Anger Part 2: Three Lies about Anger and the Transforming Truth/es
From Gospel Translations
IRA 2ª PARTE:
UNA VERDAD QUE TRANSFORMA Y TRES MENTIRAS SOBRE LA IRA
por David Poliwson.
¿Qué es la ira? ¿Cómo deberíamos controlarla? La primera parte de este artículo1 tenía como objetivo ofrecer recursos bíblicos para entender esta imprevisible sensación. Podemos observar que la Biblia trata la ira con sumo detalle. Vemos que la ira afecta a todo el ser: cuerpo, emociones, mente, sentimientos y comportamiento. Tiene una finalidad interpersonal, siempre está relacionada con Dios y normalmente con otras personas. Es tanto natural como aprendida, para bien o para mal; es una cuestión moral. Dios nos da una visión del mundo desde la cual reflexionemos sobre la ira y en base a la cual luchemos contra las distintas expresiones de ira que se crucen en nuestro camino.
En esta segunda parte, haremos una crítica de tres de las ideas erróneas más perniciosas acerca de la ira que dominan en nuestra cultura. Como consejeros cristianos, podemos ofrecer la alternativa bíblica en toda su profundidad, esperanza y fuerza para las personas que están envueltas de mentiras. La verdad ofrece el camino para salir de la ira y de la confusión que la rodea. Este artículo concluirá con un conjunto de ocho preguntas que lo ayudarán a evaluar y a vencer la ira con santidad.
Mentira nº 1: La ira es algo dentro de mí.
Una consecuencia decisiva de todo lo que hemos hablado es que la ira no es una “cosa”. Es un acto moral de todo el ser, no una “sustancia” o “algo” dentro de usted. Puede que esto parezca obvio pero no lo es en el entendimiento de la mayoría de las personas. ¿Se trata de un fluido caliente y emocional que aumenta la presión en su interior? ¿O es un demonio que establece su residencia? Estas ideas tan comunes (¡totalmente opuestas la una de la otra!) concluyen ambas en que la ira es “algo”.
En general, en la cultura occidental muchas teorías explican la ira como un fluido emocional que acumula presión en su interior y tiene que ser liberado. Esta teoría “hidráulica” sobre la ira participa del saber popular para el cual “es simplemente, ni buena ni mala”. Las cosas son neutrales; los agentes morales no. ¿Por qué esta teoría parece verosímil? Porque los ejemplos mostrados a continuación capturan algo de cómo se puede describir la ira: la ira de una persona puede estar "contenida", “su bomba puede estar preparada". Las personas pueden estar con "la sangre hirviendo", llenas de ira; “liberando la presión”. Los enojos pasados y sin resolver pueden “guardarse dentro”, “esconderse” durante décadas. Usted se siente mejor si “se lo saca de encima” hasta “agotar” la ira. Todas estas metáforas describen persuasivamente la ira como una sustancia a presión en nuestro interior.
No hay duda, estas representaciones tan coloridas sí capturan cómo nos hace sentir la ira, pero el fin de una metáfora no es dominar algo sino representarlo. Por ejemplo, los autores del Antiguo y del Nuevo Testamento realmente no creían que se avivase un horno interior para calentarlo cuando usted “arde” de ira. La metáfora de "arder” captura gráficamente la sensación y los efectos que produce la ira pero su finalidad no es anular el hecho de que la ira es algo que las personas provocan. La ira parece abrasar pero no es un fuego. La solución para una ira pecaminosa no es sustraer el horno mediante una operación quirúrgica o ¡beber tanta agua que sofoque las llamas! La solución es moral: "volverse" del pecado a la gracia de Dios con fe de arrepentimiento.
¿Qué quiero dar a entender si digo: "mi vecina enojada gruñe, ladra o intenta morder a sus hijos? ¿Que muerde y mastica sus cabezas? ¿Se vuelve rabiosa y echa espuma por la boca?” Son palabras muy esclarecedoras. Pero seguramente no quiero dar a entender que tiene un perro guardián hidrófobo y ¡que el rabioso canino se ha apoderado de la situación! En ese caso, la única solución sería ponerle un bozal a la vecina o quitarle su sufrimiento. Un perro loco es una “cosa” que con las palabras no se puede solucionar. Sin embargo, he conocido a "gruñidores" que oyendo a Dios, arrepintiéndose, creyendo y obedeciendo, han crecido plácidamente.
Cuando la gente cree que la ira es una sustancia bajo presión, algo adentro, y no algo que provocan, esa idea dirige a otra solución distinta de la del arrepentimiento. La necesidad de algún tipo de catarsis parece lógica. Un consejero tratará de liberar la presión “abriendo la tapa” (¡otra metáfora!). “Usted tiene este delicado asunto hirviendo a fuego lento y necesita quitárselo”. Aquí tiene una almohada; considérela su mamá. Tome este bate de béisbol y golpéela fuerte, maldiciéndola por todo lo que le hizo. Se desahogará, se sentirá mejor y estará reparado". El guión parecería lógico solamente si la ira fuese una cosa adentro. Pero como no lo es sino un acto moral de todo el ser, el guión es pecado2. La ira no es una cosa, por lo que la verdadera solución es autocomprensión, un reconocimiento del error, arrepentimiento, fe y nueva obediencia por el poder de la gracia de Dios.
