First Steps of Faith/The Biggest Decision of Your (New) Life/es
From Gospel Translations
Una semana después de aceptar a Cristo como mi Salvador, necesitaba desesperadamente una orientación. Anhelaba tanto que mi vida contara para Dios. Pero, ¿cómo? Servirle era lo menos que podía hacer después de todo lo que él había hecho por mí. ¿Qué quería Él que yo hiciera?
Quizá debiera ir al África y hablarle a todos de Jesús, pensé. (África era el lugar más difícil que me podía imaginar.) Me veía caminando un polvoriento kilómetro tras otro, con un cayado nudoso en la mano, un profeta muerto de sed reducido a piel y hueso. Mis labios resecos imploraban una gota de alivio. Una pañoleta roja, llena de sudor alrededor de mi cabeza nada hacía para protegerme del calor al cruzar las planicies desiertas en busca de cualquiera que no conociera a Jesús. ¿Qué comería? ¿Raíces? ¿Insectos? ¿Qué bebería? ¿Cómo sobreviviría a los leones? ¿A los tigres? ¿A las hienas? No importaba. Lo único que importaba era hacer algo para Dios.
Otra opción—aunque ésta me parecía más peligrosa que el África—era ir al seminario. Pero, ¿a qué seminario? ¿De dónde sacaría el dinero? ¿Y no debería terminar primero mis estudios universitarios? Llevaba apenas una semana en la fe y ya estaba paralizado por la indecisión. Doy gracias de que Dios no me dejó por mucho tiempo sin saber qué hacer.
Después de la siguiente reunión de la iglesia a la cual asistí, el predicador invitó a los que “querían ser bautizados en el Espíritu Santo” que se reunieran en una salon aparte. Nunca en mi vida había oído esta frase. Sonaba media extraña, pero razoné que si iba a andar escapando de animales salvajes en el Sahara sería mejor que consiguiera todo lo que pudiese de Dios.
Me acerqué al hombre en cuanto terminó la reunión. “Señor,” le pregunté, “¿qué significa ser bautizado en el Espíritu Santo? La semana pasada entregué mi vida a Cristo. ¿Necesito también esta, esta, eehh, cosa, este ser bautizado en el Espíritu Santo?” Sin la menor vacilación, me contestó: “Ir a ese salón y ser lleno del Espíritu Santo es la decisión más importante que jamás harás como creyente.”
(Desde entonces, muchas veces me he preguntado por qué habló tan enfáticamente. Quizá vio en mis ojos la mirada de un fanático—de alguien que estudia cuidadosamente todas sus opciones antes de acometer una tarea medio preparado. Así era yo.)
Entré nerviosamente al salón y me deslicé en un banco con otras veinte personas que parecían tan confundidas como yo. Esperé intranquilo. Aunque quería todo lo que Dios tuviera para mí, esto parecía muy raro. Por fin entró un joven y leyó algunos pasajes de la Biblia. Explicó lo que significaba ser bautizado en el Espíritu. Luego y él y otros empezaron a orar por nosotros.
Lo que me pasó enseguida fue la cosa más gloriosa, después de entregarme a Cristo, que jamás me haya sucedido. Ahora me acuerdo de aquel momento y me doy cuenta que mi decisión de buscar esta experiencia con el Espíritu Santo era... bueno, la decisión más importante que jamás haya tomado como creyente.
¿Quién es el Espíritu Santo?
El teólogo Gordon Fee escribe de un seminarista que cierta vez confesó: “Dios el Padre tiene sentido para mí; y a Dios el Hijo puedo entenderlo; pero el Espíritu Santo es como una masa gris, oblonga.”1 Dado que la mayoría de los creyentes se han sentido así alguna vez, empecemos con la pregunta fundamental (pero no sencilla): ¿Quién es el Espíritu Santo?
La Biblia habla de Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo —un Dios en tres personas, conocidas comúnmente como la Trinidad. Estas tres personas son las mismas en esencia, iguales y eternas. El Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Espíritu Santo, no obstante, cada uno es realmente deidad.
