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Vida Eterna vs. Ira y Enojo

Romanos 1:28- 2:11

 Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican. 1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. 2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. 3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? 4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? 5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.

La verdad Bíblica que quiero que entendamos, creamos y vivamos hoy es esta: se acerca el tiempo en el que toda persona responsable, basándose en sus acciones y actitudes, se encontrará con el juicio final de Dios, ya sea para vida eterna o para ira y enojo. Con esta oración estoy tratando de responder tres preguntas acerca del juicio final:

  1. ¿Quiénes serán juzgados?
  2. ¿Basándose en qué serán juzgados?
  3. ¿Cuáles son las alternativas que pueden sobrevenir?

Algunos harían otra pregunta primero, específicamente, ¿por qué hablar acerca del juicio? ¿Qué bien hace eso? ¿No hace esto que la vida se oscurezca y lanza una sombra por encima del brillante campo del amor de Dios? Mi respuesta tiene tres partes.

La Primera razón es que predico acerca del juicio porque este es un tema muy prominente en las Escrituras, y yo como maestro y pastor tengo la responsabilidad de revelar todo el consejo de Dios.

Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies. 15De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad (Mateo 10:14,15). [Dios] ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos (Hechos 17:31). Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio (Hebreos 9:27). ...si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios (Hebreos 10: 26,27).

No veo la manera en que un pastor pueda negar este tema en las Escrituras y mantener su conciencia limpia.

La segunda razón por la que predico acerca de este tema es que para algunas personas el temor al juicio puede ser la única motivación para considerar confiar en Cristo como su Salvador. Ahora bien, para que estén seguros, existen mejores razones para venir a Dios que la de escapar del infierno. Pero si el temor es lo único que conmoverá a una persona para zafarse de la esclavitud al pecado y hacer que confíe en Cristo, entonces, por el bien del amor de Cristo, que así sea. Hay mejores razones para que un niño obedezca a su padre, que el temor de una nalgada. Pero si ese temor es lo único que lo mantendrá lejos de la calle, que así sea, por el la causa del amor. No soy tan vacilante como algunos a la hora de permitir que las personas sientan miedo. Porque en mis oídos están zumbando las palabras de Jesús:

No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. 5Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed (Lucas 12: 4,5).

La tercera razón por la que predico acerca del juicio de Dios es que este revela parte del carácter de Dios y así nos ayuda amarle por quien Dios es. Si oír acerca del juicio de Dios hace que nos sea más difícil amar a Dios, entonces probablemente el Dios que amamos es un producto de nuestra imaginación y no el real y verdadero Dios. Si vamos a amar al Dios verdadero debemos conocer al Dios verdadero. Algo anda mal con nuestra fe si no podemos cantar alabanzas a Dios, no solo como nuestro Padre amoroso sino también como el justo Juez de toda la tierra. Hoy mientras me preparaba para nuestro servicio de adoración, revisé dos himnarios buscando un himno que celebrara la gloria del justo juicio de Dios, y nos llamara a temer como deberíamos, y no pude encontrar uno. Esa es una mala señal de una teología deficiente y de una relación con Dios atrofiada. Debemos cantar alabanzas por todo lo que Dios es, en lugar de insinuar con nuestro silencio que, si juzga, él no es completamente admirable.

Por estas tres razones, considero esencial predicar sobre un texto cuyo tema sea el juicio de Dios. El texto que he seleccionado es Romanos 1:28-2:11 y la primera pregunta que debemos tratar de responder en este texto en cuanto al juicio final es, ¿quiénes serán juzgados? Pablo da la respuesta en los versículos 5 y 6, “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, 6el cual pagará a cada uno conforme a sus obras”. La respuesta simple es: todos serán juzgados.

Pablo se desvive para hacer entender este punto porque en su época había al menos un grupo de personas, algunas de las cuales pensaban que no estarían sujetas a juicio, específicamente los judíos. Fíjense como Pablo aborda el problema. En Romanos 1:20,21 muestra que el gentil típico de su época, que no glorificaba a Dios, no tenía excusa y estaba sujeto a juicio. Dice,

Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. 21Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias.

En otras palabras, a pesar de que hay suficiente conocimiento adecuado que muestra que Dios es digno de honor y gratitud, todavía las personas no le honran, ni le agradecen. Sin excusa alguna están destinados a la ira.

Luego en la última parte del primer capítulo Pablo describe la clase de cosas en las que cae una persona que no reconoce a Dios. Versículos 28-32:

Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; 29 estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; 32 quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican..

Estas eran las clases de cosas que Pablo veía cuando miraba en derredor en la sociedad, la familia y los negocios de la vida gentil de su época.

Pero en esa sociedad pagana existía un pequeño enclave de personas que miraban al mundo de los gentiles con desdén, y al juzgar a los gentiles reafirmaban su propio sentido de seguridad ante el juicio. Sin embargo, según el apóstol no solo los gentiles carecen de excusa y están sujetos a juicio, sino también los judíos, Este es el punto del capítulo 2, versículos 1-3:

Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. 2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. 3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?

