cada uno de acuerdo con una sola norma, una medida, una prueba, un criterio que es: el estado de su alma.
No te olvides esto. Piensa a la mañana, al mediodía y a la noche en los intereses de tu alma. Levántate cada día deseando hacer lo bueno. Acuéstate cada noche preguntándote si lo lograste. Recuerda a Zeuxis, el ilustre pintor del mundo antiguo. Cuando le pregun-taban por qué trabajaba tan intensamente y se esforzaba hasta la exageración para hacer cada cuadro, simplemente contestaba: “Pinto para la eternidad”. No te dé vergüenza ser como él. Pon el alma inmortal delante de los ojos de tu mente y cuando te pregunten por qué vives así, contéstales en el mismo espíritu de él: “Vivo para mi alma”. Créeme, el día viene pronto cuando el alma será lo único en que el hombre pensará, y la única pregunta importante será: “Mi alma ¿está perdida o salva?”
4. Recuerda que es posible ser joven y servir a Dios.
Me temo que los lazos de Satán te acechan especialmente porque eres joven. Temo que llene tu mente con la idea equivocada de que es imposible ser un verdadero cristiano en la juventud. He visto a muchos caer en este engaño. He escuchado decir: “Usted espera demasiado cuando exige que el joven sea tan religioso. La juventud no es la etapa para tomar la vida tan en serio. Nuestros deseos son fuertes y nunca ha sido la intención que los reprimamos como usted quiere que lo hagamos. La intención de Dios es que los disfrute-mos. Más adelante habrá tiempo para la religión”. Y este tipo de razonamiento encuentra apoyo en el mundo. El mundo está listo para encogerse de hombros ante los pecados juveniles. El mundo parece pensar que es natural que los jóvenes disfruten su juventud. Da por sentado que la gente joven no es religiosa, y que no es posible que sigan a Cristo.
Joven, te hago esta simple pregunta: ¿Dónde en la Palabra de Dios dice semejante cosa? ¿Dónde está el capítulo o el versículo de la Biblia que apoye este razonamiento del mundo? ¿Acaso no habla la Biblia a jóvenes y ancianos por igual? ¿No es pecado, el pecado cometido ya sea a los veinticinco años o a los cincuenta? ¿A quién se le podría ocurrir la excusa tonta el Día del Juicio: “Sé que pequé, pero en aquel entonces yo era joven”? Muestra tu sentido común, te lo ruego, y déjate de excusas vanas. Tú eres responsable ante Dios, y tienes que rendirle cuentas de tu conducta desde el momento mismo que pudiste discernir entre el bien y el mal.
Sé bien que hay muchas dificultades en el camino del joven, lo admito completamente. Pero siempre hay dificultades en el cami-no de hacer el bien. La senda al cielo siempre es estrecha, seamos jóvenes o viejos. Hay dificultades, pero Dios te dará gracia para vencerlas. Dios no es un amo enérgico. El no hará como el faraón que exigía que los esclavos hicieran ladrillos con paja sin haber pa-ja. El se encargará de que el camino del deber nunca sea imposible. Nunca dio mandamientos al ser humano sin darle el poder para cumplirlos.
Hay dificultades, pero muchos hombres jóvenes las vencieron, y tú también debes vencerlas. Moisés fue un joven con pasiones como las tuyas, pero veamos lo que las Escrituras dicen de él: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija del Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Hebreos 11:24-26). Da-niel era joven cuando empezó a servir a Dios en Babilonia donde estaba rodeado de tentaciones de todo tipo. Tenia pocos de su lado y muchos en contra. Sin embargo la vida de Daniel fue tan pura y consecuente que aun sus enemigos no pudieron hallar culpa en él, excepto “en relación con la ley de su Dios” (Daniel 6:5). Y estos no son casos solitarios. Hay una nube de testigos que podría nom-brar. Pero me falta el tiempo para contarte del joven Isaac, el joven José, el joven Josué, el joven Samuel, el joven David, el joven Salomón, el joven Abisai, el joven Abdías, el joven Josías y el joven Timoteo. Estos no fueron ángeles sino hombres con corazones como el tuyo. Ellos también enfrentaron obstáculos con los cuales tuvieron que luchar, deseos que controlar, tentaciones que sufrir, responsabilidades difíciles de cumplir, como cualquier joven. Pero siendo lo jóvenes que eran, a todos les fue posible servir a Dios. ¿Acaso no se levantarán en juicio y te condenarán si persistes en decir que es imposible hacerlo?
