How Can I Change?/Appendix B: The Old Man and the Flesh/es
From Gospel Translations
Algunos de los términos que usa el apóstol Pablo para hablar de la relación del creyente con el pecado pueden causar confusión. Me refiero a términos como “viejo hombre”, “nuevo hombre”, “cuerpo pecaminoso”, “carne”, y otros. Éstos pueden ser difíciles de entender. Añade a esto las variaciones que los traductores modernos han dado a estas palabras y el tema puede amedrentarnos.
Sabemos que ha ocurrido un profundo cambio en la vida del creyente por medio de la conversión, pero ¿exactamente cómo es que el creyente cambió?
Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado: porque el que muere queda liberado del pecado. (Ro 6:6-7).
Comencemos tratando de definir nuestros términos. “Viejo hombre” (como se traduce en la Versión Reina Valera Revisada, 1960) equivale a la “vieja naturaleza”. Este término se refiere a la vida no regenerada que llevábamos antes de convertirnos. Como ha escrito John R.W. Stott, la vieja naturaleza “denota, no nuestra vieja naturaleza no regenerada [la carne], sino nuestra vieja vida no regenerada. No mi ser más bajo, sino mi antiguo ser. De modo que lo que fue crucificado con Cristo no fue una parte de mí llamada mi “vieja naturaleza”, sino todo mi ser tal como era antes de ser convertido”.[1] La definición de John Murray concurre: “‘Hombre viejo’ es una designación de la persona en su unidad según está dominada por la carne y el pecado”.[2]
Es importante que veamos que el creyente no es al mismo tiempo un “viejo hombre” y un “nuevo hombre”, alternativamente dominado y dirigido por uno o por el otro. De nuevo, agradecemos la percepción de Murray:
El hombre viejo es el hombre no regenerado; el hombre nuevo es el hombre regenerado creado en Cristo Jesús para buenas obras. No es más posible llamar al creyente un hombre nuevo y un hombre viejo, que llamarlo un hombre regenerado y uno no regenerado. Ni tampoco se justifica hablar del creyente como alguien que tiene en él el hombre viejo y el hombre nuevo.[3]
Por tanto, términos como “hombre viejo”, “vieja naturaleza”, “vida no regenerada”, y “antiguo ser” son sinónimos, y todos hacen referencia a la entidad que fue crucificada con Cristo.
Nótense dos significantes rasgos gramaticales del pasaje de Romanos 6 citado arriba. Primero, el verbo se usa en el tiempo pasado: “nuestra vieja naturaleza fue crucificada...” La crucifixión del viejo hombre es un hecho terminado. Segundo, el verbo también está en la voz pasiva, lo que significa que el sujeto (nuestro viejo hombre) recibe la acción. En otras palabras, la crucifixión del viejo hombre no es algo que nosotros debemos hacer, sino algo que es hecho para nosotros.
Otro concepto importante en la doctrina bíblica de la santificación tradicionalmente ha sido designada por la palabra “carne” (Versión RV). La Nueva Versión Internacional usa “naturaleza pecaminosa”. Según Stott, “carne” se refiere a una naturaleza “más baja”, esa parte de nuestro ser que se inclina hacia la rebelión contra Dios. Esta es la parte de ti que desea contar un chisme jugoso; que te insta a volver a mirar las imágenes indecentes en la pantalla de la televisión. “Cualquiera que sea el nombre que demos a esta tendencia [“pecado inmanente”[4], “restos de corrupción”[5], “vestigios de pecado”[6], o “mi naturaleza pecaminosa”[7]] debemos recordar que aun después de haber sido regenerados todavía tenemos esos impulsos pecaminosos, y todavía debemos luchar contra ellos mientras vivamos”.[8]
En Romanos 6:6 Pablo llama nuestra naturaleza pecaminosa (e.g. carne) el “cuerpo pecaminoso”. Dice que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con Cristo para que este “cuerpo pecaminoso perdiera su poder...”. Aquí “perdiera su poder” significa poner fuera de acción, rendir impotente. No quiere decir ser aniquilado, desaparecer sin dejar ningún rastro. Sino que el dominio de nuestra pecaminosidad sobre nosotros ha sido roto.
Algunos, al no comprender la distinción entre el “viejo hombre” y la “naturaleza pecaminosa” han confundido Romanos 6:6 con Gálatas 5:24, que también habla de la crucifixión y del creyente. Considera dos traducciones de este versículo:
Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y deseos. (Gá 5:24 NVI)
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. (Gá 5:24 RVR)
Aunque impotentes para tomar nada excepto una postura pasiva tocante al viejo hombre (Ro 6:6), sí tenemos una parte activa, como aprendieron los gálatas, en subyugar la carne. Stott resume esto con característica claridad:
Primero, hemos sido crucificados con Cristo; pero luego no sólo hemos crucificado (v.g. repudiado) con resolución la carne con sus pasiones y deseos, sino que tomamos nuestra cruz a diario y seguimos a Cristo a la crucifixión (Lc 9:23). La primera es una muerte legal, una muerte a la paga del pecado; la segunda es una muerte moral, una muerte al poder del pecado. La primera pertenece al pasado, y es singular e irrepetible: Yo morí (en Cristo) una vez al pecado. La segunda pertenece al presente, y es continua y repetible: Yo muero (como Cristo) al yo todos los días. Es con la primera de estas dos que tiene que ver Romanos 6.[9]
Y Gálatas 5 tiene que ver con la segunda.
Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2Co 5:17). Y aunque nuestra naturaleza pecaminosa (la carne, el pecado inmanente, etc.) todavía está muy presente en nosotros, su dominio sobre nosotros ha terminado.