La Biblia se refiere a la tercera persona de la Trinidad de varias maneras: el Espíritu (Juan 3:6-8), el Espíritu Santo (Lucas 11:13), el Espíritu de Dios (1 Corintios 3:16), el Espíritu del Señor (Lucas 4:18), el Espíritu de Jesús (Hechos 16:6-7), el Espíritu de su Hijo (Gálatas 4:6) y el Consolador (Juan 16:7) por mencionar algunos. Las Escrituras también revelan muchas de las cualidades personales del Espíritu Santo. Tiene un sentir (Romanos 8:27, NVI), posee conocimiento (1 Corintios 2:11), enseña (Juan 14:26), habla (Juan 16:13), guía (Juan 16:13), y siente dolor (Efesios 4:30), entre otras cosas. El rol del Espíritu es distinto al del Padre o al del Hijo. Consideraremos sus funciones específicas en la próxima sección, pero un profesor de la Biblia los resumió bien al describir al Espíritu como: “el Agente Residente de Dios en la iglesia y sobre la tierra.”3
— Gordon Fee
El Espíritu Santo no es “una cosa”. No es meramente el poder de Dios o la influencia de Dios. Es Dios. Y creo que te asombrará saber cuan importante papel desempeña en tu vida como creyente.
Diez cosas que el Espíritu hace por ti
1. El Espíritu causa que nazcas de nuevo. Tal como vimos en el primer estudio de este libro, tu salvación fue iniciada por Dios. Y se llevó a cabo específicamente a través del ministerio del Espíritu Santo. Escucha lo que Jesús le dijo al líder judío Nicodemo: “En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:5-6). También Pablo habla del rol del Espíritu en la regeneración: “Él nos salvó... por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, que Él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador” (Tito 3:5-6).
2. El Espíritu te redarguye de pecado. “Y cuando Él venga,” dijo Jesús acerca del Espíritu, “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Sin duda sabes lo que significa esa impugnación. Quizá la hayas sentido como un golpe interior agudo o quizá como un dolor sutil espiritual. El Espíritu te estaba mostrando que en algún aspecto habías violado la voluntad de Dios para tu vida, y te hizo sentir mal.
El Espíritu Santo obra coordinadamente con la Palabra de Dios para redargüirte cuando pecas. Primero, la Palabra de Dios informa a tu mente acerca de sus normas. Cuando te apartas de esas normas, el Espíritu usa la Palabra para que te remuerda la conciencia. Duele, pero el redargüir es un don misericordioso de Dios. Si el Espíritu no nos redarguyera de pecado, nunca obtendríamos la libertad que produce el arrepentimiento.
3. El Espíritu te ayuda a dar muerte al pecado. Una vez que saca a luz el pecado en tu vida, el Espíritu te acompaña para ayudarte a superarlo. Ningún aspecto de su ministerio es más crítico: “Porque si vivís conforme a la carne, habréis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13).
— Stanley Horton
El Espíritu busca glorificar a Dios conformándote a la imagen de su Hijo. Es posible que ya hayas sentido “la limpieza del Espíritu Santo” en tu hablar, tus acciones, pensamientos o motivaciones. Pero, como lo muestra Romanos 8:13, Dios no lava el pecado de tu vida mientras duermes. Tú eres responsable de luchar contra el pecado—no coquetear con él, ni tolerarlo ni ceder a él. Con la ayuda del Espíritu Santo das muerte al pecado diciendo “no” a los apetitos caprichosos de la carne y “sí” a los mandatos justos y rectos de la Palabra de Dios.
No procures dar muerte al pecado sin ayuda. No puedes. Tienes que contar con la ayuda del Espíritu. Al responder a su impugnación y al recibir diariamente su poder, puedes vencer el pecado que trata de vencerte. Y en lugar de esos hábitos pecaminosos que antes te controlaban, el Espíritu cultivará una maravillosa cosecha de fruto nuevo—su amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22-23).
4. El Espíritu te guía. Durante mi lucha por decidir entre la obra misionera en África o capacitarme en un seminario, qué alivio sentí al descubrir que Dios, por medio de la obra del Espíritu Santo, me guiaría. En la Biblia, Jesús promete claramente tal orientación: “Pero cuandoÉl, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga; y os hará saber lo que habrá de venir” (Juan 16:13). El teólogo J. Rodman Williams escribe que cuando ocurre un nuevo nacimiento, “El Espíritu Santo establece su derecho de propiedad sobre la persona... a fin de ser la realidad controladora y orientadora [en su vida]. Desde allí en adelante uno ha de actuar bajo la dirección del Espíritu Santo.”5
❏ Al tener que decidir si seguir o no con tus estudios universitarios
❏ Al tener que decidir qué monedas usar de cambio al hacer compras
❏ Al tener que decidir si casarte o no
❏ Al tener que decidir si aceptar cierto ofrecimiento de trabajo
❏ Al tener que decidir el menú para la cena
❏ Al tener que decidir si cambiarle o no el pañal a tu hijito
Siguiendo la orientación del Espíritu requiere discernimiento. Hay quienes afirman que el Espíritu los guió a descuidar a sus hijos, a no pagar un préstamo, a invertir sus diezmos y ofrendas en algún artículo innecesario. Pero podemos decir con toda confianza que ninguna de esas decisiones fue iniciada por el Espíritu. La cuestión es que la dirección del Espíritu Santo no es arbitraria. La noche antes de su muerte, Jesús les dijo a sus discípulos que el Espíritu los guiaría “a toda la verdad”. Al orar por ellos después esa noche, le pidió a su Padre: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Ya que la Palabra de Dios es verdad, y el Espíritu nos guía a toda la verdad, el Espíritu nunca te guiará a querer, decir, pensar o hacer nada fuera de los límites de la Palabra de Dios. Su orientación siempre coincidirá con las Escrituras. Este principio te ayudará inmensamente al buscar discernir si “una orientación” proviene o no realmente de Dios.
