The Book of Job: Why Do the Righteous Suffer?/es

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En el campo de batalla de los estudios bíblicos, existen cinco libros que normalmente se incluyen bajo el título de “literatura sabia” o “los libros poéticos del Antiguo Testamento”. Son los libros de Proverbios, Salmos, Ecclesiastes, Canción de Salomón, y Job. De estos cinco libros, hay uno que sobresale por encima de todos, manifestando diferencias significativas respecto a los otros cuatro. Ése es el libro de Job. La sabiduría que hallamos en el libro de Job no se comunica en forma de proverbio. Más bien, el libro de Job trata las cuestiones de la sabiduría en el contexto de una narración que relata la profunda angustia y el dolor insoportable por los que pasa Job. La narrativa está enmarcada en la época patriarcal. Se han planteado cuestiones respecto a la intención del autor de este libro, en cuanto a si estaba destinado a ser una narración histórica de un individuo real o si su estructura básica es la de un drama con prólogo, incluyendo una escena de apertura en el cielo, que describe un discurso entre Dios y Satanás, y se mueve hacia el clímax en el epílogo, en el que Job recupera las profundas pérdidas que ha sufrido durante su juicio. <br>En cualquier caso, en el corazón del mensaje del libro de Job se halla la sabiduría respecto a la respuesta a la pregunta de cómo Dios está implicado en el problema del sufrimiento humano. En todas las generaciones se levantan protestas afirmando que si Dios es bueno, entonces no debería existir el dolor, el sufrimiento ni la muerte en este mundo. Paralelamente a esta protesta contra las cosas malas que les ocurren a las buenas personas, también ha habido intentos de crear un cálculo del dolor, por el que se infiere que el umbral de sufrimiento de un individuo es directamente proporcional al grado de su culpa o del pecado que ha cometido. En el capítulo nueve de John hallamos una rápida respuesta a esto, donde Jesús responde a la pregunta de los discípulos respecto al origen del sufrimiento del hombre que ha nacido ciego. <br>En el libro de Job, el personaje es descrito como un hombre justo, en realidad el hombre más justo que se puede encontrar en la tierra, pero sobre el que Satanás afirma que es justo únicamente para recibir bendiciones de la mano de Dios. Dios ha colocado un cerco a su alrededor y lo ha bendecido más que al resto de los mortales, y como resultado el Diablo acusa a Job de servir a Dios solo por los generosos beneficios que recibe de su Creador. El malvado desafía a Dios a quitar el cerco de protección y comprobar si Job empezará entonces a maldecir a Dios. A medida que la historia se desarrolla, el sufrimiento de Job progresa rápidamente de mal en peor. Su sufrimiento es tan intenso que se encuentra sentado en una montaña de estiércol, maldiciendo el día que nació, y gritando a los cuatro vientos su dolor incesante. Su pena es tan grande que incluso su esposa le aconseja que maldiga a Dios, para que pueda morir y liberarse de su agonía. Lo que viene a continuación es el consejo que recibe Job de sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar. Su testimonio revela cuán vacía y hueca es su lealtad hacia Job, y lo presuntuosos que son al asumir que la innombrable pena de Job se debe a una degeneración radical del carácter de Job. <br>El consejo que recibe Job alcanza un nivel más alto gracias a las profundas visiones de Elihu. Elihu ofrece varios discursos que llevan muchos elementos de sabiduría bíblica. Pero la sabiduría final que se halla en este gran libro no procede de los amigos de Job o de Elihu, sino del mismo Dios. Cuando Job pide que Dios le dé una respuesta, Dios le contesta con este reproche, “¿Quién es este que oscurece los consejos con palabras sin conocimiento? Vístete para la acción como un hombre; Yo te preguntaré, y tú me lo harás saber” (Job 38:1-3). Lo que sigue a este reproche es el interrogante más intenso que se ha planteado a Dios. A primera vista casi parece que Dios está acosando a Job, según lo que Él dice, “¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos de la tierra? (v. 4). Dios cuestiona a Job pregunta tras pregunta de esta manera. ¿Puedes atar las cadenas de las Pleides? ¿O aflojar el cinturón de Orión?