El segundo modo por el cual se visualiza la ira como una cosa se observa en las culturas animistas y en algunos segmentos de la cultura cristiana contemporánea. En ese contexto, mucha gente trata la ira como un "demonio". La lógica es la misma que la del modelo laico hidráulico. De nuevo, se ve la ira como algo en su interior. Usted estará sanado cuando saque esa "cosa", expulsándola en este caso. Esta teoría parece verosímil otra vez. Igual que las personas enojadas hierven, la ira tanto como cualquier otro pecado nos vuelve exactamente como el maligno. Él es el acusador que usurpa el trono del juicio, echa por la boca mentiras y medias verdades y trae ira contra Dios y otras personas. El mundo iracundo permanece por completo en su poder y el maligno persigue moldearnos a su imagen. Cuando uste ve (o es) una persona iracunda y pecadora, voilà, se muestra la imagen del maligno. Pero la mano del maligno en la ira no es distinta de su implicación en cualquier otro pecado. Él no nos demoniza para pecar, nos dirige. Nos tienta y nos miente en su intento por controlarnos y destruirnos. La solución no radica en exorcismos de supuestos demonios de rabia, ira, orgullo y rebelión, radica en arrepentirse de la rabia, ira, orgullo y rebelión, en volverse al Señor de la gracia. La ira es un acto moral no una cosa que mora en el interior y su solución es también un acto moral 3.
Ya que la ira es algo que las personas como agentes morales provocan, no existe ninguna razón para que tenga que ser descargada u objeto de exorcismo para solucionarla verdaderamente. Las teorías que funden o demonizan la ira parecen convincentes porque describen una metáfora gráfica o al archienemigo acechando por el vecindario pero malinterpretan lo que ven y llevan a las personas a la perdición.
Mentira nº 2: Está bien enojarse contra Dios.
Hemos visto anteriormente que es frecuente airarse contra Dios. La Biblia habla de ello decenas de veces 4. Es una de las reacciones humanas más lógicas dada la naturaleza carnal del pecado pero es un engaño mortal. Lo que su esposa le dijo a Job fue un consejo terrible pero al menos ella tenía las cosas claras: “Maldice a Dios y muérete” (Job 2:9).
Muchas psicologías populares tratan la ira contra Dios de manera nada útil. El consejo estándar dice algo así: "Si estás enojado contra Dios tienes que hacer cuatro cosas. Primero, recuerda que la ira simplemente es, ni para bien ni para mal. No pasa nada por estar enojado contra Dios; Él nos creó con sentimientos de ira. Segundo, Dios nos decepciona y nos abandona a menudo. ¿Si no cómo se puede explicar que nos maltraten y que clamemos a Él para que nos libere y aún así, el maltrato continúe? Si se supone que Él tiene el control, entonces Él podría haberlo detenido y no lo hizo. Tercero, usted necesita descargar su ira contra Dios. Su amor es maduro y un amor maduro puede absorber la ira honesta del ser querido, por lo que no tenga miedo de decirle exactamente lo que siente y lo que piensa. Muchos salmos describen la ira contra Dios por lo que si otros santos han dejado salir su ira contra Él, usted también puede. No censure sus sentimientos y su lenguaje, dígalo como lo sienta para que no sea un hipócrita. Cuarto, usted necesita perdonar a Dios. El perdón es lo contrario a la ira y usted necesita dejar salir la hostilidad para estar en paz consigo mismo y para construir una relación de confianza con Dios. Perdónele por las veces que Él lo decepcionó”. ¿Convincente? Muchos lo creen. ¿Coherente? Se complementan bien. ¿Verdadero? De ningún modo.
La ira contra Dios se examina con provecho preguntando: "¿Qué quiere y cree usted?”, como lo haría con cualquier otro caso de ira. Lo que usted siempre encontrará es que su corazón está controlado por deseos concretos y mentiras que han sustituido al Dios vivo y verdadero. Por ejemplo, si deseo casarme y creo que Dios me recompensará por mi devoción hacia Él con una esposa, mi corazón se está levantando en ira contra Dios. Cuando el deseo no sea satisfecho aparecerá la ira y la confianza resultará injustificada.
El tipo de ira contra Dios que se ve a menudo cuando se aconseja es casi sin excepción (discutiremos esos salmos "iracundos" en un momento) la ira pecaminosa. Fluye con malicia y desconfianza hacia Dios. Abraza (y proclama) con firmeza mentiras sobre cómo es Él. Racionaliza todo tipo de comportamiento pecaminoso y autodestructivo. La ira contra Dios se presenta como una gran oportunidad para aconsejar. Manejada correctamente, es el camino verdadero a través del desorden maligno del corazón humano. Por la gracia de Dios, los que están airados contra Él descubren a menudo por primera vez quién es Él realmente, y también quiénes son ellos.
Examinemos la fórmula terapéutica punto por punto. Primero, hemos tratado con el hecho de que la ira no es neutral. La ira hacia Dios o Lo acusará maliciosamente o manifestará que vive en fe en Él. Los sentimientos iracundos con los que estamos "hechos" pueden ser santos o malignos. Sin embargo, el primer consejo terapéutico evita completamente el dilema moral inherente a la ira.
Segundo, ¿nos abandona Dios cuando sufrimos? En ninguna parte de la Biblia podemos encontrar ni un atisbo de prueba de que Dios nos traicione realmente alguna vez. La Biblia habla del sufrimiento constantemente pero siempre nos muestra que ninguna "traición" aparente de parte de Dios pueda verse en el contexto de Sus grandes propósitos. Seguramente las personas pueden abandonarnos real y gravemente. Una persona maltratadora traiciona la confianza de un modo tan atroz que si en el infierno existen niveles, se merece la fosa más profunda 5. Seguramente, el maligno nos atormenta. Eso es él. Por definición queda claro que el sufrimiento duele. La ira hacia los tiranos y el archi-tirano está enérgicamente justificada. Y la queja (hacia Dios, en fe y esperanza) por nuestro sufrimiento está justificada de todo corazón. Pero Dios nunca ha prometido libertad por las lágrimas, lloros, gritos y dolor (o por el mal que las provoca), hasta el gran día en el que la vida y la alegría triunfen para siempre sobre la muerte y la tristeza. Es curioso que las personas que no creen realmente en la soberanía de Dios se vuelvan híper-calvinistas (“Él podría haber cambiado las cosas y no lo hizo”) cuando están enojados contra Él. Creer realmente en la soberanía de Dios es ganar un cimiento inamovible de confianza en medio de incluso tormentos infernales y mucho más con los sufrimientos más llevaderos.