5. El Espíritu te enseña cosas espirituales. Aunque Dios te instruirá regularmente por medio de otros, también te revelará cosas directamente. El Espíritu Santo “os enseñará todas las cosas” aseguró Jesús a sus discípulos, “y os recordará todo lo que os he dicho” (Juan 14:26).
Unas semanas después de haberme entregado a Cristo, leía en el Evangelio de Lucas acerca de cómo María y su parienta Elizabeth estaban embarazadas. Al estudiarlo, se me “prendió el foquito”. ¿Podía ser que Jesús y Juan el Bautista fueran... parientes? ¿Posiblemente primos? Corrí para contarle lo que había descubierto a uno de mis amigos. ¡Me sentía emocionado de haber hecho un descubrimiento espiritual!
Cualquiera hubiera podido descubrir lo mismo con un poquito de estudio. Pero lo que fue memorable de este evento es cómo el Espíritu Santo me fue mostrando el significado del pasaje. De pronto tuve una nueva percepción de cómo Jesús se habría sentido cuando se enteró de que Juan había sido decapitado. El sólo hecho de pensar en la cabeza decapitada en una bandeja era terrible. Pero Juan no era simplemente un profeta salvaje que vociferaba sus advertencias en el desierto. Era un familiar. Ha de haber afectado profundamente a Jesús saber que la primera persona que murió por su causa era pariente, alguien con quien probablemente había comido y jugado de niño.
El Espíritu probablemente te ha enseñado cosas mucho más importantes que ésta—cosas sobre ti mismo, sobre el carácter de Dios o sobre la vida cristiana. Es su rol esclarecer la Palabra de Dios. A menos que él te abra los oídos y los ojos, no puedes comprender plenamente ni beneficiarte de las Sagradas Escrituras. Hazte el hábito de pedirle al Espíritu Santo comprensión y discernimiento cada vez que lees la Biblia o escuchas la predicación de la Palabra.
— Bob Sorge
6. El Espíritu te ayuda a adorar a Dios. Cuando naciste de nuevo, el Espíritu mismo plantó profundamente en tu corazón un anhelo por adorar al Señor. De hecho, la adoración es uno de los principales propósitos de tu existencia: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
El corazón que ha sido tocado por el Espíritu no podrá limitarse a adorar en la reunión del domingo. Todos los días habrá de ofrecer a Dios sacrificios de acción de gracias y alabanzas, inspirado y capacitado por el Espíritu de Dios. Ésta no es una mera obligación. La persona que realmente ha nacido de nuevo y ha sido llena del Espíritu sentirá un profundo anhelo y una necesidad de expresar su amor a Dios por medio de la adoración.
— Arthur Wallis
7. El Espíritu te ayuda a orar. “Porque no sabemos orar como debiéramos,” escribió el apóstol Pablo, “pero el Espíritu mismo intercede por nosotros, con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). El Espíritu Santo te enseñará cómo orar en tu lengua nativa—o sea, con palabras normales que expresan las cargas de tu corazón. También te capacitará para orar en una lengua nueva. El creyente tiene la capacidad de hablar en otras lenguas cuando ha sido bautizado en el Espíritu. (Estudiaremos más sobre esto al final del estudio.) Por último, el Espíritu Santo puede guiarte a orar sin lengua alguna. Pablo llevaba cargas tan pesadas, tan dolorosas que las palabras no podían expresarlas. Pero, por medio del Espíritu, derramaba su corazón ante Dios con gemidos indecibles.7 Un amigo mío estaba de viaje con varios otros pastores cuando recibió un mensaje urgente. Su esposa, que llevaba dos meses de embarazo, estaba sufriendo complicaciones. Era casi seguro que iba a perder a la criatura. Durante el largo viaje de regreso, oró intensamente, primero en sus propias palabras y luego en el Espíritu. Al hacerlo, su fe y esperanza fueron en aumento. Hoy tiene una hermosa hija para recordarle que las oraciones del Espíritu en nosotros y por nosotros son ciertamente poderosas.
