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Cierta vez leí la anécdota sobre una madre que tenía ocho niños que vivían en el campo. Un día salió y vio a cinco de sus hijos en el patio. Notó que estaban muy concentrados en algo que los fascinaba.

Al observar más de cerca, se recató de la razón de su fascinación. Unos zorrillitos habían deambulado del campo al patio y los chicos los habían acorralado. La madre se espantó. Los cachorros eran pequeños y graciosos pero ella también sabía que estaban “totalmente equipados”.

Por ello, gritó a todo pulmón, “Chicos, corran”

Los niños percibieron inmediatamente el pánico en la voz de su madre. Aunque no podían ver el peligro, sabían que tenían que salir disparados de allí. Así que cada uno ¡tomó un zorrillito y salió corriendo!1

Los malentendidos pueden resultar caros. En este caso, el olor finalmente fue menguando y la familia pudo reirse por lo sucedido. Pero las consecuencias son mucho más serias cuando alguien malentiende la naturaleza de Dios.

El fundamento de todo conocimiento verdadero de Dios debe ser una clara percepción mental de sus perfecciones según las revelan las Sagradas Escrituras. No se puede confiar, servir o adorar a un Dios desconocido.2
— A. W. Pink

Eso les pasa a muchos. Si fueras a la calle principal de donde vives y pidieras a cien personas que te describan a Dios, recibirías una increíble variedad de respuestas. Algunos dirían que es un aguafiestas cósmico, listo a pulverizar a cualquiera que se atreva siquiera a sonreír. Otros lo describirían como un abuelito meloso. La mayoría retorcerían su imagen de una u otra manera, según sus propias creencias y experiencias.

Una cosa sería cierta de todas estas personas: Lo sepan o no, su entendimiento (o mal entendimiento) de Dios los controla. Influye constantemente sus decisiones y motiva sus acciones. Lo mismo sucede contigo. Nada afecta tanto tu vida cotidiana como tu concepto de Dios. Como ha escrito A. W. Tozer: “Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es la cosa más importante que nos identifica.”3

El discípulo llegará a parecerse a su maestro. Desarrollando una imagen correcta de Dios influirá profundamente tu crecimiento como creyente. Por eso es que debes aprender de Él. Tener hambre por Él. Procura que la pasión suprema de tu vida sea averiguar qué clase de Dios realmente es.

Medita Medita en Mateo 11:28-30. ¡Ésta sí que es una invitación que no quieres rechazar!

Por suerte, no necesitas realizar encuestas para saber la naturaleza de Dios. Él se ha revelado a sí mismo plenamente en las Escrituras, y quiere ser encontrado por ti al buscarle con todo tu corazón (Jeremías 29:13-14). Veamos ahora la Palabra perfecta y confiable; y empieza a desarrollar una imagen clara de este Dios maravilloso a quien servimos.

Un Dios eterno

La primera clave que dan las Escrituras sobre la naturaleza de Dios muestra que es eterno: “En el principio... Dios...”(Génesis 1:1). Aquí, en la primera frase de la Biblia, encontramos que Dios precede al tiempo. No tuvo principio. Antes de que el principio empezara, Dios era.

Es imposible imaginar a un Dios eterno y auto existente. Nunca maduró, creció, mejoró ni aumentó. No es más anciano ahora de lo que lo era hace mil años. Es “el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Aunque te aturda el cerebro, deja que fortalezca tu corazón: ¡Dios es eterno!

Un Dios infinito

Piensa por un momento en el tamaño del universo. El Sol es una estrella lo suficientemente grande como para contener 1.3 millones de planetas del tamaño de la Tierra. No obstante, es apenas una entre cien mil millones de estrellas que según los astrónomos estiman hay en nuestra galaxia.

La Vía Láctea mide 30 kilo pársec (un pársec equivale a 3,086 x 1016 metros). A un rayo de luz le llevaría 100,000 años cruzar toda la expansión (viajando a 299,914 kilómetros por segundo). Pero la Vía Láctea es apenas una galaxia de un tamaño regular entre millones (quizá miles de millones) en un universo que, según los científicos, todavía se está expandiendo.

