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El pluralismo ha encontrado mucha aceptación entre la gente de Dios. Aunque el pluralismo — la aceptación de ideas y prácticas no bíblicas como compatibles con la fe y la vida bíblica —no es un fenómeno nuevo, su persistencia en la historia de la iglesia y la omnipresencia de su influencia hoy en día es un asunto que preocupa mucho a los creyentes. Lo que diferencia al pluralismo viejo del nuevo es la manera en que recibió oposición en la Biblia y en la iglesia primitiva, pero es aceptado con entusiasmo por la iglesia en épocas recientes.

Evidencias del pluralismo aparecen en la vida temprana de Israel. La idolatría coexistió con la adoración tradicional en el templo en Jerusalén. Los Israelitas adoraban al dios Baal a través de actos extremadamente inmorales y realizaban sacrificios de niños al dios amonita Molek mientras mantenían una apariencia de adoración tradicional en los festivales y sacrificios anuales en el templo (ver Jer. 7:8-10). Los profetas repetidamente castigaron a Israel por realizar prácticas mágicas prohibidas en Deuteronomio 18. Segunda de Reyes 23 revela la gran diversidad de prácticas idólatras que se infiltraron en la religión Israelita pero que fueron purgadas bajo el reinado del Rey Josías. Los profetas le exhortaban a Israel que regresara al Pacto Mosaíco como la única base para las creencias y prácticas Israelitas.

En la iglesia primitiva el pluralismo tomó diversas formas. Los Judaizantes insistían que adicionalmente a la fe en Cristo, los Gentiles también debían obedecer la ley Judía, particularmente el rito de la circuncisión. Los Gnósticos propusieron textos adicionales a los Evangelios y prohibieron el matrimonio y ciertos alimentos como la única manera de llegar a un conocimiento espiritual superior. Otros insistieron en adorar a los ángeles y un surtido de reglas ascéticas. Pablo atacó el pluralismo denunciándolo como “un evangelio diferente” (Gal. 1:6-9). Habló del Evangelio como un “buen depósito” excepcional que consistía en “palabras sanas” (1 Tim. 6:3; 2 Tim. 1:13–14).

Contrario a las enseñanzas de Pablo, el mantra más reciente de los historiadores de la iglesia es que desde un principio, el Cristianismo no fue una unidad sino una vasta pluralidad en la cual coexistían puntos de vista que competían entre sí, sin la necesidad de discernir qué era genuino y qué era ilegitimo. De acuerdo con este punto de vista, cada escritor del evangelio expresó una perspectiva única sobre la vida de Jesús y sus enseñanzas, las cuales diferían radicalmente unas de otras. Las cartas Paulinas representan otro Cristianismo basado en la justificación por la fe. Los Historiadores ya no hablan del Cristianismo en singular. Ahora usan el termino “Cristianismos” cada uno con su respectivo texto, teología, y práctica. Únicamente mucho más tarde emergió la Gran Iglesia, unificada en doctrina y práctica. “Herejía” y “ortodoxia” son innovaciones del siglo cuarto — creaciones de concilios ecuménicos — impuestos a la fuerza por decretos imperiales, que acallaron a movimientos tales como los Gnósticos. Desde que los ganadores escriben la historia, muchos de estos puntos de vista han desaparecido y apenas hoy están siendo descubiertos a través de una meticulosa investigación histórica.

Estos historiadores están claramente equivocados en su revisionismo. Al igual que los profetas del Antiguo Testamento y Pablo en el Nuevo reprocharon a los falsos maestros, así los apologistas en la iglesia temprana repudiaron las enseñanzas rivales de los Gnósticos. Hipólito, a principios del siglo tercero escribió la Refutación de Todas las Herejías. Irenaeus y Tertullian son evidencia irrefutable de que la iglesia enseñaba un mensaje unificado a lo largo de las líneas Paulinas mucho antes del siglo cuarto. Irenaeus escribió en 185 D.C. que aunque la iglesia estaba diseminada por todo el mundo, “ocupa una sola casa, cree como si tuviera una sola mente, y predica como si tuviera una sola boca. Y aunque hay muchos dialectos en el mundo, el significado de la tradición es uno solo y el mismo.” Tertullian (c. 200 A.D.) añadió: “Mi primer principio es este: Cristo estableció un sistema definitivo de verdad que el mundo debe creer sin ninguna duda.” Los Apologistas se glorían en la una rama de la verdad heredada de las escrituras apostólicas.

Aunque el pluralismo apareció en tiempos bíblicos y en la iglesia primitiva, ha tenido una influencia especialmente fuerte en el modernismo y postmodernismo. Los defensores de las visiones del mundo ajenas al Cristianismo han producido numerosas alternativas introduciendo varios fenómenos filosóficos y culturales en sus reinterpretaciones del Cristianismo. Cada uno declama que únicamente al incluir estos elementos en la fe, el Cristianismo podría sobrevivir. El resultado fue una serie de “Cristianismos” en el siglo diecinueve que se asemeja más a las normas culturales de la época que a la fe histórica de los apóstoles.

Emanuel Kant, en el despertar del deísmo Inglés, transformó el Cristianismo en un moralismo racional. En La religión dentro de los Límites de la Mera Razón (1793) sostenía que únicamente aquellos actos explícitamente morales cuentan como genuinamente cristianos. Descartó el Antiguo Testamento; rechazó la caída histórica; y despreció la expiación substitutiva de Cristo llamándola la cumbre de la irresponsabilidad moral. Las personas “nacen de nuevo” — frecuentemente utilizaba términos tradicionales solo para darles un nuevo significado — convirtiendo su disposición más íntima para seguir la Regla de Oro. Adicionalmente, la oración, la adoración, y otras actividades de devoción eran para él substitutos supersticiosos de un comportamiento moral correcto.