El Dios verdadero es el que libera de los tiranos, no el tirano. Él es la única esperanza de los “pobres, afligidos, necesitados, desgraciados y oprimidos” que se encuentran siendo atacados en un mundo “rebosante de violencia". Y (una verdad tan profunda que sólo podemos decirla temblando), cuando somos honestos con nosotros mismos nos damos cuenta de que somos más como los tiranos que al contrario. La línea entre el bien y el mal atraviesa cada corazón, excepto el corazón del Cordero de Dios. No se trata de que los demás merezcan lo que nos hicieron a nosotros. Eso era simplemente maligno y recibirá su merecido, correspondido por completo mediante la ira de Dios (derramada tanto en los tiranos o en Cristo para los que se arrepienten). Pero es no implica que de ese modo seamos inocentes. Nosotros también merecemos ira por nuestros propios pecados. Jesús sufrió las torturas que justamente merecemos.
La ira contra Dios que los consejeros suelen ver siempre enmascara una autojustificación profunda y manifiestan una incredulidad flagrante, descarada. La fórmula terapéutica del mundo no cuestiona por ninguna parte la autojustificación y la incredulidad sino que en su lugar, la refuerza (¡por eso hay tantos que encuentran el modelo terapéutico tan válido y atractivo!) La fórmula terapéutica nunca podrá ofrecer la única esperanza verdadera para los que luchan porque nunca habla del pecado en la ira contra Dios: el Salvador que cargó con el pecado que liberará a Su pueblo de la condenación y la corrupción de sus propios pecados y del sufrimiento de los pecados de otras personas.
La Biblia también cuestiona el tercer punto de la fórmula terapéutica. Usted no necesita descargar su ira pecaminosa contra Dios para tratar con ella. Usted necesita arrepentirse por ella como Job. Necesita entender las peticiones, las falsas creencias, la autojustificación que la produce y conduce a ella. No hay ningún salmo que motive la descarga de ira hostil que los terapéuticos aconsejan. En los salmos “iracundos", sin excepción, lo que se respira es una actitud de fe. Sí, hay verdadero disgusto, queja, dolor y consternación. Podemos llamarla respetuosamente ira justificada porque anhela la gloria de Dios y el bienestar de Su pueblo. Esa ira afectuosa anhela que Dios, nuestra única esperanza, elimine los sufrimientos que estamos pasando ahora mismo. La intensidad de la queja surge de la intensidad de la fe. No contiene maldición, odio amargo, mentiras, desdén ni hostilidad que subestima, ni blasfemias. Los salmistas desmayan porque saben y confían en que Dios es bueno, porque Lo aman y porque están luchando para reconciliar Sus promesas con sus aflicciones en ese momento 6. Los salmistas avanzan hacia dios con fe honesta luchando contra las circunstancias. Sin embargo, las personas airadas contra Dios lo echan a un lado. Los salmistas quieren la gloria de Dios y quieren que el maligno se marche; se quejan en fe. Y típicamente (también ignorado por los falsos terapeutas), expresan una conciencia de culpa y pecado; reconocen que el sufrimiento en general es merecido de alguna manera. Una conciencia que coexiste con el odio hacia los intentos malignos de los causantes de aflicción. Cuando la Biblia nos enseña cómo expresar la angustia a Dios, nos enseña a llorar en fe no a clamar con rabia blasfema. La alternativa terapéutica está demasiado distorsionada como para enseñar a personas traumatizadas cómo y por qué quejarse a un Dios que ellos aman.
Cuarto, de una lista de blasfemias, la idea de perdonar a Dios es la gran blasfemia. Está claro que la persona que está tratando realmente con su ira hacia Dios con arrepentimiento y fe no volverá a airarse contra Dios. Siente una gratitud irrefrenable(otra cosa ausente en las falsificaciones) porque ha encontrado perdón, no porque él se lo haya concedido. Dios es bueno; no necesita nuestro perdón. Nunca se sentará en el banquillo de los acusados sin importar hasta qué punto nuestra ira pecaminosa buscase sentarlo a Él ahí. ¿Con quién comienza el perdón de modo que se pueda reconstruir una relación de confianza entre Dios y el hombre? ¿Es con nosotros? Imposible. Los terapeutas impostores llegan a este punto, como el resto, totalmente equivocados.
Los salmos y Job no ofrecen apoyo bíblico para estas ideas tergiversadas y trivializadas. Incluso Job, un hombre de Dios de fe honesta se arrepintió al final por su tendencia a la autojustificación. Hasta el extremo de que había culpado a Dios y buscó justificarse así mismo, fue llevado a admitir que estaba equivocado. De esto trata el libro. Los salmos, cuando se leen en su totalidad, no dicen lo que algunos pretenden cuando toman versículos fuera de contexto para apoyar una idea falsa.
Cada paso dentro de la fórmula terapéutica del mundo se inclina hacia un final: mantener al hombre sobre el trono del orgullo. Esta falsificación terapéutica justifica la ira como neutral, culpa a Dios de ser malo, descarga hostilidad y finalmente “perdona” al gran Delincuente. Exhibe un razonamiento moral poco profundo, poca profundidad incluso a la hora de formular el problema del mal (y mucho menos luchar contra ello) y poca profundidad en dedicarse a las Escrituras. ¡Esto debería enojar a los cristianos 7!