Nuestro universo es colosal... no obstante, Dios lo sostiene todo en su mano. La Biblia dice que Jesús “ascendió mucho más arriba de todos los cielos, para poder llenarlo todo”

El centro de Dios está por todas partes, su circunferencia por ninguna parte.4
— Thomas Watson

(Efesios 4:10). Dios no tiene límites. No puede ser medido. No puede ser contenido ni ser circunscrito a nada. Es totalmente incomprensible. Esto no debe intimidarte para procurar conocerlo, más bien debería de mantenerte en una constante estado de maravillado asombro:

Más sobre el tema: Lee Efesios 1:22-23. Concéntrate un minuto y piensa en lo que significa servir a un Dios que “todo lo llena en todo”.
Aunque Dios se revela a sí mismo como un ser personal capaz de tener comunión con el hombre, a quien podemos adorar y amar, y a quien podemos orar con la seguridad de ser escuchados y de obtener respuesta; no obstante, llena cielo y tierra; es exaltado sobre todo lo que nos es posible conocer o pensar. Es infinito en su ser y sus perfecciones.5

En las orillas del universo, donde los telescopios más potentes del hombre no pueden penetrar, está Dios—sosteniendo y sobrepasando todo.

Un Dios amante

En ninguna parte es la magnitud de la naturaleza de Dios más aparente que en su amor. Su amor es constante, irresistible y totalmente inmerecido. No hay nada que el creyente pueda hacer para ganarse o aumentar el amor infinito de Dios. “Podemos forzar a Dios a castigarnos,” escribió Thomas Watson, “pero no a amarnos”.6 Su amor nos buscó y alcanzó aunque lo odiábamos y nos rebelábamos contra sus mandatos.

El apóstol Pablo sabía lo que era sentirse bajo el control del amor de Dios. Mientras se encontraba en camino a perseguir a los cristianos, este mismo judío devoto fue vencido por el amor transformador de Jesucristo. Desde ese momento en adelante, una de sus principales preocupaciones por las iglesias era que captaran la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Dios, y que conocieran este amor que sobrepasa todo conocimiento (Efesios 3:18-19). Pablo quería que se apropiaran de esta maravillosa verdad. Que se sintieran anonadados por ella. Que disfrutaran al máximo el amor ilimitado de Dios.

Medita en 2 Timoteo 2:13: ¿Cómo trata Dios a los que son infieles en su amor hacia Él?

El amor humano es inconstante. Tiene sus altibajos y busca sus propios intereses. Pero el amor de Dios es constante e interminable. Como dice repetidamente el Salmo 136: “Porque para siempre es su misericordia”¿Nos ama Dios porque somos simpáticos? No creo. “La misericordia no es el fruto de nuestras bondades, sino fruto de las bondades de Dios.”7 Aun cuando estamos cubiertos de la suciedad del pecado, el amor de Dios todavía se derrama sobre nuestra vida, sencillamente porque nos ha escogido y ha hecho con nosotros un pacto eterno de amor. No tiene ninguna razón para amarnos, excepto la que mantiene escondida profundamente en su propio corazón infinito.

“EL AMOR DE DIOS” ¡O amor de Dios! Su inmensidad, el hombre no podría contar, Ni comprender la gran verdad Que Dios al hombre pudo amar. Cuando el pecar entró al hogar De Adán y Eva en Edén; Dios les sacó, mas prometió Un Salvador también. ¡O amor de Dios! brotando está,Inmensurable eternal; Por las edades durará, inagotable raudal.
— Letra de F.M. Lehman

Es posible que alguna vez te encuentres ante circunstancias que te tienten a cuestionar el amor de Dios. Podría ser un hijo con una enfermedad incurable, o el no poder tener hijos. Un amigo que te podría destrozar con sus crueles palabras. Podrías perder tu empleo. Pero cuando llegan los momentos de prueba y te sientes tentado a preguntarte: ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está su amor inquebrantable?, recuerda esto: el amor de Dios no ha cambiado. El amor de Dios hacia ti no ha fluctuado. Quizás no comprendas por qué las cosas se van desarrollando como lo hacen, pero puedes descansar en el conocimiento de que el amor de Dios permanece para siempre.