Joven, esfuérzate por servir a Dios. Resiste al diablo cuando susurra diciendo que es imposible. Inténtalo, y el Señor Dios de las promesas te dará fuerzas en tus intentos. A él le encanta ir al encuentro de los que se esfuerzan por acercarse a él. Él se acercará a ti y te dará el poder que sientes que necesitas. Sé como el hombre que el Peregrino, en el libro de Bunyan, vio en la casa del Intérprete, sé claro al decir, “Asienta mi nombre”. Las siguientes palabras de nuestro Señor son verdad, aunque frecuentemente las oigo repetidas por los duros de corazón: “Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7). Las dificultades que parecen montañas se derretirán como la nieve en la primavera. Los obstáculos que parecían gigantes en la distancia se achicarán hasta conver-tirse en nada cuando los encares. Verás que el león que temías en el camino resultará estar encadenado. Si los hombres creyesen más en las promesas, nunca le tendrían miedo a lo que tienen que enfrentar. Pero recuerda mi pequeño consejo, y cuando Satanás diga: “No puedes ser cristiano mientras eres joven,” contéstale, “Vete, Satanás; con la ayuda de Dios lo intentaré”.
5. Determina que la Biblia será tu guía y consejera toda tu vida.
La Biblia es la providencia misericordiosa de Dios para el alma del pecador, el mapa que tiene que usar para elegir el rumbo de su vida si quiere alcanzar la vida eterna. Contiene una abundancia de todo lo que necesitamos saber para tener paz, santidad y felicidad. El joven que quiera empezar su vida bien, escuche lo que dijo David: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Salmo 119:9).
Joven, te encomiendo que te acostumbres a leer la Biblia, y no dejes esa costumbre. No dejes que la risa de los compañeros, ni las costumbres malas de la familia con que vives, te impida hacerlo. Determina no sólo que tendrás una Biblia, sino que también te toma-rás el tiempo para leerla. No dejes que nadie te persuada que es sólo un libro para los ancianos y las ancianas de la escuela dominical. Es el libro del cual el rey David obtuvo sabiduría y entendimiento. Es el libro que el joven Timoteo conoció desde su niñez. Nunca te dé vergüenza leerla. No menosprecies la palabra (Proverbios 13:13).
Léela con un espíritu de oración para que la gracia del Espíritu te haga entenderla. El obispo Beveridge dice bien: “Sería más fácil que uno leyera las letras de las Escritura sin ojos, que entender sin su gracia el espíritu de esas letras”.
Léela reverentemente, como la Palabra de Dios, y no la del hombre, creyendo implícitamente que lo que aprueba es correcto, y lo que condena es malo. Puedes estar seguro de que cualquier doctrina que no pasa la prueba de las Escrituras es falsa. Esto te ayudará a no ser llevado de aquí para allá por las peligrosas opiniones de estos últimos días. Puedes estar muy seguro de que cualquier práctica en tu vida que es contraria a las Escrituras, es pecaminosa y debes renunciar a ella. Esto contestará muchas preguntas de tu conciencia y aclarará muchas de tus dudas. Recuerda con qué actitud tan diferente leían dos reyes de Judá la Palabra de Dios: El rey Joacim orde-nó que se la leyeran y en cuanto le habían “leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero” (Jeremías 36:23). ¿Y por qué? Porque su corazón se rebeló contra ella, y estaba resuelto a no obedecer-la. El rey Josías la leyó, y al momento rasgó sus vestidos y clamó al Señor (2 Crónicas 34:19). ¿Y por qué? Porque su corazón fue dócil y obediente. Estaba listo para hacer cualquier cosa que la Palabra de Dios le mostrara que debía hacer. ¡Ojalá hagas lo que hizo Josías y no lo que hizo Joacim!
Y léela regularmente. Esta es la única forma de hacerte “fuerte en las Escrituras”. Un vistazo aquí y allá en la Biblia de cuando en cuando muy poco bien hace. De esa manera nunca te familiarizarás con los tesoros que se encuentran en ella, ni tampoco sentirás la espada del Espíritu en tu mano en la hora de conflicto. Pero si llenas tu mente con las Escrituras, como resultado de leerlas diligente-mente, muy pronto descubrirás su valor y su poder. Pensarás en los versículos apropiados en el momento de tentación. Los manda-mientos te vendrán a la mente en temporadas de dudas. Recordarás las promesas en tiempos de desaliento. Y experimentarás de este modo la verdad de las palabras de David: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:11), y las de Salomón: “Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán contigo cuando despiertes” (Proverbios 6:22).