La persona que es honesta sobre su ira hacia Dios (y llega a la verdad sobre ello) caminará por un camino totalmente distinto del prescrito por la fórmula popular. El corazón creyente y arrepentido no se conformará con una incómoda tregua entre sus sufrimientos pasados y su voluntad actual para sobrellevar algún tipo de relación con un Dios que me abandonó. El corazón creyente encontrará verdad, alegría, esperanza y un amor indescriptible. El corazón creyente encontrará a Dios.
Mentira nº 3: La ira conmigo mismo es mi mayor problema.
Muchos de los problemas que acabamos de discutir reaparecen en ideas actuales sobre autojustificación. El saber actual argumenta que si uno está enojado consigo mismo y esto es un fenómeno bastante común, principalmente uno tiene que perdonarse 8. Dos verdades típicamente pensadas para pasar de la ira con uno mismo a auto-perdonarse son: primero, “Dios no creó basura y ya que Él me creó yo debo valer algo". Segundo, "Jesús pensó que yo era tan valioso que Él me amó y vino para morir por mí". En los cimientos de estas afirmaciones puedo sentirme bien conmigo mismo y ver mis fracasos de una manera más tolerante. ¿Resultado final? “Me perdono” en lugar de enojarme conmigo mismo 9. Para muchas personas suena convincente pero es totalmente erróneo.
¿Por qué se enojan las personas consigo mismas? En primer lugar, siempre que no han logrado estar a la altura de algo. Eso es lo que es la ira, un criterio contrario que se percibe injusto. Ese criterio puede ser falaz: necesitar una casa como las de revistas como House Beautiful, conseguir directamente la máxima puntuación, poder complacer a unos padres insatisfechos, tener un tiempo de estudio tranquilo. O puede que el criterio sea certero: cometer adulterio, abortar, holgazanería. En cualquier caso, hay algo por lo que creo que debo estar al nivel. Y quiero estar al nivel, pero fracaso. Ese es el primer peldaño hacia mi autocomprensión.
Segundo, la ira siempre conlleva un juez porque éstos son los que emiten juicios. En las metáforas del Antiguo Testamento algo puede ser desagradable tanto “a mis ojos”, “a tus ojos” como “a ojos del Señor”. ¿Qué ojos están juzgando cuando me enojo conmigo mismo? Los míos. Yo evalúo y mi juicio es final. Por eso los que se odian así mismos nunca están satisfechos del todo con la ayuda bien intencionada para que crean en el perdón de Dios por medio de Cristo. Puede que "ya crean" que Dios les ha perdonado por el caos del aborto pero eso no basta: "no puedo perdonarme". Y mis ojos son de suma importancia, más importantes que los de Dios.
Merece la pena indicar que las personas que suelen “no perdonarse a ellas mismas” atienden tanto a sus ojos como a los de los demás. Quiero que mi casa luzca impecable para agradarme a mí misma (entonces me desagrado cuando no lo logro) y para agradar o impresionar a mi madre y a mis vecinos. Cuando mi casa está desordenada me aborrezco. He fracasado en cada intento sin lograr agradarme ni a mí ni a los demás. O puede que tenga un criterio certero (aborto) pero los ojos equivocados. Ante mis ojos no “puedo perdonarme” por haber abortado. ¿Cómo pude yo haber hecho eso? Tengo que compensarlo o tengo que sufrir por ello. Esto es autojustificación extrema en cada parte de la operación interpersonal: soy a la vez juez, criminal, salvador y no conozco nada sobre la justicia de Cristo que hace que el Nuevo Testamento cante de alegría. De manera típica, los ojos de los demás juegan otra vez un papel paralelo a mis propios ojos: me avergüenza que alguien sepa lo del aborto; tienen que pensar lo peor de mí. La Biblia califica esto de temor al hombre, substituir el temor al Señor por la opinión de los demás. Los ojos para los que viven los que se odian así mismos son a menudo un compuesto de lo que la Biblia llama orgullo y temor al hombre.
Tercero, cuando establezco el criterio y los ojos que me juzgan, también estoy creando mi definición de “salvador”. Para compensar mi fracaso y cumplir con mi propio criterio (o el de otros) puede que tenga que esforzarme y preocuparme por alcanzar la perfección. Limpio la casa el doble; abro las puertas de mi casa a madres solteras y trabajo en el ministerio pro-vida de manera compulsiva. Pero no funciona. La casa continúa desordenada sin importar lo bien que lo haga; el aborto aún ensucia mi pasado. Decido que quiero seguir ejerciendo el papel de mi propio salvador reconstruyendo un historial perfecto que (ojalá yo pudiera hacerlo) haría que todo fuese mejor; pero fracaso por lo que los que se odian así mismos siempre tienen la última palabra. Vuelvo a impartir mi propio castigo sin fin representando el papel de juez y cordero sacrificado todo en uno. Me hostigo mentalmente; no dejo de darle vueltas a los remordimientos, las recriminaciones conmigo mismo, odio hacia mí, acusándome sin piedad por mis transgresiones (imaginarias o reales). Estoy enojado conmigo mismo; no puedo perdonarme.
Un consejo bíblico debe dirigirse a estas personas abarcando esos tres puntos: criterios, “ojos” y salvadores. Viven en una total falsificación de la realidad bíblica por lo que viven así de confundidos e infelices. Sólo la verdad puede traerles sabiduría y felicidad. Su objetivo como consejero es redefinir la realidad en la que viven, plantearles cómo se puede transformar la vida mediante la renovación de la mente.
Primero, descubra si los criterios que alguien emplea para juzgarse son los de Dios, los suyos o los que ha tomado prestado de otros (como los de mamá o los vecinos). Algunas veces estos criterios estarán definidos y muchas otras tergiversados y podrán ser enfrentados y transformados a la luz de la verdad.
