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Recuerdo haber usado la palabra "polity [gestión]" en un trabajo que escribí cuando estaba en octavo grado, y que mi profesora de inglés, de 24 años, me la señaló como error. Con alegría juvenil llevé el diccionario a donde estaba ella, lo abrí y leí algo parecido a “la organización creada para gestionar asuntos, especialmente de interés público; gobierno”. “Polity” es, por tanto, gestión, organización, gobierno y estructuras de poder.

Como cristianos luchamos para fundar nuestras vidas en las enseñanzas de la Escritura. Debemos preguntarnos, entonces: ¿Son claras las escrituras con respecto al gobierno u organización de la Iglesia? Y si es así ¿qué nos enseñan las Escrituras al respecto? Por supuesto, nosotros, los cristianos, creemos que las Escrituras son suficientes para nuestra predicación y disciplina, para nuestra espiritualidad y alegría en el seguimiento de Cristo, para el crecimiento de nuestra Iglesia y nuestro entendimiento de la evangelización. Pero, ¿es la Escritura entendido decirnos cómo organizar nuestra vida en común como cristianos en nuestras iglesias o somos dejados simplemente actuar según nuestros descubrimientos de las mejores prácticas? ¿Es una cosa indiferente la gestión de nuestra iglesia? ¿Es esta una cuestión que debe determinarse simplemente de forma pragmática con lo que sea que parezca funcionar mejor y que evite problemas de la forma más objetiva?

Creo que Dios ha revelado en su Palabra todo lo que necesitamos saber para amar y servir a Él, y esto incluye todo lo que necesitamos saber incluso sobre la organización de nuestras iglesias. Esta ha sido la creencia de la confesión de los baptistas, congregacionistas, presbiterianos y muchos otros en los años anteriores, y ha sido asumido por aquellos hombres a los que Dios ha llamado para llenar nuestros púlpitos. Permiteme ser claro. Cuando decimos que la gestión de una iglesia puede ser encontrado en las páginas del Nuevo Testamento no queremos decir que creamos en la corrección de nuestras prácticas y luego busquemos formas bíblicas de justificarlas. En vez de eso, nuestra meta debe ser buscar en la Biblia, reconocer algunos aspectos básicos de la estructura y organización que ahí se enseñan y luego organizar nuestras iglesias de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia.

Las páginas del Nuevo Testamento son llenas de ejemplos sobre cómo estructuraron sus iglesias los primeros cristianos. En las páginas del Nuevo Tesamento encontramos que había momentos claros de reunión (Hechos 20:7; Heb 10:25), elecciones (Hechos 1:23-26; 6:5-6),oficiales (por ejemplo, Felipe 1:1; Hechos 20:17, 28), disciplina (I Corintios 5), contribuciones (Romanos 15:26, I Corintios 16:1-2), cartas de encomendación (Hechos 18:27, II Corintios 3:1), la administración de las ordenanzas(Hechos 2:41, I Corintios 11:23-26), y los requisitos de membresía (Mateo 28:19; Hechos 2:47). Claramente Dios nos ha dado en Su Palabra indicaciones sobre muchos de los aspectos de la estructura de la vida en común de una iglesia.

¡Y es fenomenal que Él lo hace hecho! Teniendo por seguro que la Palabra de Dios pretende regular nuestra vida en común, incluso en la organización de nuestras iglesias, nos libera de la tiranía de la moda más reciente. Algunos pastores de hoy pueden creer que es necesario que tenemos coros y comités, pero que no es tan importante tener sermones (si sentimos que nuestro video ministerio no está listo para ese hueco en el tiempo), o no es tan importante tener membresía (si no podemos encontrar nada más creativo que hacer). La palabra de Dios, en cambio, reordena nuestro pensamiento sobre la iglesia. Encontramos que la Biblia desarrolla unos parámetros claros para instruirnos (aunque dentro de esos parámetros hay flexibilidad). Empezamos a descubrir que debemos tener predicación y membresía, y que tenemos que no es tan importante tener coros y comités.

John L. Dagg (1794-1884) escribió que

El orden de la iglesia y los ceremoniales de la religión son menos importantes que un corazón nuevo; y a la vista de algunos, cualquier laboriosa investigación de cuestiones relativas a ello pueden parecer innecesarias e inútiles. Pero sabemos por las Santas Escrituras que Cristo dio órdenes a este respecto y que no podemos desobedecer. El amor provoca nuestra obediencia; y el amor provoca también la búsqueda que puede ser necesaria para determinar su voluntad. Por lo tanto, persigamos las investigaciones que tenemos enfrente con una oración fervorosa, que el Espíritu Santo, que guia a la verdad, nos ayude a conocer la voluntad de aquel que amamos y adoramos por encima de todo. (Manual of Church Order, pág. 12)

Al reconocer esto haríamos bien en considerar las enseñanzas de las Escrituras sobre algunos aspectos centrales de la gestión de una iglesia. Muchas cuestiones podrían ser consideradas, pero quiero centrarme en lo que nos enseñan claramente la Escritura sobre cuatro de los componentes más básicos de la gestión de la iglesia—diáconos, ancianos, miembros, y congregacionismo. Que Dios use nuestros esfuerzos para entender mejor Sus intenciones con respecto a nuestra vida en común en la iglesia.

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