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Así lo hizo el capataz, apareciéndose a la puerta de su jefe. Al llamar salió éste y le dijo bruscamente:  
Así lo hizo el capataz, apareciéndose a la puerta de su jefe. Al llamar salió éste y le dijo bruscamente:  
<blockquote>--Juan, ¿qué quiere usted, que me viene a molestar a esta horas? Ya no es hora de trabajo. ¿Con qué derecho se presenta aquí? --Señor, -- contestó el capataz -- recibí una tarjeta suya diciéndome que viniera después del trabajo.<br>--¿Quiere usted decir que por la sola razón de recibir una tarjeta mía invitándole a mi casa, puede venir y hacerme salir a atenderle después del trabajo?<br>--Realmente, Señor, -- respondió el capataz -- no comprendo, pero me parece que ya que usted me mandó venir, yo tenía derecho a venir. <br>--Pues entre, Juan -- dijo el jefe --, aquí tengo otro mensaje de invitación para usted. Y sentándose, le leyó estas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” Y agregó:<br>--¿Piensa que, después de recibir este mensaje de Cristo mismo, se equivocara si acude a él? </blockquote>
<blockquote>--Juan, ¿qué quiere usted, que me viene a molestar a esta horas? Ya no es hora de trabajo. ¿Con qué derecho se presenta aquí? --Señor, -- contestó el capataz -- recibí una tarjeta suya diciéndome que viniera después del trabajo.<br>--¿Quiere usted decir que por la sola razón de recibir una tarjeta mía invitándole a mi casa, puede venir y hacerme salir a atenderle después del trabajo?<br>--Realmente, Señor, -- respondió el capataz -- no comprendo, pero me parece que ya que usted me mandó venir, yo tenía derecho a venir. <br>--Pues entre, Juan -- dijo el jefe --, aquí tengo otro mensaje de invitación para usted. Y sentándose, le leyó estas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” Y agregó:<br>--¿Piensa que, después de recibir este mensaje de Cristo mismo, se equivocara si acude a él? </blockquote>
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Entonces comprendió el pobre capataz todo, y creyó en el Señor Jesús para vida eterna, porque vio que contaba con una buena garantía y autoridad para creer. Así tú, pobre alma, tienes la mejor autoridad para creer y por fe acudir a Cristo, porque el Señor mismo te ordena a confiar en él.
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Entonces comprendió el pobre capataz todo, y creyó en el Señor Jesús para vida eterna, porque vio que contaba con una buena garantía y autoridad para creer. Así tú, pobre alma, tienes la mejor autoridad para creer y por fe acudir a Cristo, porque el Señor mismo te ordena a confiar en él.  
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==== Recapacitar ====
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Si esto no produce fe en ti, ''recapacita en lo que debes creer'', a saber, que el Señor Jesucristo sufrió en lugar de los pecadores y es poderoso para salvar a todos los que creen en él.  Ésta es ciertamente la realidad más bendita que a la humanidad se le haya dicho debe creer, la realidad más oportuna, más consoladora, más divina que jamás ha llegado al oído del hombre. Te aconsejo que reflexiones mucho en ella, y que busques la gracia y el amor que contiene. Estudia los cuatro Evangelios. Estudia las epístolas de Pablo, y comprueba luego si el mensaje no es tan digno de creer que te ves impulsado a creerlo.
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Si esto no basta, ''medita en la persona de Cristo'': piensa en ''quién'' es, ''qué'' hizo, ''dónde'' está y ''qué'' es. ¿Cómo puedes dudar de él? Es cruel desconfiar en Jesús quien es siempre fidedigno. Nunca ha hecho nada que merezca desconfianza; al contrario, debiera ser fácil confiar en él. ¿Por qué volver a crucificarle con la incredulidad? ¿No es eso coronarlo de espinas y escupir en su rostro? ¿Qué?  ¿No es digno de confianza?  ¿Qué insulto peor que éste podrían haberle hecho los soldados? Ellos lo hicieron mártir; pero tú lo haces mentiroso, lo que es peor. No preguntes: ''“¿Cómo podré creer?”''  En cambio, responde a otra pregunta: ''¿Cómo podré no creer?''