✔a su lado. Traza un círculo alrededor de cualquier don que te gustaría recibir de Dios.
❏ Enseñanza (Rom. 12:7)
❏ Sanidad (1 Cor. 12:9)
❏ Exhortación (Rom. 12:8)
❏ Lenguas (1 Cor. 12:10)
❏ Liderazgo (Rom. 12:8)
❏ Ayudar (1 Cor. 12:28)
❏ Fe (1 Cor. 12:9)
❏ Hacer milagros (1 Cor. 12:28)
❏ Profecía (1 Cor. 12:10)
❏ Discernimiento (1 Cor. 12:10)
❏ Administración (1 Cor. 12:28)
❏ Hacer misericordia (Rom. 12:8)
❏ Palabra de ciencia (1 Cor. 12:28)
❏ Dar con liberalidad (Rom.12:8)
❏ Palabra de sabiduría (1 Cor. 12:28) Rom.: Epistola a los Romanos 1 Cor.: Primera Epistola a los Corintios
8. El Espíritu imparte dones sobrenaturales que te capacitan para servirle. “El Niño del Tambor” se ha convertido en un villancico favorito. ¿Lo conoces? ¿Sabes lo que dice la letra? Describe a un muchachito pobre que quería darle algo a su Rey, pero no tenía nada de valor—ni oro ni incienso ni mirra. Lo único que tenía era el tambor gastado colgando de su cuello. Luego, entusiasmado y contento, se dio cuenta que lo que tenía para ofrecer era un canto. ¡Podía tocar el tambor para el Rey!
Esta sencilla canción destaca una importante verdad bíblica. Ninguno de nosotros tiene nada de valor para darle a nuestro Rey. Él no necesita nuestro dinero. No necesita nuestras cosas. Tanto es así, que no “necesita” nada. Pero sí desea. Desea que sus hijos vivan voluntariamente para su gloria. Y a través del Espíritu, Jesús nos ha dado a cada uno dones espirituales con los cuales glorificarle.
Dice la Biblia: “Cuando ascendió a lo alto, llevó cautiva una hueste de cautivos, y dio dones a los hombres” (Efesios 4:8). El Nuevo Testamento lista estos dones espirituales en varios lugares (fíjate, por ejemplo, en Romanos 12, 1 Corintios 12 y Efesios 4). Entre ellos hay dones como el de sanidad, de misericordia y de fe. Algunos creyentes sirven a la iglesia con dones de enseñanza o profecía o generosidad excepcional. No hay espacio aquí para tratar en detalle estos dones espirituales, pero existen varios libros sobre el tema ¡Aprovéchalos!
9. El Espíritu te da poder para testificar. Cuando el Espíritu comienza a morar en ti, tu vida se convierte en un testimonio. Los cambios que realiza en ti dan evidencia del hecho de que Dios vive y es poderoso. Pero cuando eres bautizado en el Espíritu, también recibes el poder para ser un testigo. Te das cuenta de que surge de tu interior una audacia para testificar de tu fe a los demás. ¿De qué otra manera podrían los mismos discípulos que abandonaron a Jesús antes de su crucifixión haberse expresado con seguridad y poder en su nombre en el Día de Pentecostés? Su Señor ya lo había previsto: “Pero recibiréis poder, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos...” (Hechos 1:8).
Necesité de ese poder en un reciente vuelo. Al tomar mi asiento junto al pasillo, sentía que el Espíritu Santo quería que hablara con las dos damas a mi lado. De hecho, antes de terminar de ponerme el cinturón de seguridad, la señora en el centro preguntó: “¿Es usted predicador?” Esa fue toda la confirmación que necesité.
Las damas viajaban a una conferencia sobre psicología en Canadá. Al hablar francamente sobre la crianza de los hijos, los motivos para vivir y otras cuestiones delicadas, dos cosas se hicieron evidentes. Primero, ellas se oponían vehemente a la filosofía bíblica para la vida. No les interesaba dialogar amablemente— querían arrasar conmigo. Segundo, no eran las única que escuchaban. Parecía que todos los que nos rodeaban tenían la oreja parada y usé la Biblia para explicar los beneficios de disciplinar a los hijos y los peligros de la “autoestima”.