Me detengo más en estas cosas porque en esta época se lee mucho. Se publican muchos libros, aunque muy pocos de ellos son realmente provechosos. Parece haber una pasión por la literatura barata. Abundan los periódicos de todo tipo, y el tono de algunos de los de mayor circulación muestra el mal gusto de esta época. En medio del peligroso diluvio de lecturas peligrosas, yo defiendo el libro de mi Señor, y te insto a no olvidar el libro del alma. No dejes que los periódicos, las novelas y las lecturas románticas dominen tus horas de lecturas mientras los profetas y apóstoles yacen olvidados. No dejes que lo excitante y licencioso acapare tu atención, mientras que lo que edifica y santifica no encuentra lugar en tu mente.
Joven, da a la Biblia el honor debido cada día de tu vida. Y sea lo que fuere que lees, lee la Biblia primero. También ten cuidado de los malos libros. Hay muchos en la actualidad. Cuidado con lo que lees. Sospecho que de esta manera las almas sufren más daño de lo que se imagina posible la gente. Adjudícale un valor a los libros según la proporción en que coinciden con las Escrituras. Los que más coinciden con ella son los mejores, y los que menos coinciden con ella, y son contrarios a ella, son los peores.
6. Nunca te hagas muy amigo de alguien que no es amigo de Dios.
Entiéndeme, no estoy hablando de conocidos. No estoy diciendo que no debes tener nada que ver con alguien que no es un verda-dero cristiano. Tomar tal postura no es posible ni deseable en este mundo. Ser cristiano no requiere que nadie sea descortés.
Pero sí te aconsejo que tengas mucho cuidado cómo escoges tus amigos. No brindes tu amistad a alguien sólo porque es inteligen-te, agradable, de buena casta, popular y bondadoso. Todas estas cosas serán muy buenas, pero no lo es todo. Nunca te satisfagas con la amistad de alguien que no es útil a tu alma.
Créeme, no subestimes la importancia de este consejo. Es imposible decir los daños causados por andar con compañeros y amigos inconversos. El diablo tiene pocas cosas mejores que esto para arruinar el alma del hombre. Dale esta ayuda, y le importará muy poco qué otra armadura tienes para protegerte contra él. Satanás sabe muy bien que tu buena educación, tu buena moralidad, los sermones, los libros, tu hogar cristiano, las cartas de tus padres, de poco te valdrán si te juntas con amigos inconversos. Puede que resistas mu-chas tentaciones directas, que no caigas en trampas comunes, pero empieza a andar con malas compañías, y con esto, él quedará satis-fecho. 2 Samuel 13 contiene la horrible y malvada conducta del príncipe Amnón con Tamar, y encontramos al principio del relato estas palabras: “Y Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab… hombre muy astuto” (2 Samuel 13:3).
Recuerda que todos somos criaturas que imitamos: el precepto podrá enseñarnos, pero es el ejemplo lo que seguimos. Esto se aplica a todos nosotros. Siempre estamos dispuestos a adoptar los modos o las costumbres de aquellos con quienes vivimos, y cuanto más los queremos, más dispuestos estamos. Sin que nos demos cuenta, influyen sobre nuestros gustos y opiniones. Gradualmente abandonamos lo que a ellos no les gusta y adoptamos lo que a ellos les gusta, para quedar bien con ellos. Y lo peor de todo es que adoptamos sus malas costumbres mucho más pronto que sus costumbres buenas y sanas. La salud, desgraciadamente, no es contagio-sa, pero muchas enfermedades lo son. Es mucho más fácil contagiarnos un resfrío que contagiarle a otro felicidad. Y de la misma ma-nera, es más fácil debilitar la fe de alguno con nuestra actitud que hacerla crecer.
Joven, te pido que atiendas mi consejo. Antes de dejar que alguien sea tu constante compañero, antes de que te acostumbres a contarle todo, a recurrir a él con todos tus problemas y todas tus alegrías, piensa en lo que he estado diciendo. Y pregúntate: “¿Será ésta una amistad provechosa para mí o no?”