Cuando el racionalismo dio paso al romanticismo como la principal visión del mundo en Alemania, Friedrich Schleiermacher enfrentó una decisión crucial. ¿Rebatiría la tendencia cultural de acomodarse al último movimiento trayendo a la iglesia de vuelta a los principios bíblicos y Reformatorios? En lugar de esto, continuó con la ofensiva del modernismo con otra reformulación de la fe — un Cristianismo romántico en el cual la conciencia subjetiva de Dios prevalecía sobre la enseñanza doctrinal objetiva. La Biblia no es la Palabra de Dios, sino un registro de la experiencia religiosa humana. Sin embargo, las doctrinas no son objetivamente verdaderas sino que son expresiones de una consciencia religiosa. Al igual que Kant, rechazó la caída y despreció la muerte sustitutiva de Cristo en la cruz considerándola “mágica.” En su lugar, defendió una visión “mística” en la cual Jesús atraía a la gente con la influencia de Su conciencia de Dios.

Tanto Kant como Schleiermacher se convirtieron en modelos del inclusivismo teológico, el cual apoyó la expansión de los límites de la fe Cristiana. Teólogos y pastores siguieron sus enseñanzas, defendiendo nuevas interpretaciones del Cristianismo como tan aceptables como las afirmaciones tradicionales doctrinales. La Ortodoxia dio paso a la “tolerancia” como la meta de la iglesia. Los oponentes Liberales crecieron hasta que en los años 1920 tomaron control de las más grandes denominaciones Protestantes.

Al analizar el éxito del liberalismo en promover el pluralismo dentro de la línea principal de las iglesias, la característica más notable de la escena religiosa actual es la dimensión en la cual el pluralismo ha entrado en las iglesias evangélicas. Varios estudios (históricos, teológicos y sociológicos) han documentado cambios dentro de las iglesias evangélicas— en sus universidades y seminarios, y entre los pastores y teólogos. Históricamente, las iglesias evangélicas representó un esfuerzo incondicional para resistir la incursión de las visiones ajenas a la ortodoxia histórica que amenazaba la integridad de sus enseñanzas. La ironía del creciente pluralismo es tal que se dieron cambios dentro las escuelas que fueron fundadas para combatir las ideas que ahora están ganado aceptación en ellas.

La mayor necesidad de la iglesia a la luz de estos eventos, es la articulación de una visión con un alcance claramente bíblico — unificado, coherente y exhaustivo. Tratará, en un principio, todas las dimensiones de la vida y del pensamiento, utilizando contenido bíblico. Tal visión se basa en el supuesto fundamental de que Dios es el creador, soberano providencial, y máximo redentor de todo lo que ha creado. Por consiguiente, en la Biblia no solo se ha revelado a Sí mismo como transcendente y soberano sino también como la máxima fuente de predicación — Él es la fuente de la verdad detrás de todo lo que puede ser conocido. Así mismo, El ha revelado una ley objetiva apropiada para quiénes somos y para el universo en el que vivimos.

Así, nuestra visión del mundo no solo debe afirmar una correcta teología, visión de la naturaleza humana, y medios de redención. Nuestra visión debe extenderse a todo en la vida, ya que todo en la vida es religioso. Tal como Santiago 1:26 hace del uso de la lengua una prueba de si la religión de una persona es verdadera o no, nuestras ideas y comportamiento moral hacen lo mismo. Sin importar la asignatura académica que estudiemos, ni la vocación que tengamos en la vida, ni las actividades culturales en las que participemos— cada una tiene su legitimidad y orden máximo en la auto revelación de Dios. Nuestra tarea, como creyentes del sigo veintiuno es no solo sujetar todos los pensamientos a Cristo (2 Cor. 10:5) sino toda la vida; hacerla obediente a Cristo y a su Palabra revelada.

Si debemos sujetar toda la vida al Evangelio, también debemos entonces liberarnos de los enfoques contrarios que evitan o violan los principios bíblicos. Algunas de estas falsas doctrinas son obvias — el naturalismo ateo que reduce la realidad a meramente material, políticas Maquiavélicas que hacen del poder un fin en sí mismo, y el cientismo que intenta reducir lo cualitativo a un mero análisis cuantitativo. Más difícil es la tarea continua de descubrir los supuestos que sutilmente se infiltran en la vida y pensamientos diarios — el pragmatismo en el cual el fin justifica los medios, o espiritualidades subjetivas que substituyen vagos sentimientos o intuiciones con análisis claros y lógicos.

Si el pluralismo en realidad ha capturado a la iglesia, la iglesia debe responder. La tarea de desarrollar y actuar de acuerdo con una visión bíblica del mundo cae en nosotros como individuos y colectivamente en la iglesia de Jesús Cristo. Pastores y teólogos no pueden cumplir con el mandato por sí solos. La gente de Dios debe aceptar el reto. Pablo dirigió sus cartas a las iglesias y también a los individuos. Debemos entonces ser embajadores de la cosmovisión, corporativamente en nuestras enseñanzas y en nuestra prédica, e individualmente en nuestra vocación diaria.

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