Segundo, ¿qué ojos son los sumamente importantes? ¿Qué aprobación importa? Vivir para mis propios ojos es sustituir a Dios en mi consciencia; es un acto de orgullo. Vivir para los ojos de los demás, para su aprobación, es sustituir su evaluación por la de Dios; es un acto de temor al hombre. Vivir ante los ojos de Dios es el comienzo de la sabiduría, por esto el que se odia así mismo y se da cuenta de ello, se despierta a la realidad. Es consciente de sus pecados y nunca duda de su verdadera necesidad de perdón.
Tercero, ¿quién es el salvador propuesto a partir de todo este caos y sufrimiento? ¿La persona espera encontrar un modo de perfeccionarse mediante sus propios esfuerzos? ¿Se castiga así misma por la culpabilidad ante los fallos que ve? Jesucristo es el único que perfecciona, Él es el único que puede cargar con la culpa. Él puede perdonar la multitud de pecados que existen: transgresiones serias (adulterio, aborto, holgazanería), la confianza y fe en referentes falsos (House Beautiful), la elección de vivir ante otros ojos que no son los de Dios (los míos o los de mi mamá) y la búsqueda de una justificación alcanzada por uno mismo como un falso salvador. Jesús da la justificación verdadera, Su propia vida perfecta, a las personas que pecan. Él da un perdón real, Su perfecto sacrificio de sí mismo para cargar con nuestra culpa, a las personas que pecan. Él da un poder que mora en nuestro interior, Su Espíritu Santo, para renovar nuestras mentes, darnos gozo y cambiarnos. Qué alivio comparado con la angustiosa auto-absorción de los esquemas para perdonarse uno mismo.
Los que se odian a ellos mismos verán cómo se resuelven sus problemas mientras que trabajan en esto. No existen cabos sueltos en la verdad de amor de Dios. Vivir para House Beautiful se perderá en lo más hondo como un nervioso y mezquino ladronzuelo del que Dios me ha liberado con sumo gusto. El aborto fue realmente perdonado no porque yo lo enmendase o me castigase a mí misma sino porque Jesús amó a un pecador. El orgullo y el temor al hombre que me llevaron a mí y a otras personas al banquillo de los acusados ahora son reemplazados por el temor del Señor que es el comienzo de la sabiduría. El perfeccionamiento legalista de mi esfuerzo por tener éxito y el auto-castigo de mi ira por sí misma son reemplazados por gratitud por la gracia de Dios. Caso cerrado, no más “enojado conmigo mismo” ni tampoco un tufillo de “tengo que perdonarme".
Por cierto, dése cuenta de cómo un análisis falso (¿enojado consigo mismo? Perdónese), lo lleva a un falso evangelio igual que cuando nos planteamos enojarnos contra Dios. En el guión bíblico no hay alusión a “usted es así de valioso gracias a la creación y el amor de Jesús muestra lo valioso que es, por lo que puede sentirse bien consigo mismo". La verdad es que la creación y la redención no nos dan muchas razones para sentirnos bien con nosotros mismos. Nuestra creación fue a la imagen del Dios de la gloria y aún así mire cuánto hemos caído: "el corazón de los hijos de los hombres está lleno de maldad y hay locura en su corazón toda su vida” 10. Una mirada honesta a nuestra gloria en la creación “para que toda boca se calle… por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3). De igual manera, nuestra redención se consiguió de una manera que manifiesta completamente lo malos e incapaces que somos. El único Hombre valioso y bueno murió voluntariamente por enemigos pecadores, débiles e impíos. ¡Tales datos apenas ofrecen una razón para una confiada aprobación y perdón de uno mismo! La gracia, por definición, arruina la autoestima. El evangelio bíblico nos dirige hacia el valor de Jesucristo quien redimió a los indignos y condenados merecidamente. Cuánto mejor es este evangelio verdadero que establece nuestra necesidad de ser perdonados por Dios (no por nosotros mismos) y nos perdona completa y gratuitamente. Las personas que abrazan la gracia de Dios se vuelven realmente felices sin necesidad de apoyos para su débil concepto de sí mismas. Un auto-conocimiento bíblico y definido destruye la supuesta necesidad de autoestima; da lugar a las únicas personas de la tierra con razones para estar confiados conforme abordan la vida.
La idea de perdonarse para solucionar la ira con uno mismo complace un pecado básico: mantiene a las personas viviendo ante los ojos equivocados, los suyos. "Estoy enojado conmigo mismo, necesito perdonarme". Ese armario psicológico sin aire no es en absoluto el mundo real en el que la Biblia nos libera para vivir. Por ejemplo, en 1ª de Corintios 4:3-5 Pablo dice que no le importa lo que otros piensen de él: “En cuanto a mí, es de poca importancia que yo sea juzgado por vosotros, o por cualquier tribunal humano”. No vive para los ojos de los demás luego dice que no le importa lo que él piensa de sí mismo: “de hecho, ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque no estoy consciente de nada en contra mía; mas no por eso estoy sin culpa". No vive para sus propios ojos. Finalmente dice: “pues el que me juzga es el Señor”, y continúa hablando de lo que significa vivir ante los ojos de Dios. La opinión de mí mismo (“consciencia”) y la que usted tiene sobre mí (“reputación”) no importa a menos que concuerden con la opinión que Dios tiene de mí. Son muy valiosas cuando permanecen en su lugar, son tiranas cuando ocupan el trono.
La ira de por sí, como la ira contra Dios, llega a resolverse de manera rica y satisfactoria cuando se entiende correctamente y cuando el Evangelio se impone. Las falsificaciones que a menudo se les ofrecen a personas con problemas son suficientes para hacer que los cristianos lloren con ira y profundo pesar.
