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Revision as of 19:02, 1 August 2008 by Kirstenyee (Talk | contribs)
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La fidelidad del hombre

Ya hemos visto que la esperanza que llenaba el corazón de Pablo respecto a los hermanos de Corinto, llena también de consuelo a los que temen qué les puede deparar el futuro. Pero, ¿por qué creía que los hermanos serían confirmados hasta el fin?

Deseo que notes que da sus razones: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Cor. 1:9). El apóstol no dice: “Vosotros sois fieles.” ¡Ay! la fidelidad del hombre no es digna de confianza, es vanidad. No dice: “Tenéis pastores fieles para guiaros, y por lo tanto confío que seréis guardados.” ¡Oh, no! Si somos guardados por el hombre, seremos mal guardados.

Lo que Dios ha hecho

Consisten primero, en lo que Dios ha hecho. Hasta tal punto nos ha bendecido que no es posible que se vuelva atrás. Pablo nos recuerda que “nos ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo”. ¿Nos ha llamado? Entonces, el llamado no puede ser revocado “porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”. El Señor nunca se retrae del llamamiento eficaz de su gracia. “A los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” Ésta es la regla invariable del proceder divino. Hay un llamamiento general: “Muchos son llamados, pero pocos escogidos.” Pero el llamamiento del cual hablamos aquí es diferente. Se distingue por un amor especial, y requiere la posesión de aquello a que somos llamados. En este caso el llamado es como el llamado a la simiente de Abraham, de la cual dijo el Señor: “Te tomé de los confines de la tierra y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché.”

Vemos razones poderosas para nuestra preservación y gloria futuras en lo que el Señor ha hecho, ya que nos ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo. Esto quiere decir ser socio de Jesucristo, y quiero que reflexiones cuidadosamente lo que esto significa. Si en verdad has sido llamado por la gracia divina, has llegado a tener comunión con el Señor Jesucristo para ser copropietario con él de todas las cosas. Desde ese momento, a los ojos del Altísimo eres uno con él. El Señor Jesús llevó tus pecados en su cuerpo sobre el madero, fue hecho maldición por ti, y al mismo tiempo llegó a ser tu justicia, de modo que has sido justificado en él. Tú eres de Cristo, y Cristo es tuyo. Así como Adán representa a todos sus descendientes, Jesús representa a todos los que están en él. Como esposo y esposa son uno, así Jesús es uno con todos los que están unidos a él por la fe: son uno por una unión conyugal inquebrantable.

Uno con él

Más aún, los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo, y así son uno con él por una unión de amor, viva y permanente. Dios nos ha llamado a esta unión, comunión, asociación, y por medio de este hecho nos ha dado la prueba y promesa de que seremos confirmados hasta el fin. Si Dios nos considerase separadamente de Cristo, seríamos pobres seres, perecederos, nos disolveríamos pronto y seríamos llevados a la destrucción; pero siendo uno con Cristo somo participantes de su naturaleza y estamos dotados de su vida inmortal. Nuestro destino está unido con el de Cristo, mientras él no sea destruido, no es posible que perezcamos nosotros.

Reflexiona mucho en esta comunión con el Hijo de Dios, a la cual has sido llamado, porque en ella radica toda tu esperanza. Nunca podrás ser pobre mientras Jesús sea rico, ya que eres partícipe de lo suyo. ¿Qué te podrá faltar, si eres copropietario con el Dueño del cielo y de la tierra? Nunca podrás fracasar, porque si bien uno de los socios es pobre como ratón de iglesia y está tan en bancarrota que no puede pagar ni lo más mínimo de sus deudas, el otro socio es inconcebiblemente rico en tesoros inagotables. Por medio de tal comunión superas toda depresión de esta época, de los cambios futuros y del shock del fin de todas las cosas. El Señor te ha llamado a la comunión con su Hijo Jesucristo y por ese acto y obra te ha colocado en una posición de seguridad infalible.

Si eres de verdad creyente, eres uno con Jesús, y por lo tanto, estás a salvo. ¿Te das cuenta que esto tiene que ser así? Cuentas con una confirmación segura hasta el fin, hasta el día de su segunda venida, si realmente has sido hecho uno con él por un acto irrevocable de Dios. Cristo y el creyente se encuentran en el mismo barco. A menos que Jesús se hunda, el creyente no se ahogará. Jesús ha otorgado a sus redimidos una relación tan íntima con él, que antes que dejar que sea dañado el más pequeño de sus rescatados, él mismo dejaría que lo hirieran, deshonraran y vencieran. Su nombre consta en primer lugar en la compañía, y mientras no pierda él su crédito, estamos asegurados contra todo temor de quiebra.

Por lo tanto, sigamos adelante con total confianza hacia el futuro desconocido, unidos eternamente con Jesús. Si los hombres del desierto exclamaran: “¿Quién es ésta que sube del desierto, recostada sobre su amado?” confesaríamos gozosamente que nos recostamos en Jesús y que pensamos apoyarnos en él cada vez más. Nuestro Dios fiel es una fuente rica que sobreabunda en deleites, y nuestra comunión con el Hijo de Dios es un río lleno de gozo. Sabiendo estas cosas gloriosas, no podemos vivir desalentados; no, al contrario, exclamamos con el apóstol: “Ninguna…cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

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