Un Dios omnisciente

Hay ciertas cosas que Dios nunca ha hecho. Nunca le ha pedido a sus asistentes angelicales que le informen sobre el estado del universo o que investiguen los antecedentes de algún nuevo converso. Dios nunca ha aprendido un micrón de datos. No necesita hacerlo—lo sabe todo. Su conocimiento es infinito y completo. Y su memoria es ilimitada. Cada detalle de conocimiento en el campo de la medicina, oceanografía, física, historia, astronomía y todas las demás disciplinas son conocidas por Aquel “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3).

Más sobre el tema: Lee el Salmo 139:1-4. Al contemplar este pasaje, ¿existe algo que Dios no sabe de ti?

Dios tiene también un conocimiento íntimo de cada persona. Cada pensamiento, cada motivación, cada anhelo secreto del corazón humano—Dios lo conoce. “Y no hay cosa creada oculta a su vista,” nos dice la Biblia. “Sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13). No te haría mal reflexionar sobre esto la próxima vez que te sientas tentado a pecar. Dios escudriña cada rincón de tu vida. “No existe pensamiento tan sutil que venga a tu mente,” dijo el pastor puritano Thomas Watson, “que Dios no lo perciba.”8

1. ¿Cual es la situación más difícil en tu vida ahora mismo? Mientras la describes brevemente en el espacio de abajo, dale gracias a Dios que Él conoce y tiene interés en cada detalle.

Hace pensar, ¿no? Pero servir a un Dios que todo lo sabe también brinda una seguridad tremenda. Dios conoce cada problema que su pueblo enfrenta, cada ansiedad, cada temor. No sólo te ama, sino que sabe cada detalle y cada incidente que sucede en tu vida en este momento. Que esta verdad te conforte la próxima vez que tengas “demasiado mes al final de tu dinero”. Reflexiona en esto cuando estés yendo y viniendo por el pasillo a las dos de la mañana tratando de confortar a tu hijito de tres años que tiene una alta fiebre. Dios conoce tu necesidad. Conoce tu debilidad. “Porque Él sabe de qué estamos hechos, se acuerda de que somos sólo polvo” (Salmo 103:14).

El instante en que nos sucede algo desagradable o inexplicable, nuestra primera reacción es cuestionar a Dios. Nos imaginamos que él no sabía lo que sucedería o que no le importaba que sucedería. Hasta los que saben que Dios es amor y omnisciente pueden sucumbir al pecado de dudarle. Hace poco lo comprobé.

Todos somos completamente transparentes ante Dios. Él nos ve y nos conoce totalmente. Conoce cada verdad, aun las que todavía no ha descubierto el hombre, pues fue Él quien las incorporó en la creación.9
— Millard Erickson

Camino a la oficina un sábado por la mañana para terminar esta sección sobre el conocimiento infinito de Dios, entré en una tienda para comprar un regalo para unos amigos. Estando allí, me compré un regalo para mí: un pancito de canela y una taza enorme de café capuchino. Me encanta el café con pan de canela y el que yo escogí era el mejor de todos. Mi café estaba tan caliente que el vapor salía del hoyito de la tapadera. Así que se me hacía agua la boca al volver al auto.Me sentí tentado a acelerar para llegar ya a mi oficina y...empezar a “trabajar”.

Pero, inesperadamente, algo sucedió. Al girar a la izquierda, la taza de café se volcó. Traté de agarrarla mientras trataba de evitar un accidente. Pero apenas salvé un sorbo del café. Y tuve que observar cómo el resto era absorbido por la alfombra. 

¿Qué fue lo que me vino a la mente instantáneamente? “Señor, ¡tú sabías cuánto significaba para mí este café! ¿Por qué no me advertiste para que pudiera sostener la taza y no se derramara el café por todo el auto? ¡De seguro sabes a que va a saber el pan de canela cuando tenga que pasármelo con agua fría!” Sí, él sabía. Pero también sabía cuánto café ya había tomado esa mañana... si hubiera tomado más quizás habría tenido demasiada energía y hubiera golpeado las teclas de la computadora hasta destrozarlas.

Medita en Isaías 40:27-31. Pon tu esperanza en el Señor— Él nunca ignorará tus necesidades ni las olvidará.