Eso es Precisamente lo que Algunos en Israel Suponían.

¿Recuerdan ustedes como al principio Juan el Bautista les predicó a los incrédulos de Israel: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? 8Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, 9y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras”? Hubo muchos en Israel que tenían la desacertada noción de que al pertenecer al pueblo elegido y ser judíos tenían un pase libre en el día del juicio. De modo que Juan el Bautista, Jesús y Pablo lucharon para hacer entender que aquellos que rechazaran a Jesús y vivieran en el pecado, serían condenados en el día del juicio fueran judíos o gentiles. Fue a las ciudades Judías de Corazín y de Betsaida a las que Jesús dijo, “¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón [ciudades gentiles] se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. 22Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras.” (Mateo 11:21, 22). Jesús cambia la falsa noción que tenían en sus cabezas: En el día del juicio será peor para los judíos, no mejor, porque su privilegio es mayor.

Y es esto precisamente lo que Pablo nos dice en Romanos 2: 9-11:

...tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11porque no hay acepción de personas para con Dios

A quienes mucho les es dado mucho se les exigirá. Por tanto, los judíos están primero al recibir la bendición y van primero hacia el juicio. Ningún hombre es salvo por su raza, su patrimonio, o su forma externa de religión. Dios no hace distinciones en estas cosas. Él mira el corazón y a sus desbordamientos en la vida diaria.

El resumen del asunto es dado en Romanos 3:9 y 22-23: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado… para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Y para nosotros esto significa que en esta habitación, todo el que no ha huido para refugiarse en Cristo y buscar misericordia y perdón, está bajo la ira de Dios y va camino al infierno. También nos muestra que no hay grupos de personas de nuestra sociedad que estén excluidos del juicio. Desde lo más alto del I.D.S. hasta los antros de la Hennepin Avenue. Tanto los presidentes empresariales como los chóferes de taxi, los congresistas y los custodios, las amas de casa y las prostitutas, los marineros y las secretarias, los proxenetas y los pastores, todos estaremos delante de la barra, en la ‘última bifurcación del camino de la vida. Y todo el dinero, las posesiones, estatus, el poder y los atractivos en los cuales nuestras almas han pensado refugiarse, pesarán para la justicia de Dios tanto como el polvo que será sacudido antes de que el juicio pueda comenzar, antes que los asuntos verdaderamente reales de la vida puedan ser pesados.

Esto nos lleva a nuestra segunda pregunta: ¿Sobre que bases se hará el juicio final? ¿Cuáles son los asuntos verdaderamente reales de la vida? Pablo lo resume en Romanos 2:6, “[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras.” Los versículos 9 y 10 son más precisos en cuanto a qué clase de obras: “tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo [...] 10pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno”. Lo verdaderamente real de la vida no es la raza, o el oficio, o el estatus, o el salario, o el atractivo, o la religión de formas y reglas. El asunto es si uno hace bien o hace mal.

Pero espérense un minuto. ¿Es esta la manera en la que el cristianismo se expresa? ¿Qué hay con la promesa: “cree en el señor Jesús Cristo y serás salvo”? ¿Qué hay con la gracia, la misericordia y la justificación de los impíos? ¿No dijo Pablo en Tito 3:5 que Dios “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”? Y en Efesios 2:8, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe”. ¿Cómo puede ser que seamos salvos por la gracia, por medio de la fe, no por obras, y sin embargo ser juzgados conforme a nuestras obras en el juicio final?

Algunas personas resuelven esta aparente contradicción diciendo que Romanos 2 describe un juicio en el cual las personas de Dios no tienen parte. Es solamente para los incrédulos. Yo creo que esa solución es lo contrario de la intención de Pablo y de la enseñanza de Jesús. Pablo dijo, “[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras”, no sólo a los incrédulos. Está claro como el sol que Pablo cree que existe un estilo de vida que lo excluye puede excluirnos del Reino de Dios y por ende los cristianos no viven así. Por ejemplo, en Gálatas 5:19-21 previene a los cristianos de las obras de la carne los pleitos, celos, contiendas, herejías, envidias, borracheras, etc., porque “los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (similar a 1ra a los Corintios 6:9-10 y Efesios 5: 5). El juicio final será conforme a nuestras obras.

El mismo Jesús fue aún más fuerte enfatizando que definitivamente usted no puede pasar el día del juicio si su vida no ha sido cambiada al guardar los mandamientos de Dios. Por ejemplo, Mateo 6:14,15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; 15mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Consideren la parábola de los dos cimientos, Mateo 7:24-27. “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. 25Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. 26Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; 27y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina”. Ésta es una imagen del juicio y la cuestión es: ¿Has actuado conforme a las palabras de Jesús?