“No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33). Quisiera que este texto estuviera es-crito en tu corazón con la misma claridad con que está escrita en la Biblia.. Los buenos amigos son una de nuestras más grande bendi-ciones. Pueden impedirnos que caigamos en muchos males, impulsarnos en nuestro curso, dar un consejo en el momento preciso, impulsarnos hacia arriba y adelante. Pero un mal amigo es positivamente una mala influencia, un peso que continuamente nos jala hacia abajo, y nos encadena a este mundo. Frecuenta la compañía de alguien que no es del Señor, y lo más probable es que terminarás como él. Esa es la consecuencia general de tales amistades. Los buenos descienden al nivel de los malos, pero los malos no suben al nivel de los buenos. Aun una piedra se rompe con un continuo goteo de agua. El conocido proverbio dice la verdad: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Enfatizo mucho este punto porque tiene que ver, más de lo que parece a primera vista, con tus perspectivas en la vida. Si te casas, es más probable que escojas una mujer entre las conocidas por los amigos con quienes andas. Si Jeroboam, hijo de Josafat, no hubiera entablado una amistad con la familia de Acab, lo más seguro es que no se hubiera casado con la hija de Acab. ¿Y quien puede estimar la importancia de escoger correctamente nuestra pareja matrimonial? Es un paso que según un dicho antiguo: “O hace al hombre o lo deshace”. Tu felicidad en esta vida y la siguiente puede depender de ello. Tu esposa ayuda a tu alma o la daña: no hay una opción in-termedia. Avivará la llama de la religión en tu corazón, o aventará agua helada en esa llama y la apagará. Ella será alas o cadenas, las riendas o las espuelas a tu cristiandad, según sea su carácter. Aquel que encuentra una buena esposa “encuentra verdaderamente cosa buena,” pero si quieres encontrar una buena, ten cuidado cómo escoges tus amigos.
¿Me preguntas qué clase de amigos debes escoger? Escoge amigos que beneficien tu alma, amigos que realmente puedas respetar, amigos que quisieras tener junto a ti en tu lecho de muerte, amigos que viven la Biblia y no tienen miedo de hablar de ella contigo, amigos de los cuales no te avergonzarás cuando venga Cristo, y llegue el Día del Juicio. Sigue el ejemplo que el salmista te muestra cuando dice: “Compañero soy yo de todos los que te temen y guardan tus mandamientos” (Salmo 119:63). Y recuerda las palabras de Salomón: “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado” (Proverbios 13:20). Dalo por hecho que andar en malas compañías en tu vida ahora es la manera segura de conseguir peores compañías en la vida venidera.
Preguntas de estudio
Trata de adquirir una visión clara de la maldad del pecado
1. De la lista de lo que la Biblia dice acerca del pecado, ¿cuál punto se destaca como extremadamente importante? ¿Por qué?
2. ¿Qué “terrible cambio” ha obrado el pecado en nuestra naturaleza?
3. ¿Cuál fue el costo de la expiación del pecado?
4. Da un resumen de lo que el pecado ha hecho en la tierra.
5. ¿Y tú? a. ¿Coincides en que el pecado es la causa de tal sufrimiento y dolor? ¿Por qué?
b. Si el pecado es la causa, ¿cuál es la única respuesta realista al pecado?
Ocúpate de conocer al Señor Jesucristo
6. El autor dice que lo principal en la religión no es meramente conocer el nombre de Cristo. En cambio, ¿qué es lo prin-cipal?
7. ¿Por qué el autor subraya tanto esto?
8. ¿Cuáles son algunas de las razones algunos pueden dar para no acudir a Cristo? ¿Cuál es la respuesta de la Biblia a cada una?
Nunca olvides que nada es tan importante como tu alma
9. ¿Por qué no hay nada tan importante como tu alma?
10. ¿Para qué fuiste enviado al mundo?
11. ¿Cuál es el fin principal del hombre?
12. ¿Qué es lo único que Dios ve cuando mira al hombre?
13. ¿Y tú? ¿Cuál es la condición de tu alma?
Recuerda que es posible ser joven y servir a Dios
14.a. ¿Por qué piensan algunos que no es posible ser joven y también servir a Dios?
b. ¿Apoya la Biblia ese concepto? (Si te parece que sí, cita por favor capítulo y versículo.)
15. ¿Cuál es el punto clave de 1 Corintios 10:13?
16.a. Haz una lista de los jóvenes mencionados en la Biblia que nos sirven de ejemplo.
b. Por favor comprométete a estudiar acerca de uno de ellos. ¿Cuál escogiste?
17. ¿Qué debes decirle a Satanás la próxima vez que diga: “No puedes ser cristiano mientras seas joven”?
Determina que la Biblia será tu guía y consejera
18. ¿Cuál es el punto clave de cada uno de los siguientes pasajes?
a. Salmo 119:9
b. Proverbios 13:13
19. El autor nos aconseja leer la Palabra de tres maneras. Describe brevemente por qué cada una es importante. a. Léela la con espíritu de oración
b. Léela reverentemente
c. Léela regularmente
Nunca te hagas muy amigo de alguien que no es amigo de Dios
20. ¿De qué maneras nos dañan las amistades inconversas?
21. ¿Cómo es que los buenos amigos “son una de nuestras más grandes bendiciones”?
22. ¿Qué tipos de amigos debes elegir?