Desde las más insignificantes pequeñeces, como volcar una taza de café, hasta el trauma de la muerte de un ser querido, Dios está íntimamente enterado de todo lo que sucede en nuestra vida. Refúgiate en esa realidad. Cuando todo tu ser quiere gritar: “Dios, ¿no ves lo que me está pasando?”, recuerda: Nada escapa a su ojo vigilante. “Pues los caminos del hombre están delante de los ojos del Señor, y Él observa todos sus senderos” (Proverbios 5:21). Una vez más podemos aprender de la sabiduría de Thomas Watson: “Dios conoce las cosas pasadas, presentes y futuras, uno intuito, todas a la vez; están todas delante de Él como una vista panorámica.”10 Y porque su conocimiento es igualado por su amor infinito, podemos olvidar nuestros interrogantes.

Un Dios sabio

Palpamos la emoción de Pablo en Romanos 11:33: “¡O, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” Pero cuando lees entre líneas la vida de Pablo— azotes, encarcelamientos, naufragios y, finalmente, ejecución— sus comentarios sobre la sabiduría de Dios cobran mucho más significado. ¿Sabes? Pablo había aprendido que lo que es sabio no siempre es divertido.

Más sobre el tema: Para comprender una de las razones por las cuales Dios nos deja pasar dificultades, lee Hebreos 12:5-11. Si no nos disciplinara, sería porque no nos ama.

Llevar a mi hijo de tres años al doctor para que le pongan las vacunas correspondientes es sabio. Pero cuando entra la enfermera con la aguja, dista mucho de ser divertido, a menos que te guste tratar de contener a quince kilos de histerismo que grita, tironea, da retorcijones y patea. La enfermera le da luego un dulce, pero soy yo el que lo necesita.

En su sabiduría perfecta, Dios orientará tu vida de maneras que quizá nunca hubieras escogido para ti mismo. Su propósito es santificarte, no sólo hacerte feliz. Quiere moldear tu carácter y conducta a la imagen de su Hijo. Para lograrlo, te refinará a través de las circunstancias. Dificultades económicas. Un jefe insoportable. Una relación quebrantada. Dios usará pruebas como éstas para exponer tu orgullo, tu egoísmo, enojo o falta de dominio propio. Es sabio... aunque no precisamente divertido. Más o menos como las vacunas.

El personaje bíblico Job pasó por sufrimientos y pérdidas increíbles sin llegar a entender por qué. Pero, en su agonía, hizo esta confesión: “En Él están la sabiduría y el poder, y el consejo y el entendimiento son suyos” (Job 12:13). Como Job, puedes confiar en que Dios, en su sabiduría, sólo causará o permitirá lo que contribuya al proceso de edificación en tu vida. J. I. Packer lo expresa bien:

Medita en Isaías
55:8-9. Si tus pensamientos acerca de Dios tienden a ser
demasiado humanos, ¡lee este pasaje!
Conformarse cada vez más a la imagen de Cristo... es la suma y sustancia de las “buenas obras” para las cuales el creyente ha sido creado... Parte de la respuesta a la pregunta que surge repetidamente ante la vida llena de altibajos: ¿por qué me pasó esto a mí?, es siempre: es la capacitación y disciplina moral programada por mi Padre celestial para ayudarme a ir hacia adelante en el camino de la virtud que es semejante a Cristo.11

Un Dios soberano

Durante el siglo XVI, en medio de la revolución que causaba la Reforma en toda Europa, Martín Lutero le hizo este incisivo comentario a uno de sus peores críticos: “Erasmo, tus pensamientos acerca de Dios son demasiado humanos.”12 Podía haber estado hablando de cualquiera de nosotros. Todos tenemos pensamientos acerca de Dios que son demasiado humanos. Todos queremos bajar a Dios a nuestro nivel para poder tratar con Él a nuestro nivel. Pero una mirada profunda a su soberanía debe ayudarnos a volver a afinar nuestra perspectiva.

2. Suponte que tu eres el gobernante mas poderoso en la tierra, con toda autoridad humana a tu disposición. ¿Puedes pensar en dos o tres cosas que estarían todavía fuera del límite de tu soberanía?