Tomemos otro ejemplo de Jesús, porque éste ofrece la pista para resolver nuestro problema de ¿cómo podemos ser salvos por la gracia por la fe y sin embargo todavía el juicio final será conforme a las obras? En Mateo 12:34-37 Jesús dice a los fariseos

¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. 36 Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

Aquí está la pista crucial: en el día del juicio seremos juzgados conforme a nuestras obras, incluyendo los actos de nuestra lengua, porque los actos son el reflejo infalible de lo que abunda en el corazón. “porque de la abundancia del corazón habla la boca”. Se puede juzgar un árbol por sus frutos y juzgar un corazón por sus obras. En verdad el asunto no es si somos salvos por la fe en Cristo o por las buenas obras; el asunto es: en el día del juicio ¿cómo mostrará Dios que su juicio es justo? Y la respuesta es, él certificará ante el mundo que tenemos una fe salvadora al llamar a nuestras obras a testificar acerca de la veracidad de esa fe.

En el tribunal del juicio del reino de Dios todo el mundo estará reunido frente al Juez justo, y todos serán culpables de agravio capital. Sin embargo algunos serán declarados inocentes y serán otros condenados. La razón más profunda para esta separación es que un grupo ha sido perdonado debido a su identificación con Cristo mediante la fe, y el otro no. Pero lo que Pablo está enseñando en Romanos 2:7-10 es que en ese tribunal un testigo será llamado a testificar de la veracidad de nuestra fe o de su ausencia. Y ese testigo será ‘nuestras obras’, como podemos apreciar en Romanos 1:28-32 que incluye tanto las obras de la mente como las del cuerpo, las actitudes como las acciones.

Es por gracia que somos salvos mediante la fe; y esta no es nuestra, sino que es regalo de Dios. Pero el corazón que está lleno de fe se desbordará en actitudes y acciones muy diferentes de las que se desbordan del corazón incrédulo. Por tanto, nuestras obras testificarán, sinceramente, acerca de la autenticidad o ausencia de la fe, y no es incongruente para Dios juzgarnos conforme a nuestras obras. Debemos entender que este juicio conforme a nuestras obras, no quiere decir que nos ganamos nuestra salvación. Nuestras obras no ganan, ellas exhiben nuestra salvación. Nuestras obras no son el mérito de nuestra justicia, sino la señal de nuestra nueva vida en Cristo. Nuestras obras no son suficientes para hacernos merecedores del favor de Dios, pero demuestran nuestra fe. Por favor mantengan esta distinción clara en sus mentes, respecto a nuestras actitudes y nuestras acciones: Ellas no ganan, ellas exhiben; ellas no ameritan, ellas señalan; ellas no nos hacen merecedores, ellas demuestran. Y por tanto, “[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras,” Incluyendo a los cristianos.

Nuestra tercera y última pregunta, muy brevemente: ¿Cuáles son las alternativas en el juicio? Pablo responde en los versículos 7 y 8:

vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, 8pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia.

Vida eterna o ira y enojo de Dios, éstas son las dos alternativas. En 2da a los Tesalonicenses 1: 9 Pablo habló de aquellos que no obedecen el evangelio y dice, “os cuales sufrirán pena de eterna perdición”. Jesús concluye la parábola del gran juicio final, en Mateo 25: 46, con estas palabras: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

El infierno es la realidad más espantosa que podemos imaginar. Ningún horror o sufrimiento en la historia puede ser comparado con lo que Juan llama el “lago de fuego” y donde Jesús dice que “el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:48). Andar por la vida desconfiando y desobedeciendo al Dios infinito, es un pecado infinito, y será castigado con tormento eterno.

Pero si el infierno es infinitamente horrible para poder imaginarlo, la vida eterna en la presencia de Jesús Cristo es infinitamente hermosa para contemplarla en nuestras mentes. La felicidad que los santos tendrán en la Era venidera será más satisfactoria que todos los momentos de gozo experimentados por todos los hombres en la historia. ¿Ha existido alguna vez un momento en el que usted haya pensado que reventaría porque estaba demasiado feliz? Multiplíquelo por mil veces y que aumente continuamente por toda la eternidad, y tendrá alguna noción de lo que la vida eterna con Cristo significará.

Concluyo con un resumen de las respuestas a nuestras tres preguntas.

Todas las personas sin excepción pasarán por el juicio final de Dios.
El juicio será conforme a las actitudes y acciones, que son una señal segura de la autenticidad o ausencia de fe en Cristo.
Las alternativas en el camino llevan o hacia la vida eterna o hacia la ira y el enojo.

Si todavía no lo ha hecho, ¡decídase por la vida! ¿Por qué perecer? Confíe en Cristo y haga Su voluntad. Y para los que ya aman a Cristo, deléitense en la más gloriosa esperanza que puedan imaginar, y todo lo que hagan que provenga de la fe.

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