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Lo siguiente no es un bosquejo de nuestras creencias doctrinales (véase la Declaración Confesional), solamente una declaración de cómo nos proponemos a ejercer el ministerio cristiano e interactuar con nuestra cultura con fidelidad bíblica y teológica.

¿Cómo debemos responder a la crisis cultural sobre la verdad? (El asunto epistemológico)

Por cientos de años, desde el amanecer del periodo de la Ilustración, era ampliamente reconocido que “la verdad”—expresada en palabras que corresponden sustancialmente a la realidad—existía y podía ser conocida. Se creía que la razón humana es capaz de conocer la verdad objetivamente y sin ayuda. Más recientemente, el postmodernismo ha criticado este conjunto de presuposiciones, contendiendo que no somos en hecho objetivos en nuestra búsqueda de conocimiento, sino que interpretamos información a través de nuestras experiencias personales, autointerés, emociones, prejuicios culturales, limitaciones del lenguaje y las relaciones comunitarias. El reclamo de la objetividad es arrogante, el postmodernismo nos dice, y conduce inevitablemente a conflictos entre comunidades que poseen opiniones diferentes en cuanto a dónde yace la verdad. Tal arrogancia, según se argumenta, explica en parte muchas de las injusticias y guerras de la era moderna. Sin embargo la respuesta del postmodernismo es peligrosa de otra manera: sus voces más estridentes insisten en que los reclamos de verdad objetiva sean substituidos por una más “tolerante” humildad y un pluralismo subjetivo inclusivista y diverso; un pluralismo a menudo hundido en un pantano que no puede permitir ninguna tierra firme para “la fe que fue confiada de una vez a todos los santos.” Tal postura no tiene ningún lugar para la verdad que corresponde a la realidad, sino simplemente un arsenal de verdades formadas subjetivamente. ¿Cómo debemos responder a esta crisis cultural sobre la verdad?

1. Afirmamos que la verdad es correspondencia con la realidad. Creemos que el Espíritu Santo que inspiró las palabras de los apóstoles y de los profetas también habita en nosotros de modo que siendo creados a la imagen de Dios podemos recibir y entender las palabras de Escritura reveladas por Dios; y comprender que las verdades de la Escritura corresponden con la realidad. Las declaraciones de la Escrituras son verdad, precisamente porque son declaraciones de Dios y corresponden a la realidad, aun cuando nuestro conocimiento de esas verdades (e incluso nuestra capacidad de verificarlas para otros) es siempre y necesariamente incompleto. La creencia de la Ilustración en un conocimiento totalmente objetivo hizo un ídolo de la pura razón humana. Pero el negar la posibilidad de un conocimiento puramente objetivo no significa la pérdida de la verdad que corresponde a la realidad objetiva, aun si uno nunca pueda saber tal verdad sin un elemento de subjetividad. Véase el DC- (2).

2. Afirmamos que la verdad es comunicada por la Escritura. Creemos que la Escritura es dominantemente proposicional y que todas las declaraciones de la Escritura son totalmente verdaderas y autoritarias. Pero la verdad de la Escritura no se puede agotar en una serie de proposiciones. Esta existe en géneros narrativos, metáforas y de poesía que no son destilables completamente en proposiciones doctrinales, pero con todo, nos transmiten la voluntad y la mente de Dios para cambiarnos a su semejanza.

3. Afirmamos que la verdad es correspondencia de vida con Dios. La verdad no es sólo una correspondencia teórica pero también una relación pactual. La revelación bíblica no es solo para ser conocida, sino para ser vivida (Dt 29:29). El propósito de la biblia es producir sabiduría en nosotros—una vida sometida enteramente a la realidad de Dios. Entonces la verdad es la correspondencia entre nuestras vidas enteras y el corazón de Dios, a través de la mediación de la Palabra y el Espíritu. Eliminar la naturaleza de proposicional de la verdad bíblica debilita seriamente nuestra capacidad de sostener, defender y explicar el evangelio. Pero hablar de la verdad solamente como proposiciones debilita nuestra apreciación del Hijo encarnado como el Camino, la Verdad, y la Vida; y el poder comunicativo de la narrativa e historia, al igual que la importancia de la verdad como el vivir verdaderamente en correspondencia al Dios.

4. ¿Cómo esta visión nos forma?

  1. Nosotros adoptamos una teoría de correspondencia de la verdad “mitigada” que es menos triunfalista que la de algunos en el antiguo movimiento evangélico. Pero también rechazamos una visión de la verdad que considera lo verdadero como nada más que un lenguaje internamente coherente de una comunidad de fe en particular. De modo que mantenemos, con lo que esperamos sea una humildad apropiada, el principio de sola Scriptura.
  2. Aunque la verdad es proposicional, no es sólo algo para ser creído, sino también para ser recibida en adoración y practicada en sabiduría. Este balance forma nuestra comprensión del discipulado y la predicación. Deseamos alentar a una pasión por la sana doctrina, pero sabemos que el crecimiento cristiano no es simplemente transmisión cognoscitiva de información. El crecimiento cristiano ocurre solamente cuando la vida entera es formada por prácticas Cristianas en la comunidad—incluyendo la oración, el bautismo, la Cena del Señor, la hermandad y el ministerio público de la Palabra.
  3. Nuestro conocimiento teórico de la verdad de Dios es solo parcial aun cuando es correcto, pero sin embargo podemos tener certeza que lo que la Palabra nos dice es verdad (Lucas 1:4). A través del Espíritu Santo es que recibimos las palabras del evangelio con completa seguridad y convicción (1 Ts 1:5).
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