Un camino fuera de la ira.
Vayamos ahora hacia una dirección positiva. ¿Cómo podemos aplicar la enseñanza bíblica sobre la ira para que nos ayude a cambiar? Esa es la pregunta con premio. Todo lo que hemos considerado hasta ahora puede resumirse en ocho preguntas muy prácticas. Las primeras cuatro preguntas ayudan a evaluar la ira, las cuatro segundas conducen a una solución 11.
Permítanme que utilice como ejemplo una sencilla situación que nos incita a muchos (¿a todos?) a enojarnos. Usted se encuentra en un embotellamiento y llega tarde a una cita importante. Quedan cinco minutos para las doce y la cita es a las doce en punto. Se encuentra atrapado en la autopista a diez millas, en un atasco que no ha avanzado durante veinte minutos y no parece dar señas de desatascarse. ¿Una reacción habitual? Usted gruñe de ira, de frustración, disgusto, consternación, desdicha, tensión. Cuando ocurra así, hágase estas preguntas:
Pregunta nº 1: ¿Cuál es la situación?
Esta es fácil. ¿Qué situación es la causante? La ira es provocada, tiene un gatillo, sucede por razones específicas de lugar y tiempo. ¿Qué le está ocurriendo? “No fui tentado a la ira hasta que me quedé atrapado en el embotellamiento y el tic-tac del reloj se movía hacia las 12 y sabía que llegaba tarde a la cita". La importancia de la situación incluye al Departamento de Transporte que decide hacer obras en la carretera en ese preciso momento, el tráfico, el tiempo, la cita, la posible reacción de la persona que está esperando y así sucesivamente.
Pregunta nº 2: ¿Cómo reacciono?
Esta pregunta también es relativamente sencilla. Está destinada a ayudarle a identificar modos específicos en los que usted manifiesta esa ira pecaminosa. ¿Qué está pasando por sus pensamientos? Mentalmente está maldiciendo al Departamento de Transportes. Agota ansiosamente posibles guiones mentales para excusarse con esa persona; la estoy dejando plantada. Quizás se auto-recrimine: “¿Por qué no salí antes o tomé un camino diferente o escuché en la radio el informe sobre el tráfico? ¿Y si la persona que tengo que ver se disgusta conmigo?" ¿Dónde está Dios aquí? Puede que haya maldecido apelando a Su ira para atender mis frustraciones. Puede que haya tenido un pensamiento fugaz “tendría que... o no debería…”, pero eso no ralentiza el tren fugitivo. Puede que haya tenido pensamientos iracundos sobre Dios: "el cristianismo no funciona. Dios es una broma, ¿para qué sirve?".
¿Cuerpo y sentimientos? Me siento enojado, irritado, caliente. Cuánto más estoy aquí sentado, más siento el humo saliendo por mis orejas. Me siento tenso, la parte posterior del cuello se tensa, el estómago se revuelve, ansiedad por faltar a la cita.
¿Acciones? Acercarme sigilosamente al paragolpes frontal y que nadie aparezca por los lados. Le doy un puñetazo al tablero de mandos. Gruñidos, suspiros, bufidos. Descargo mi indignación “¡No me lo puedo creer!” ¡Esto es ridículo! “De todos los…” Enciende y apaga la radio con agresividad. Una palabra o gesto grosero. Conduce como un maníaco una vez que el tráfico se despeja. Un semi-coherente arrebato de ira y excusas cuando al final llega a la cita. Este guiso de ira (y algo de miedo) es una reacción humana clásica del “fruto de la carne”.
Pregunta nº 3: ¿Cuáles son los motivos?
Estoy gruñendo y quejándome por lo que algún conjunto de deseos y falsas creencias deben estar dirigiéndome. Hágase preguntas básicas: ¿Qué es lo que realmente deseo? ¿En qué creo realmente? La ira sale de mi corazón, la situación no la provoca 12. Aquí tiene algunos posibles gobernadores del corazón:
•“Quiero llegar a donde quiero cuando yo quiera llegar allí". Esto es puro orgullo.
•“¿Qué va a pensar la gente de mí? Ya llegué tarde en otra ocasión". Temor al hombre.
•“Quiero y necesito el dinero que estoy seguro que esta venta va a producir” (o la cura que el doctor estaba seguro de dar o el amor que esa persona iba a darme de seguro o…) Múltiples antojos (“Yo quiero”) y falsas creencias (“Yo necesito”) respecto al dinero, medicina, amor.
Cuando estos antojos (clásicos “deseos de la carne”) y las falsas creencias gobiernan mi vida, producen ira pecaminosa. Si Dios gobernase mi vida, estos afectos naturales estarían subordinados. Podría sentir alguna desilusión pero no estaría luchando por mantenerme a flote en la ciénaga.
Pregunta nº 4: ¿Cuáles son las consecuencias?
La ira tiene consecuencias. Crea ciclos de retroalimentación, círculos viciosos. Puede que mientras los carros avancen lentamente, raye el carro a mi lado y me gane una bronca por la hostilidad del conductor y un cargo de 250$ deducible de mi seguro por colisión. Quizás recoja consecuencias físicas y emocionales: culpa, tensión y angustia creciente, dolor de estómago y de cabeza. En ocasiones las consecuencias son fatales: el gesto grosero lleva al receptor a agarrar un arma y disparar. Quizás cuando finalmente llegue a la cita estoy tan caliente, molesto, nervioso y lleno de excusas que causo una terrible impresión y pierdo la venta (o la novia). Quizás mi manera inmadura de actuar arruina mi reputación ante el personal completo de la consulta del doctor y se pasan veinte minutos de humor sarcástico a mi espalda. “Mi día está arruinado”.