La que estaba sentada junto a la ventanilla no hacía ningún intento para disimular su desdén por lo que yo decía. Finalmente se dio vuelta y se durmió. Pero después de unos minutos de silencio, la señora sentada a mi lado dijo: “¿Sabe? No fue ninguna coincidencia el que usted se sentara aquí. Yo necesitaba oír algunas de estas cosas.”
¿Se postró en medio del pasillo y clamó pidiendo el perdón de Dios? No—pero parecía estar un poquito más cerca de tomar la decisión de recibir a Cristo. Y su amiga, aunque exteriorment sin cambio, por lo menos había escuchado la verdad.
¿Cómo sucedió esto? No merezco el mérito. El Espíritu Santo me motivó para que testificara—y me dio la audacia para declarar la verdad de Dios en una situación bastante intimidante.
— Donald Gee
10. El Espíritu te aconseja y te ayuda. Imagínate la tristeza de los discípulos al ir captando la verdad: su Maestro se iba. No sólo sería crucificado, sino que pronto regresaría a su Padre en el cielo. Pero aun después de anunciarlo, Jesús enseguida les aseguró que no los dejaría solos: “Y yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir—el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve, ni le conoce; pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros” (Juan 14:16-17).
¿Qué quiso decir Jesús cuando llamó “Consolador” al Espíritu Santo? La palabra en griego es parakletos. Según el teólogo Stanley Horton, se refiere a “uno llamado para ayudar, auxiliar, o aconsejar a alguien.”10
El Espíritu Santo no era un substituto de segunda. “Pero os digo la verdad,” dijo Jesús, “os conviene que me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré” (Juan 16:7). Piénsalo. Por más emocionante que hubiera sido caminar y hablar con nuestro Señor en la carne, es realmente mejor caminar con su Espíritu, el Parakletos quien nos aconseja, nos ayuda y vive en nosotros.
Acércate más al Espíritu
Espero que para estas alturas hayas superado la etapa “masa gris, oblonga” en tu comprensión del Espíritu Santo. Hemos visto que es Dios. Hemos observado diez maneras cómo ministra al, en, y por medio del creyente. Esto nos deja por lo menos con una pregunta crítica más: ¿Cómo se relaciona uno con el Espíritu Santo? ¿Cómo puedes estar seguro de que vive y obra en ti?
— J. Rodman Williams
Los que no están en Cristo no pueden relacionarse con el Espíritu de Dios. Pero si has nacido de nuevo, puedes estar seguro de que el Espíritu ya obra en ti. Jesús lo dijo de este modo: “El Espíritu de verdad, al quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce; pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros” (Juan 14:17). El instante cuando naciste de nuevo, el Espíritu empezó a morar en ti. Es por eso que Pablo exhortó a Timoteo: “Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el buen depósito que te ha sido encomendado” (2 Timoteo 1:14).
• El Espíritu Santo mora en todo el que ha nacido de nuevo V F
• Aun los no creyentes tienen el Espíritu en su interior V F
• El que “el Espíritu more” en uno y ser "bautizado en el Espíritu Santo" se refieren a la misma experiencia V F
• Puedes nacer de nuevo sin ser bautizado en el Espíritu Santo V F
• El creyente puede ser lleno del espíritu repetidamente V F
en el Espíritu Santo no significa menos que eso.”11 Ser bautizado en el Espíritu es una contecimiento distinto por medio del cual el creyente logra una percepción mayor de la presencia de Dios y la habilidad de ejercitar los poderes de la era venidera. Pocos jamás olvidan este encuentro. (Si no estás seguro de haber sido bautizado en el Espíritu, entonces lo más probable es que no lo has sido. ¡Qué experiencia maravillosa te espera! Hablaremos más de eso en la próxima sección.)