Revision as of 22:24, 31 July 2008

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Cómo aumentar la fe

¿Cómo podemos obtener y aumentar la fe? Ésta es una pregunta que muchos hacen con mucha sinceridad. Dicen que desean creer, pero que no pueden. Se dicen muchas necedades sobre esto. Seamos totalmente prácticos al encarar el tema. Necesitamos tanto sentido común aquí como en otros asuntos relacionados con la vida. ¿Qué debo hacer para creer? Alguien preguntó cual era la mejor manera de hacer cierta cosa, y le contestaron que la mejor manera de hacerla era hacerla ya mismo. Perdemos el tiempo discutiendo métodos cuando, en realidad, la acción es sencilla. La manera más rápida de creer, es simplemente creer. Si el Espíritu Santo te ha hecho sincero, creerás tan pronto como te presente la verdad. Y le creerás, porque es la verdad. El mandamiento evangélico dice: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo.” Es inútil evadir esto preguntando y cavilando. El mandato es claro, y debemos obedecerlo.

Oración

Pero si en realidad te molesta alguna duda, llévala en oración a Dios. Di al gran Padre exactamente lo que te perturba y pídele que te resuelva el problema por medio del Espíritu Santo. Si no puedo creer las afirmaciones de un libro, preguntarle al autor como él entiende lo que escribió, siempre que sea hombre que merece ser creído, su explicación me dejará satisfecho. Mucho más satisfará al corazón del verdadero buscador de la verdad la explicación divina de los puntos difíciles de las Escrituras. El Señor desea hacerse conocer a los que lo buscan. Acude a él para conocer la verdad. Acude sin demora a la oración y ruega: “Oh Espíritu Santo, guíame a la verdad. Lo que no comprendo, enséñamelo tú.”

Oír con mucha frecuencia

Por otra parte, si tener fe te parece difícil, Dios el Espíritu Santo puede capacitarte para creer, si es que oyes con mucha frecuencia lo que se te manda creer. Creemos muchas cosas por el hecho de haberlas oído tantas veces: ¿No has notado en tu vida cotidiana que si oyes una cosa cincuenta veces al día, por fin acabas por creerla? Por este proceso muchos han llegado a creer cosas inverosímiles, y por lo tanto no me extraño de que el buen Espíritu bendice el método de oír la verdad con frecuencia, usándolo para producir la fe respecto a lo que tenemos que creer. Está escrito: “La fe viene por el oír.” Por esto, dedícate a oír con frecuencia. Si sincera y atentamente continúo oyendo el evangelio, por medio de la bendita operación del Espíritu de Dios en mi mente, uno de estos días creeré lo que oigo. Pero ten cuidado de oír el evangelio y no de escuchar o leer lo que tiene la intención de sembrar dudas en tu mente.

El testimonio de otros

Pero si esto no te parece un buen consejo, agregaría: Toma en cuenta el testimonio de otros. Los samaritanos creyeron a causa del testimonio de lo que la mujer les había dicho acerca de Jesús. Muchas de nuestras creencias nacen del testimonio de otros. Yo creo que existe un país llamado Japón. Nunca lo he visto, y, sin embargo, creo que tal país existe, porque otros lo han visto. Creo que moriré. Nunca he muerto, pero muchísimos de mis conocidos han muerto, y por lo tanto, estoy convencido de que yo moriré también. El testimonio de los muchos me convence de un hecho dado. Escucha, por lo tanto, a los que cuentan cómo fueron salvos, cómo recibieron el perdón, cómo se transformó su carácter. Si prestas atención, notarás que alguien precisamente como tú ha sido salvo. Si has sido ladrón, descubrirás que algún otro ladrón lavó sus culpas en la preciosa sangre de Cristo. Si por desgracia has sido impuro, descubrirás que hombres y mujeres caídos como tú han sido levantados, purificados y transformados. Si estás desesperado, no tienes más que frecuentar al pueblo de Dios para pronto descubrir que algunos de los santos, han estado tan desesperados como tú y que les encanta contarte cómo el Señor los libró. Conforme vas escuchando uno tras otro que ha puesto a prueba la Palabra de Dios, hallándola fiel, el Espíritu divino te guiará a creer.