Las primeras cuatro preguntas han identificado y diseccionado la reacción iracunda. Señalan la provocación concreta, el detallado guiso de reacciones, los motivos subyacentes y las consecuencias. Incluso en este diminuto accidente, hemos echado un breve vistazo a los círculos viciosos que definen “pecado y sufrimiento”. Las siguientes cuatro preguntas avanzan hacia una resolución bíblica por la gracia de Dios que ha estado observando todo el tiempo lo que estaba sucediendo.
Pregunta nº 5: ¿Qué es verdad?
¿Quién es Dios? ¿Qué es lo que dice? Muchos temas y verdades de la Biblia pueden tener importancia pero voy a concentrarme en tres que son siempre importantes cuando se trata con la ira. Primero, Dios está presente y tiene el control de esta y cualquier otra situación. Su soberanía está por encima de las cosas que enfrento en la primera pregunta. No se supone que yo tenga que controlar el mundo pero eso no significa que el mundo vaya al azar y fuera de control. Usted solucionará la ira pecaminosa cuando aprenda a creer. "Dios es sumamente relevante cuando estoy atrapado en el tráfico y llego tarde. Él está presente y Él está preparando algo bueno en mi vida como hijo Suyo. El propósito primordial de Dios es rehacerme a imagen de Jesucristo. Hacer de mí una persona lenta para la ira y repleta de confianza, hacerme un pacificador y no un guerrero. No me gusta que mi cita se anule pero Dios me ha puesto en mi mano una oportunidad perfecta para llegar a ser otro tipo de persona”.
Segundo, la ley de Dios habla para situaciones cono esta. La ley actúa de dos maneras, como un espejo y una lámpara. Primero, Dios sostiene un espejo ante mí: “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza” y “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este primer gran mandamiento permanece al descubierto en mi corazón: ¿qué amé en su lugar? Me enojo porque amé mi proceder, aprobación de los hombres y dinero (o salud o amor). Este mandamiento diagnostica lo que averigüé sobre mí en la pregunta 3. De hecho, ¡me enseñó a hacerme este tipo de preguntas! El segundo gran mandamiento deja mis frutos al descubierto. ¿Qué frutos de la carne surgieron de los antojos de la carne? Las reacciones pecaminosas de la pregunta 2 son expuestas por lo que son. Incluso me enseñaron el tipo de cosas que tengo que esperar por la multitud de ejemplos y preceptos en la Biblia que iluminan este mandamiento 13. Dios también sostiene la ley como una lámpara para guiarme. El primer gran mandamiento me dice que ame (y confíe, tema, espere, me vuelva...) a Dios. Yo puedo confiar en Su provisión para mis finanzas (o para la salud, amigos, matrimonio) en vez de codiciarlas. Yo Lo puedo amar por traer sentido y discernimiento sabio para una situación que anteriormente era una ciénaga emocional. Me dice cómo encontrarme y amar a Dios (a continuación en la sexta pregunta). El segundo gran mandamiento habla positivamente sobre considerar los intereses de los demás. ¿Cómo aplicarlo? Yo podría ser generoso mientras que el tráfico confluye y dejar pasar a alguien. Quizás la cortesía me hubiera hecho hacer una llamada (si es posible) para que la persona que me está esperando conociese la situación. Este mandamiento habla de paciencia y de otros numerosos frutos que se aplicarán en diferentes situaciones de la vida. Me acuerdo de que tengo que decir la verdad cuando le cuente a alguien lo que pasó. Me enfrenta para ganar la sabiduría que necesito para aplicar la voluntad de Dios en esta situación concreta: a las 11:55 de la mañana cuando estoy atrapado en un embotellamiento y llego tarde a una cita (a continuación en la pregunta 7).
Tercero, la verdad de Dios habla del evangelio. He sido condenado por violar el primer y segundo gran mandamiento en este pequeño incidente en la autopista. Estos son pecados y el evangelio es el puente entre la ley como un espejo y la ley como una lámpara, entre el caos del pecado y el gozo de la sabiduría. El evangelio perdona los pecados, me restaura en Dios, me da poder para ser diferente y una esperanza más grande que las desilusiones de la vida. Dios es una ayuda muy presente cuando hay problemas y puede darme la gracia para actuar de un modo generoso y pacífico mientras aguanto en el embotellamiento. Puedo conocer y regocijarme de nuevo en el indescriptible regalo que es el amor de Dios.
Pregunta nº 6: ¿Cómo puedo volverme a Dios para pedir ayuda? Hágalo.
La pregunta nº 5 estableció la visión del mundo en la que los problemas ahora tienen sentido. Dios se mostró y el modo de escapar de la locura hacia la sabiduría está claro. Sin embargo, análisis simplistas o incluso los pensamientos más claros (algo que las preguntas de la 1 a la 5 intentan manifestar) no me cambiarán.em La sexta pregunta me mantiene en movimiento. Dios quiere que Lo busque, que interaccione con Él. Tengo que aplicar las verdades de la quinta pregunta, por ejemplo trabajando hacia las preguntas que distinguen la justicia y la ira pecaminosa. No es difícil confesar que mi ira fracasó en la primera prueba de ira justa 14: el embotellamiento no es un demonio moral solicitando la energía de la ira. Mi ira pecaminosa ha hecho válida esa mentira porque yo serví a falsos dioses identificados en la tercera pregunta. Tengo que arrepentirme, volverme de los antojos y frutos de la carne al Señor de vida. Tengo que confesar mis pecados, pedir perdón, creer en el evangelio, pedir sabiduría para conocer cómo responder y el poder para hacerlo. El resultado de todo esto será una claridad mental, “ir hacia la mentalidad correcta”. Conoceré la gratitud genuina hacia Dios y la satisfacción (aún en el embotellamiento, ni más ni menos) que era inconcebible cuando estaba inmerso en mis pecados. ¡Gracias Dios, por ser quien Eres, por la bondad de Tu evangelio que me ha hecho encontrarme aquí en mi necesidad! “Bienaventurado el hombre que halla sabiduría… Es más preciosa que las joyas, y nada de lo que deseas se compara con ella” (Proverbios 3:13-15). Estoy experimentando la bendición de una sabiduría deseada más que mi proceder, que causar impresión, conseguir dinero o el resto de cosas que me volvían un manojo de nervios.