El Salmo 135:6 dice: “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos”. Dios gobierna sobre todo. Nada amenaza su reinado real. Cada átomo tiene que obedecer su mandato. Él es el soberano supremo que tiene toda la autoridad y todo el poder para llevar a cabo todo lo que ha decretado. Cuando Él ordena al Mar Rojo que se divida y se convierta en tierra seca para que su pueblo pueda cruzarlo, así sucede. Cuando Él declara que de una matriz virginal nacerá un hijo, nace un Salvador. Cuando ordena que los planetas giren alrededor del sol, lo hacen. Cuando manda que se desmorone la Cortina de Hierro en Berlín, ésta se desintegra.

Medita en el Salmo 46:10. Aun cuando los planes de Dios no parecen tener sentido, puedes confiar en que su propósito soberano se va cumpliendo sin pausa.

Algunos de los atletas más destacados de la actualidad lucen tatuajes configurados como la “S” en el pecho de Superman. La intención es que sea una señal de su habilidad o superioridad. ¡Qué insensato le ha de parecer al Dios Soberano que está sentado en el trono de la eternidad!

Él determina cuándo, dónde y bajo qué circunstancia cada individuo de nuestra raza ha de nacer, vivir y morir. Las naciones, no menos que los individuos, están, pues, en las manos de Dios, quien les asigna su herencia en la tierra y controla su destino.13

Ya mencionamos los sufrimientos de Job, un hombre que superaba por mucho a todos sus semejantes en términos de justicia y rectitud personal: “Porque no hay otro como él sobre la tierra, hombre intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 2:3). No obstante, Job sufrió agonías increíbles— la pérdida de todos sus hijos, todas sus posesiones y, por último, su propia salud.

Sujeto a ninguno, influenciado por nadie, absolutamente independiente, Dios hace lo que quiere, sólo lo que quiere, siempre lo que quiere. Nadie puede oponer sus planes, nadie puede entorpecerlo.14
— A. W. Pink

¿Por qué? ¿Por qué sometería Dios a un hombre tan bueno a condiciones tan horribles? Job lo preguntó repetidamente. Y por fin tuvo su respuesta, aunque quizá no la que quería.

Puedes encontrar la respuesta de Dios en los capítulos 38 al 41 del libro de Job. Léelos despacio. Reflexiona en ellos. Pero, sería mejor que te sentaras. Porque más bien que justificarse dando una razón para sus acciones, Dios responde a las preguntas de Job con sus propias preguntas:

¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia. ¿Quién puso sus medidas, ya que sabes, o quién extendió sobre ella cordel?...¿Puedes tú atar las cadenas de la Pléyades, o desatar las cuerdas de Orión? ¿Haces aparecer una constelación a su tiempo, y conduces la Osa con sus hijos? ¿Conoces tú las ordenanzas de los cielos, o fijas su dominio en la tierra? (Job 38:4-5, 31-33)

Después de dos capítulos de esto, Job ya no hace preguntas. Pero Dios continúa describiendo su soberanía absoluta sobre el universo y todo lo que en el hay. Cuando todo termina, Job ya no encara a Dios con indignación farisaica. Más bien dice: “Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6).

El amor de Dios para con Job nunca disminuyó ni por un segundo; no obstante, dejó que pasara pruebas de una magnitud que tú y yo difícilmente podemos imaginar. ¿Por qué? Sólo Dios lo sabe. “Su soberanía requiere que sea absolutamente libre,” escribe A. W. Tozer, “lo cual significa sencillamente que debe ser libre para hacer lo que quiera en cualquier parte y en cualquier momento para cumplir, sin interferencias, su propósito eterno en cada minucioso detalle.”15 Ésta era respuesta suficiente para Job. También la será para nosotros cuando Dios capacite nuestro corazón para que la aceptemos.

No tienes que estudiar mucho sobre la soberanía de Dios para saber quién es Él... y quién no eres tú. Aun Nabuconodosor, el rey pagano de Babilonia, comprendió la diferencia: “Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, mas Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; nadie puede detener su mano, ni decirle: “¿Qué has hecho?” (Daniel 4:35). El gobierno de Dios es universal y eterno. Merece toda sumisión y todo honor.

