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Revision as of 21:42, 29 July 2008 by Kirstenyee (Talk | contribs)
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La cosa más sencilla del mundo pero difícil de explicar

¿Qué es esta fe, de la cual se dice: “Por gracia sois salvos por medio de la fe”? Existen muchas descripciones de la fe, pero casi todas las que he encontrado me han hecho entenderla menos que antes de leerlas. Cierto señor dijo al leer un capítulo que lo iba a embrollar, lo que probablemente hizo, aunque intentaba decir que lo iba a explicar. Podemos explicar la fe al punto que nadie la entiende. La fe es la cosa más sencilla de todas las cosas del mundo, y quizá por su sencillez sea más difícil explicarla.

Conocimiento

¿Qué es fe? Se compone de tres cosas: conocimiento, creencia y confianza. Primero viene el conocimiento. “¿Cómo creerán a aquel de quien no han oído?” Necesito saber de un hecho antes de que me sea posible creerlo. “La fe es por el oír.” Es preciso oír para saber lo que se ha de creer. “En ti confiarán los que conocen tu nombre.” Es indispensable contar con algo de conocimiento para poder tener fe; de aquí la importancia de adquirir conocimiento. “Inclinad vuestro oídos, y venid a mí; oíd y vivirá vuestra alma”, dijo el profeta en la antigüedad y lo mismo dice hoy el evangelio. Escudriña las Escrituras y aprende lo que el Espíritu Santo enseña respecto a Cristo Jesús y su salvación: “Es necesario que el que se acerca a Dios, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” ¡Concédate el Espíritu Santo el espíritu de conocimiento y de temor del Señor! Busca conocer el evangelio: conocer sus buenas nuevas, cómo habla del perdón gratuito, del cambio de corazón, de la adopción a la familia de Dios, y de otras bendiciones innumerables. Conoce especialmente a Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador de los hombres, unido a nosotros por su naturaleza humana, y aun así siendo uno con Dios, por lo que es idóneo para obrar como Mediador entre Dios y los hombres, capacitado para colocar su mano sobre ambos y de ser el eslabón entre el pecador y el Juez de toda la tierra. Procura conocer a Cristo Jesús más y más. Procura conocer de un modo especial la doctrina del sacrificio expiatorio de Cristo, ya que el punto en que la fe salvadora se fija principalmente es éste: “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados.” Procura saber que Jesús fue hecho por nosotros maldición, como está escrito: “Maldito todo el que es colgado en un madero.” Profundiza bien la doctrina acerca de la obra de la sustitución de Cristo; porque en ella está el consuelo más bendito para los hijos de los hombres culpables, puesto que Dios “por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” La fe empieza con el conocimiento.

Creer

De aquí, pasa la mente a creer que estas cosas son ciertas. El alma cree que Dios existe y que oye el clamor de los corazones sinceros, que el evangelio procede de Dios, que la justificación por la fe es la gran verdad que Dios ha revelado en estos postreros tiempos con más claridad que antes. Luego el corazón cree que Jesús ciertamente es nuestro Dios y Salvador, el Redentor de los hombres, el Profeta, Sacerdote y Rey de su pueblo. Todo esto lo acepta el alma como verdad cierta e indudable. Pido a Dios que llegues enseguida a tener esta fe. Afírmate en la creencia de que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado: que su sacrificio expiatorio fue perfecto y plenamente aceptado por Dios en lugar del hombre, de modo que el que en Jesús cree, no es condenado. Cree en estas verdades, como crees en otras afirmaciones, porque la diferencia entre la fe común y la fe salvadora consiste principalmente en los objetos a los que ella se aplica. Cree en el testimonio de Dios, como crees en el testimonio de tu propio padre o de un amigo. “Si recibimos el testimonio del hombre, mayor es el testimonio de Dios.”

Confiar

Hasta aquí has ido adelantando en el camino de la fe. Sólo falta una parte más para completarla, a saber confiar. Entrégate confiado al Dios de misericordia; pon tu confianza en el evangelio de gracia; entrega tu alma confiadamente al Salvador muerto y resucitado por ti; contempla confiado la limpieza de tus pecados en la sangre expiatoria de Jesús; acepta cual tuya su justicia perfecta, y estarás bien. La confianza es la esencia vital de la fe: sin ella no hay fe salvadora. Los puritanos solían explicar la fe usando la palabra “reclinación”, en el sentido de apoyarse reclinado sobre algo. Apóyate con todo tu peso sobre Cristo. Una ilustración aún mejor sería decir: extiéndete tendido, recostado sobre la Roca de los Siglos. Abandónate en los brazos de Jesús, descansa en él. Si lo has hecho así, has puesto en práctica la fe salvadora.

La fe no es cosa ciega, porque la fe empieza con el conocimiento. No es cosa de conjeturas, porque la fe cree hechos ciertos. No es cosa impráctica, imaginaria, porque la fe confía, juega su destino en la verdad de la revelación divina. Éste es un modo de describir la fe. Me pregunto si ya lo habré embrollado.

La fe es…

La fe es creer que Cristo es lo que dijo ser y que hará lo que ha prometido hacer y luego esperar que cumplirá lo prometido. Las Escrituras hablan de Jesucristo como Dios, Dios manifestado en carne humana; como perfecto en carácter; como sacrificio expiatorio por nuestro pecados, como quien lleva nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Las Escrituras hablan de él como quien ha puesto fin a las transgresiones, concluido el pecado e introducido la justicia eterna. La Biblia nos dice además que resucitó de los muertos, que vive para siempre intercediendo por nosotros, que ha ascendido a la gloria, tomando posesión de los cielos en favor de su pueblo y que pronto volverá para “juzgar al mundo en justicia y su pueblo con rectitud”. Debemos creer firmemente que así es, porque éste es el testimonio de Dios el Padre, cuando dijo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd”. A éste rinde testimonio también el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo ha testificado de Cristo tanto por la Palabra inspirada como por diversos milagros y su obra en el corazón de los hombres. Tenemos que creer que este testimonio es cierto.

La fe cree también que Cristo hará lo que ha prometido. Que habiendo prometido no echar fuera a nadie que a él acude, es incuestionable que no nos echará fuera a nosotros si acudimos a él. La fe cree que, porque él dijo: “El agua que yo le daré, será una fuente de agua que salte para vida eterna,” tiene que ser verdad, de modo que si nosotros recibimos de Cristo este agua de vida, permanecerá en nosotros y saltará en nosotros en corrientes de una vida santa. Cualquier cosa que Cristo ha prometido hacer, la hará, y debemos creerlo, para así esperar de su mano el perdón, la justificación, la preservación y la gloria eterna, según se lo ha prometido a los que creen en él.

Luego viene el siguiente paso necesario. Jesús es lo que dice ser, Jesús hará lo que ha prometido hacer, y por lo tanto cada uno debe confiar en él, diciendo: “Será para mí lo que dice ser y hará lo que ha prometido hacer; y yo me entrego a las manos del que recibió la tarea de salvar para que me salve a mí. Descanso en su promesa confiando en que hará lo que ha dicho.” Tal es la fe salvadora, y quien la posee, tiene vida eterna. Sean cuales fueren sus peligros y pruebas, tinieblas y temores, debilidades o pecados, el que así cree en Cristo Jesús no es condenado, ni vendrá jamás a condenación.

¡Ojalá que te sirva esta explicación! Confío que el Espíritu de Dios lo usará para dar a mi lector la paz inmediata, “No temas; cree solamente.” Confía y reposa en paz.

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