First Steps of Faith/What a Wonderful God You Are!/es

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Revision as of 23:31, 9 July 2008

 

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Cierta vez leí la anécdota sobre una madre que tenía ocho niños que vivían en el campo. Un día salió y vio a cinco de sus hijos en el patio. Notó que estaban muy concentrados en algo que los fascinaba.

Al observar más de cerca, se recató de la razón de su fascinación. Unos zorrillitos habían deambulado del campo al patio y los chicos los habían acorralado. La madre se espantó. Los cachorros eran pequeños y graciosos pero ella también sabía que estaban “totalmente equipados”.

Por ello, gritó a todo pulmón, “Chicos, corran”

Los niños percibieron inmediatamente el pánico en la voz de su madre. Aunque no podían ver el peligro, sabían que tenían que salir disparados de allí. Así que cada uno ¡tomó un zorrillito y salió corriendo!1

Los malentendidos pueden resultar caros. En este caso, el olor finalmente fue menguando y la familia pudo reirse por lo sucedido. Pero las consecuencias son mucho más serias cuando alguien malentiende la naturaleza de Dios.

El fundamento de todo conocimiento verdadero de Dios debe ser una clara percepción mental de sus perfecciones según las revelan las Sagradas Escrituras. No se puede confiar, servir o adorar a un Dios desconocido.2
— A. W. Pink

Eso les pasa a muchos. Si fueras a la calle principal de donde vives y pidieras a cien personas que te describan a Dios, recibirías una increíble variedad de respuestas. Algunos dirían que es un aguafiestas cósmico, listo a pulverizar a cualquiera que se atreva siquiera a sonreír. Otros lo describirían como un abuelito meloso. La mayoría retorcerían su imagen de una u otra manera, según sus propias creencias y experiencias.

Una cosa sería cierta de todas estas personas: Lo sepan o no, su entendimiento (o mal entendimiento) de Dios los controla. Influye constantemente sus decisiones y motiva sus acciones. Lo mismo sucede contigo. Nada afecta tanto tu vida cotidiana como tu concepto de Dios. Como ha escrito A. W. Tozer: “Lo que nos viene a la mente cuando pensamos en Dios es la cosa más importante que nos identifica.”3

El discípulo llegará a parecerse a su maestro. Desarrollando una imagen correcta de Dios influirá profundamente tu crecimiento como creyente. Por eso es que debes aprender de Él. Tener hambre por Él. Procura que la pasión suprema de tu vida sea averiguar qué clase de Dios realmente es.

Medita Medita en Mateo 11:28-30. ¡Ésta sí que es una invitación que no quieres rechazar!

Por suerte, no necesitas realizar encuestas para saber la naturaleza de Dios. Él se ha revelado a sí mismo plenamente en las Escrituras, y quiere ser encontrado por ti al buscarle con todo tu corazón (Jeremías 29:13-14). Veamos ahora la Palabra perfecta y confiable; y empieza a desarrollar una imagen clara de este Dios maravilloso a quien servimos.

Un Dios eterno

La primera clave que dan las Escrituras sobre la naturaleza de Dios muestra que es eterno: “En el principio... Dios...”(Génesis 1:1). Aquí, en la primera frase de la Biblia, encontramos que Dios precede al tiempo. No tuvo principio. Antes de que el principio empezara, Dios era.

Es imposible imaginar a un Dios eterno y auto existente. Nunca maduró, creció, mejoró ni aumentó. No es más anciano ahora de lo que lo era hace mil años. Es “el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Aunque te aturda el cerebro, deja que fortalezca tu corazón: ¡Dios es eterno!

Un Dios infinito

Piensa por un momento en el tamaño del universo. El Sol es una estrella lo suficientemente grande como para contener 1.3 millones de planetas del tamaño de la Tierra. No obstante, es apenas una entre cien mil millones de estrellas que según los astrónomos estiman hay en nuestra galaxia.

La Vía Láctea mide 30 kilo pársec (un pársec equivale a 3,086 x 1016 metros). A un rayo de luz le llevaría 100,000 años cruzar toda la expansión (viajando a 299,914 kilómetros por segundo). Pero la Vía Láctea es apenas una galaxia de un tamaño regular entre millones (quizá miles de millones) en un universo que, según los científicos, todavía se está expandiendo.

Nuestro universo es colosal... no obstante, Dios lo sostiene todo en su mano. La Biblia dice que Jesús “ascendió mucho más arriba de todos los cielos, para poder llenarlo todo”

El centro de Dios está por todas partes, su circunferencia por ninguna parte.4
— Thomas Watson

(Efesios 4:10). Dios no tiene límites. No puede ser medido. No puede ser contenido ni ser circunscrito a nada. Es totalmente incomprensible. Esto no debe intimidarte para procurar conocerlo, más bien debería de mantenerte en una constante estado de maravillado asombro:

Más sobre el tema: Lee Efesios 1:22-23. Concéntrate un minuto y piensa en lo que significa servir a un Dios que “todo lo llena en todo”.
Aunque Dios se revela a sí mismo como un ser personal capaz de tener comunión con el hombre, a quien podemos adorar y amar, y a quien podemos orar con la seguridad de ser escuchados y de obtener respuesta; no obstante, llena cielo y tierra; es exaltado sobre todo lo que nos es posible conocer o pensar. Es infinito en su ser y sus perfecciones.5

En las orillas del universo, donde los telescopios más potentes del hombre no pueden penetrar, está Dios—sosteniendo y sobrepasando todo.

Un Dios amante

En ninguna parte es la magnitud de la naturaleza de Dios más aparente que en su amor. Su amor es constante, irresistible y totalmente inmerecido. No hay nada que el creyente pueda hacer para ganarse o aumentar el amor infinito de Dios. “Podemos forzar a Dios a castigarnos,” escribió Thomas Watson, “pero no a amarnos”.6 Su amor nos buscó y alcanzó aunque lo odiábamos y nos rebelábamos contra sus mandatos.

El apóstol Pablo sabía lo que era sentirse bajo el control del amor de Dios. Mientras se encontraba en camino a perseguir a los cristianos, este mismo judío devoto fue vencido por el amor transformador de Jesucristo. Desde ese momento en adelante, una de sus principales preocupaciones por las iglesias era que captaran la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Dios, y que conocieran este amor que sobrepasa todo conocimiento (Efesios 3:18-19). Pablo quería que se apropiaran de esta maravillosa verdad. Que se sintieran anonadados por ella. Que disfrutaran al máximo el amor ilimitado de Dios.

Medita en 2 Timoteo 2:13: ¿Cómo trata Dios a los que son infieles en su amor hacia Él?

El amor humano es inconstante. Tiene sus altibajos y busca sus propios intereses. Pero el amor de Dios es constante e interminable. Como dice repetidamente el Salmo 136: “Porque para siempre es su misericordia”¿Nos ama Dios porque somos

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