Nunca tendrás respuestas para todas tus preguntas. Pero puedes confiar en que aquello que Dios soberanamente permite que suceda en tu vida es el resultado de su infinita sabiduría. Lo que no tiene explicación para ti no es ningún misterio para Dios. En su plan eterno, cada circunstancia—la feliz tanto como la trágica—está ayudando a conformarte a la imagen de su Hijo, Jesucristo. “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre” (Romanos 11:36).

Un Dios santo

3.¿Tiene implicaciones para tu vida la santidad de Dios? ¡Sin duda! Busca 1 Pedro 1:16, y escribelo en el espacio de abajo.

“¿Quién como tú entre los dioses, o Señor? ¿Quién como tú—majestuoso en santidad, temible en las alabanzas, haciendo maravillas?” (Éxodo 15:11)

Cuando las Escrituras llaman santo a Dios, están subrayando el hecho de que es infinitamente superior a su creación y distinto de ella. Nadie es comparable a Él. Nadie puede comprender su pureza absoluta y su justicia y rectitud moral. Nadie puede comprender plenamente sus caminos. “Es tan superior a nosotros que nos parece como si fuera completamente ajeno a nosotros,” escribe R. C. Sproul.16 Considera tan sólo un ejemplo: Mientras que tú y yo pecamos constantemente, Dios nunca peca. Nunca. Aunque Jesús enfrentó toda tentación concebible durante su ministerio terrenal, no cedió a ninguna. Y ahora ni siquiera es tentado. (Si eso no parece “completamente ajeno”, nada lo es.)

Más sobre el tema:¿Que sucede cuando adoras al Señor en “la hermosura de la santidad”? (Lee el Salmo 96:9, versión Reina-Valera, 1960)

La Biblia nos dice: “No hay santo como el Señor” (1 Samuel 2:2). Habita en “luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). Cualquier ilustración que intente mostrar la diferencia entre Dios y el hombre erraría por mucho. Es tan distinto de nosotros que, sin su asistencia, es imposible que lo comprendamos. Pero podemos responder a Él. El teólogo Millard Erickson afirma que la “reacción apropiada a la santidad de Dios, su singularidad, es una de sobrecogimiento, reverencia y silencio.”17

La santidad de Dios da sabor a todos los demás aspectos de su naturaleza. Nunca entenderás a Dios adecuadamente si no tienes en cuenta esta verdad. Su amor es un amor santo, su sabiduría es una sabiduría santa, su poder es un poder santo y su ira es una ira santa.

Dios no sólo está personalmente libre de cualquier perversidad o maldad. No puede tolerar la presencia de la maldad. Es, por así decirlo, alérgico a la maldad.18
— Millard Erickson

Entendiendo la santidad de Dios te confortará, pero al mismo tiempo te preocupará. Piénsalo. Porque es santo, nunca tendrá un arranque de ira humano como tenemos nosotros. Esto es reconfortante. No obstante, su santidad hace imposible que pase por alto el pecado. Siente una ira santa hacia el mal. El pecado es lo que clavó a Jesús, su Hijo inocente, a la Cruz— ¿Cómo puede ser indiferente al pecado? Tiene que encarar al pecado con justicia o deja de ser santo. Eso preocupa, porque significa que tiene que encarar tu pecado. Todo tu pecado. Los que conocen al Santo nunca volverán a considerar ligeramente el pecado.

Algo de lo cual jactarte

La afirmación de A. W. Tozer al principio de este estudio no es una exageración: Lo que se te viene a la mente cuando piensas en Dios es la cosa más importante acerca de ti. Por eso te aliento a reflexionar en su majestad. Medita en la magnitud de su amor, conocimiento, sabiduría, soberanía y santidad. Y toma a pecho estas palabras del profeta Jeremías:

“No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco,” declara el Señor. (Jeremías 9:23-24)

Espero que este estudio te haya dado un poco más de lo cual jactarte—no de tu inteligencia ni de tus logros atléticos o de las ganancias de tus inversiones, sino de tu conocimiento de Dios. Hay mucho que aprender del Señor infinito, glorioso. Estudiar quién es Él, como lo hemos hecho aquí, profundizará tu amor por Él. Pero ahora enfocaremos el estudio en lo que Él ha hecho—las grandes riquezas que te ha dado en Cristo. Y pienso que esta jactancia en tu vida apenas ha comenzado.

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