Es obra del Espíritu bautizarte en Cristo (el nuevo nacimiento), pero es la obra de Cristo bautizarte en el Espíritu. Aunque somos bautizados en el Espíritu una sola vez, la Biblia muestra la importancia de ser lleno otra vez (y otra y otra vez) del Espíritu. Pedro, por ejemplo, fue lleno dos veces poco después de su experiencia inicial el Día de Pentecostés (leer Hechos 4:8 y 4:31). Arthur Wallis escribió:
Más sobre el tema: Para ver ejemplos de que los discípulos fueron llenos nuevamente del Espíritu después de su experiencia inicial de Pentecostés, lee Hechos 4:8 y 4:31.No necesitamos ser bautizados en agua cada semana, ni necesitamos un bautismo semanal en el Espíritu. Pero la primera experiencia sí necesita ser renovada o recargada, que usualmente se llama ser lleno o ungido. Hay muchas formas de ser llenos o ungidos, pero sólo un bautismo.13
Cuando le preguntaron por qué le pedía repetidamente al Señor que lo llenara con su espíritu, el evangelista D. L. Moody respondió: “¡Porque tengo una fuga!” ¿No nos pasa lo mismo a todos?
¿Cómo puedo ser bautizado en el Espíritu Santo?
La invitación que Jesús lanzó en las calles aglomeradas de Jerusalén sigue siendo válida en la actualidad: “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.’ Pero Él decía esto del Espíritu, que los que habían creído en Él habían de recibir” (Juan 7:37-39).
Si anhelas más del Espíritu de Dios, este pasaje muestra tres cosas que son indispensables. Le debo a Arthur Wallis el siguiente resumen conciso:
Ten sed—un profundo anhelo de que Dios se encuentre contigo de esta forma. Dios crea la sed y la satisface. Si no tienes sed, pregúntale a Dios por qué. Si has sido
lleno, clama por más.
Ven—a Jesús, quien te bautiza en el Espíritu, y pide. Dios da a los que piden (Lucas 11:13). Pero se requiere más que pedir.
Bebe—eso significa apropiarte de la bendición por fe. Jesús dice: “Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido [es cuando comienzas a beber], y os serán concedidas” (Marcos 11:24).Beber es un acto de fe.14
Al procurar el bautismo en el Espíritu, obtén el consejo de un creyente maduro con un carácter probado que ha tenido esta experiencia. Varias veces en el libro de los Hechos, los creyentes eran bautizados en el Espíritu cuando otros les imponían las manos y oraban (Hechos 8:17, 9:17, 19:6). No subestimes el poder de este simple acto.
— D. Martyn Lloyd-Jones
“Hablar en lenguas” es un indicador común de que alguien ha sido bautizado en el Espíritu Santo. Este es un fenómeno en el cual el Espíritu capacita en forma sobrenatural al creyente a hablar en un lenguaje celestial o terrenal desconocido y no aprendido anteriormente. Porque el don de lenguas es incomprendido por tantos en la actualidad, enfoquemos brevemente este don espiritual en particular.
Hablar en lenguas era una característica preválente en la vida eclesiástica del siglo I. Pablo mismo le dijo a los corintios: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros” (1 Corintios 14:18). Destacó tres beneficios de esta práctica que deben estimular tu interés:
� “Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios” (1 Corintios 14:2). Aunque ininteligible para ti y otros, las lenguas expresan alabanza y gratitud a Dios
(1 Corintios 14:16-17) y declaran “las maravillas de Dios” (Hechos 2:11).
� “Pues nadie lo entiende, sino que en su Espíritu habla misterios” (1 Corintios 14:2). Cuando no sabes exactamente cómo articular lo que tienes en tu corazón, hablar en lenguas capacita a tu espíritu para tener comunión directa con Dios.
� “El que habla en lenguas, a sí mismo se edifica” (1 Corintios 14:4). Como lo comprobamos por lo que pasó en la iglesia de Corinto, esto fácilmente puede salirse de control. Pero, ¿quién no necesita ser edificado de vez en cuando? Cuando pongas en práctica el don de hablar en lenguas, recibirás nuevas fuerzas y esperanza en tu hombre interior. Uno puede ser bautizado en el Espíritu sin recibir el don de lenguas, pero es un don que vale la pena procurar.
— Richard Lovelac
Al llegar al final de esta sección, estoy muy conciente de que quizás he creado más interrogantes que los que he contestado. “Hay pocos temas más difíciles de presentar desde un punto de vista altamente doctrinal que el tema del Espíritu Santo,” nota el pastor Dick Iverson. Estoy totalmente de acuerdo —especialmente en un estudio de esta brevedad.
Quedaré satisfecho si estas páginas han despertado un poco más tú sed por el Espíritu. Y te animo a leer los libros recomendados en la página siguiente. Profundizan mucho la explicación de la obra y la persona del Espíritu Santo. No dudo que éstos te persuadirán aún más sobre el punto principal de este estudio: Ser bautizado en el Espíritu Santo puede ser la decisión más importante que jamás tomarás como creyente.