Biblical Repentance/The Need of Repentance/es

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Revision as of 17:31, 8 August 2008 by Kirstenyee (Talk | contribs)
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¿Por qué es el arrepentimiento bíblico la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de arrepentimiento. Si es que lo predican, lo debilitan como el presidente de un seminario que dijo que el arrepentimiento no significa más que “un caballero decirle a Dios que lamenta haber hecho lo que hizo”. Otros dicen que el arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios y que no tiene nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que el arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita! Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando a las almas preciosas para su destrucción eterna.

Ahora escuchemos el testimonio de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3 y 5: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Lo que está diciendo es esto: “A menos que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y no los cometáis más o moriréis para siempre!”

Por lo tanto, para empezar, tengo que presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y sobre mí. ¿Qué es el pecado?

Pecado: su definición

En esencia, el pecado es rebelión contra Dios. Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y de su santa ley. Como dice el apóstol Juan: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: “No te metas con mi vida; no te necesito”.

Pecado: sus serias consecuencias

La doctrina del efecto del pecado sobre ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: “¿Qué ha hecho?” ¡Oh, mi amigo, nos ha separado de Dios! ¡Ha desfigurado y arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu! El pecado ha llenado nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias. El pecado ha desfigurado la imagen de Dios en nuestra alma. ¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien nos hizo a su propia imagen moral! El pecado ha hecho que por naturaleza tú y yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien. ¡Sí, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno. Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso –su alma imperecedera.

Pecado: humillante para el hombre

Además, la doctrina del pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante. ¿Por qué? Porque la Biblia no nos presenta meramente como ignorantes y necesitados de enseñanza. Ni nos presenta como débiles y necesitados de un tónico. En cambio, revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún mérito ante Dios.

Esto significa que espiritualmente carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra que sea aceptable para un Dios santo (Rom. 3:10-18).

La imposibilidad de que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19). Cuando juzgamos a este joven según las normas humanas, consideramos que era un modelo de virtudes y de logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios (Isa. 64:6). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar.

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