¿Puedes conducir a los Mazzaroth en su temporada, o puedes guiar al Oso con sus crías?” (vv. 31-32). Obviamente, la respuesta a estas preguntas retóricas que vienen con la rapidez de una ametralladora es siempre, “No, no, no”. Dios castiga la inferioridad y subordinación de Job con Su interrogatorio. Dios continúa asaltando a Job con pregunta tras pregunta sobre la capacidad de Job para hacer cosas que Job no puede hacer pero que Dios claramente puede. <br>En el capítulo 40, Dios le dice a Job finalmente, “¿Debería un criticón luchar contra el Todopoderoso? Aquél que discute con Dios, que responda por ello” (v. 2). Ahora, la respuesta de Job no es de demanda desafiante para las respuestas a su sufrimiento. Más bien dice, “Contemplad, yo soy insignificante; ¿qué puedo responderte? Pongo mi mano sobre mi boca. He hablado una vez, y no responderé; dos veces, pero no iré más lejos” (vv. 4-5). Y una vez más Dios prosigue con el interrogatorio y se adentra más profundamente en el interrogatorio de fuego abierto que muestra el contraste aplastante entre el poder de Dios, que es conocido en Job como El Shaddai, y la impotencia contrastante de Job. Finalmente, Job confiesa que esas cosas eran demasiado maravillosas. Dice, “Había oído hablar de ti por medio de mis oídos, pero ahora mis ojos te ven; por tanto me desprecio a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón” (42:5-6).<br>Algo que cabe mencionar en este drama, es que Dios nunca responde directamente a las preguntas de Job. No dice, “Job, el motivo por el que has sufrido es este o aquél”. Más bien, los que Dios hace en el misterio de la injusticia de un sufrimiento tan profundo, es que Él responde a Job con Su presencia. Esta es la sabiduría que responde a la cuestión del sufrimiento no la respuesta de porqué tengo que sufrir de un modo particular, en un momento particular, y en una circunstancia particular, sino dónde descansa mi esperanza en medio del sufrimiento. <br>La respuesta a esto proviene claramente de la sabiduría del libro de Job, que concuerda con las demás premisas de la literatura sabia: el temor del Señor, la admiración y la reverencia ante Dios, es el principio de la sabiduría. Y cuando estamos perplejos y confundidos por las cosas de este mundo que no podemos entender, no buscamos respuestas específicas a preguntas específicas, sino que buscamos conocer a Dios en Su santidad, en Su rectitud, en Su justicia, y en Su misericordia. He aquí la sabiduría que se encuentra en el libro de Job.&nbsp;
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En el campo de los estudios bíblicos, existen cinco libros que normalmente son incluidos bajo el título de “literatura de sabiduría” o “los libros poéticos del Antiguo Testamento”. Estos son los libros de Proverbios, Salmos, Eclesiastés, Cantares de Salomón, y Job. De estos cinco libros, hay uno que sobresale, manifestando diferencias significativas respecto a los otros cuatro. Ése es el libro de Job. La sabiduría que se encuentra en el libro de Job no es comunicada en forma de proverbio. Más bien, el libro de Job trata las cuestiones de la sabiduría en el contexto de una narrativa que trata la profunda angustia y el dolor insoportable de Job. El escenario de esta narrativa es el tiempo de los patriarcas. Se han levantado preguntas acerca de la intención autorial de este libro, en cuanto a si estaba destinado a ser una narración histórica de un individuo real o si su estructura básica es aquella de un drama con un prólogo, incluyendo una escena de apertura en el cielo, conteniendo un discurso entre Dios y Satanás, y moviéndose de una forma gradual al epílogo, en el que son repuestas las profundas pérdidas sufridas por Job durante sus pruebas.