Pregunta nº 7: ¿Cómo debo responder ante esta situación para glorificar a Dios? Hágalo.
El arrepentimiento y la fe conducen a cambios concretos en el comportamiento, emociones, pensamientos. La justicia es tan específica como los pecados descritos en la segunda pregunta. En el nivel más sencillo, puedo simplemente respirar profundamente y relajarme, confiar que Dios tiene ciertamente el control. Pero Dios también tiene otros frutos en mente. Me he convertido en un conductor educado y generoso. ¿Qué importa si tengo dos carros más delante de mí? Dejaré que pasen un par más; Dios me ha liberado de los aspectos hostiles y competitivos de la ira pecaminosa. El embotellamiento ha dejado de ser una pelea de perros. Le doy gracias a Dios. Planeo lo que voy a decirle a la persona que tengo que enfrentar: ni excusas inquietas ni irritación furiosa, sino los hechos tal cuales y preocupación por su bienestar. Planearé una disculpa por las molestias (no pediré perdón, eso es cuando peco contra alguien, las disculpas son por accidentes. Si hubiera llegado quince minutos tarde a propósito, entonces tendría que pedir perdón por actuar con desconsideración). Qué alegría estar libre del caos emocional del pecado. En lugar de esa mezcla de ira, ansiedad, confusión y contrariedad, estoy tranquilo mediante la agradecida “paz que sobrepasa todo entendimiento” y el “secreto del contentamiento” que provienen de vivir a la luz del evangelio. La séptima pregunta aborda cada uno de los aspectos de la situación descrita en la pregunta 1 y reivindica con detalle la voluntad de Dios en mi mundo.
Pregunta n º 8: ¿Cuáles son las consecuencias de la fe y la obediencia?
Ya hemos mencionado algunos de los beneficios subjetivos. De manera más objetiva, quizás se evitó un parachoques maltrecho o incluso un asesinato. Se evitó que alguien más tropezase con la ira pecaminosa o con el asesinato por mi culpa. Y desde mi parte del mundo, quizás mi respuesta educada y relajada contagie a la media docena de coches a mí alrededor. La piedad crea un círculo de misericordia; así llegamos al círculo completo y encontramos que la piedad, aunque no garantice un cambio en la situación original, a menudo tiene un efecto para bien sobre el mundo. Quizás acabe logrando igualmente la venta porque el manager está muy impresionado por la manera razonable y calmada con la que manejé una frustrante situación. Ha visto a tantos otros vendedores que soltando más y más excusas que la piedad lo intrigó y lo sedujo.
Las posibilidades de las polifacéticas bendiciones de Dios son infinitas. En lugar de que mi día fuese arruinado, Dios me ha liberado del pecado y del sufrimiento y seguramente este sea uno de los días más importantes de mi vida desde la perspectiva del crecimiento a la imagen de Cristo. He aprendido cómo funciona la vida en el mundo de Dios. He aprendido cómo trabaja el evangelio. He aprendido profundas lecciones de una parte muy reducida de la vida. Y seguramente cuando hable una tarde por teléfono con un amigo consternado y con problemas, seré capaz de “consolar a los que están en cualquier aflicción con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios”. Yo no sufrí mucho el inconveniente del embotellamiento y quizás él o ella estén sufriendo bastante. Pero la dinámica del corazón humano es idéntica: comprenderé la tentación de mi amigo a la ira, temor y desesperación porque comprendí la mía propia. Y he logrado comprender la manera de escapar. Caminar a través de ello no solo me ha bendecido a mí sino que me ha hecho capaz de aconsejar sabiamente a los demás.
Un embotellamiento es sólo un minúsculo caso de estudio. Algunas personas podrían preguntar: “¿Qué tiene que ver esto con las grandes aflicciones y mayores provocaciones a la ira?” Del modo en que la Biblia ve las cosas, todo está relacionado. Las mismas verdades sobre Dios se aplican del mismo modo. Seguramente que muchos detalles cambien y la Biblia es franca: habrá lágrimas que no serán enjugadas y enemigos que no se apartarán del camino hasta el último día. La octava pregunta no crea el cielo en la tierra pero crea sabores del cielo aunque el último enemigo no haya sido puesto aún bajo los pies de Cristo. Si el día que vea a Cristo seré hecho completamente como Él, entonces de una pequeña forma estoy probando el gozo del cielo cuando soy hecho un poco más como Él en un embotellamiento. Estas ocho preguntas nos orientan a la realidad cristiana, que es lo mismo que decir ¡qué nos orientan hacia la realidad! Nos enseñan acerca de la realidad de nuestro mundo, de nosotros mismos, de nuestro Dios, de cómo vivir. A las personas que Dios enseña a manejar un embotellamiento, Él enseñará a manejar cualquier cosa.
[La tercera parte de este artículo “Cómo tratar con la ira” (How To Deal With Anger) se centrará en el procedimiento para dar consejo a personas enojadas. Se publicará en el próximo tema de The Journal of Biblical Counseling, Dios mediante. ¿No es llamativo/interesante cómo la última frase puede mantener a los lectores, autores y editores asimismo alejados de la ira pecaminosa si algo se interpusiera con esos planes?"]