¿Has oído contar del africano, al cual dijo el misionero que en su país el agua a veces se endurecía tanto que se podía caminar encima de ella? Muchas cosas podía creer el africano, pero eso, nunca. Cierta vez tuvo oportunidad de viajar a Inglaterra y vio un río congelado, pero no se atrevía a aventurarse sobre el hielo. Sabía que el río era profundo, y temía ahogarse si intentaba caminar sobre el hielo. Nadie pudo convencerlo que probara, hasta que vio a su amigo y otros muchos atravesar el río caminando sobre el hielo. Entonces se convenció y caminó confiado por donde otros habían caminado. Del mismo modo puede ser que tú, viendo a otros creer en el Cordero de Dios y notando cómo disfrutan de paz y gozo, te sientas agradablemente impulsado a creer. La experiencia de otros es una de las maneras como Dios nos ayuda a tener fe. Pero sea como fuere, tienes que creer en Cristo o morir: no hay esperanza aparte de Cristo.

Fijarse en la autoridad

Pero un plan mejor es éste: Fíjate en la autoridad a la cual el Señor te manda creer, y esto te ayudará mucho. La autoridad no es mía: si lo fuera, bien podrías rechazarla. Ni es la del papa, de la que bien podrías desconfiar. Es en la autoridad de Dios mismo que él te ordena creer. Él te manda creer en Jesucristo, y no debes negarte a obedecer a tu Hacedor. El capataz de ciertas obras había oído el evangelio muchas veces, pero se inquietaba dudando que alguna vez acudiría a Cristo. Un día su jefe le envió una tarjeta diciendo: “Venga Ud. a mi casa hoy en cuanto termine de trabajar.”

Así lo hizo el capataz, apareciéndose a la puerta de su jefe. Al llamar salió éste y le dijo bruscamente:

--Juan, ¿qué quiere usted, que me viene a molestar a esta horas? Ya no es hora de trabajo. ¿Con qué derecho se presenta aquí? --Señor, -- contestó el capataz -- recibí una tarjeta suya diciéndome que viniera después del trabajo.
--¿Quiere usted decir que por la sola razón de recibir una tarjeta mía invitándole a mi casa, puede venir y hacerme salir a atenderle después del trabajo?
--Realmente, Señor, -- respondió el capataz -- no comprendo, pero me parece que ya que usted me mandó venir, yo tenía derecho a venir.
--Pues entre, Juan -- dijo el jefe --, aquí tengo otro mensaje de invitación para usted. Y sentándose, le leyó estas palabras: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar.” Y agregó:
--¿Piensa que, después de recibir este mensaje de Cristo mismo, se equivocara si acude a él?

Entonces comprendió el pobre capataz todo, y creyó en el Señor Jesús para vida eterna, porque vio que contaba con una buena garantía y autoridad para creer. Así tú, pobre alma, tienes la mejor autoridad para creer y por fe acudir a Cristo, porque el Señor mismo te ordena a confiar en él.

Recapacitar

Si esto no produce fe en ti, recapacita en lo que debes creer, a saber, que el Señor Jesucristo sufrió en lugar de los pecadores y es poderoso para salvar a todos los que creen en él. Ésta es ciertamente la realidad más bendita que a la humanidad se le haya dicho debe creer, la realidad más oportuna, más consoladora, más divina que jamás ha llegado al oído del hombre. Te aconsejo que reflexiones mucho en ella, y que busques la gracia y el amor que contiene. Estudia los cuatro Evangelios. Estudia las epístolas de Pablo, y comprueba luego si el mensaje no es tan digno de creer que te ves impulsado a creerlo.

Si esto no basta, medita en la persona de Cristo: piensa en quién es, qué hizo, dónde está y qué es. ¿Cómo puedes dudar de él? Es cruel desconfiar en Jesús quien es siempre fidedigno. Nunca ha hecho nada que merezca desconfianza; al contrario, debiera ser fácil confiar en él. ¿Por qué volver a crucificarle con la incredulidad? ¿No es eso coronarlo de espinas y escupir en su rostro? ¿Qué? ¿No es digno de confianza? ¿Qué insulto peor que éste podrían haberle hecho los soldados? Ellos lo hicieron mártir; pero tú lo haces mentiroso, lo que es peor. No preguntes: “¿Cómo podré creer?” En cambio, responde a otra pregunta: ¿Cómo podré no creer?

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