<br>En cualquier caso, en el corazón del mensaje del libro de Job está la sabiduría respecto a la respuesta a la pregunta de cómo Dios está involucrado en el problema del sufrimiento humano. En cada generación protestas son levantadas diciendo que si Dios es bueno, entonces no debería haber dolor, ni sufrimiento o muerte en este mundo. Junto con estas protestas contra cosas malas que le suceden a gente buena, también han habido intentos de crear un cálculo de dolor, por el cual se asume que el umbral de sufrimiento en un individuo es directamente proporcional al grado de su culpa o del pecado que ha cometido. <br>Una respuesta rápida a esto es hallada en el capitulo noveno de Juan, donde Jesús responde a la pregunta de los discípulos acerca del origen del sufrimiento del hombre ciego de nacimiento.<br>En el libro de Job, el personaje es descrito como un hombre justo, de hecho el hombre más justo que se puede encontrar en la tierra, pero a quien Satanás afirma que él es justo únicamente para recibir bendiciones de la mano de Dios. Dios ha puesto un cerco alrededor de él y lo ha bendecido más que al resto de los mortales, y como resultado el Diablo acusa a Job de servir a Dios solo por la generosa retribución que recibe de su Hacedor. El reto viene del malvado, a que Dios quite el cerco de protección y compruebe si Job empezará entonces a maldecir a Dios. A medida que la historia se desarrolla, el sufrimiento de Job va en una rápida progresión de mal a peor. Su sufrimiento es tan intenso que él se encuentra a si mismo sentado en un montón de estiércol, maldiciendo el día que nació, y gritando a los cuatro vientos su dolor incesante. Su sufrimiento es tan grande que incluso su esposa le aconseja que maldiga a Dios, para que se pueda morir y ser aliviado de su agonía. Lo que se desarrolla mas adelante en la historia es el consejo dado a Job por los amigos de Job, Elifaz, Bildad y Zofar. Su testimonio muestra cuán hueca y superficial es su lealtad por Job, y lo presuntuosos que son al asumir que la innombrable miseria de Job se debe a una degeneración radical en carácter de Job. El consejo a Job alcanza un nivel más alto con algunas consideraciones profundas de Eliú. Eliú da varios discursos que tienen muchos elementos de sabiduría bíblica. Pero la sabiduría final que se encuentra en este gran libro no viene de los amigos de Job ni de Eliú, sino de Dios mismo. Cuando Job demanda una respuesta de Dios, Dios le responde con esta reprensión, “¿Quién es este que oscurece los consejos con palabras sin conocimiento? Vístete para la acción como un hombre; Yo te preguntaré, y tú me harás saber” (Job 38:1–3). Lo que sigue a esta reprensión es la interrogación más intensa al que un hombre ha sido llevado por el Creador. A primera vista casi parece que Dios está provocando a Job, tanto que Él dice, “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? (v. 4). Dios levanta pregunta tras pegunta de esta manera. ¿Puedes atar las cadenas de las Pléyades? ¿O aflojar el cinturón de Orión? ¿Puedes conducir a los Mazzaroth en su temporada, o puedes guiar la Osa con sus hijos?” (v. 31–32). Obviamente, la respuesta a estas preguntas retóricas que vienen con la rapidez de una ametralladora es siempre, “No, no, no.Dios machaca en la inferioridad y subordinación de Job con Su interrogatorio. Dios continua con pregunta tras pregunta acerca de la habilidad de hacer cosas que Job no puede hacer pero que Dios claramente puede hacerlas.<br>En el capítulo 40, Dios finalmente le dice a Job, “¿Debería un criticón luchar contra el Todopoderoso? Él que reprende a Dios, responda a esto” (v. 2). Ahora, la respuesta de Job no es de demanda desafiante de respuestas a su miseria. Más bien dice, “He aquí, yo soy insignificante; ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca. Una vez he hablado, y no responderé; aun dos veces, y no añadiré más.” (v. 4–5). Y una vez más Dios prosigue la interrogación y va aún más profundo en el fuego rápido de la interrogación que muestra el contraste abrumador entre el poder de Dios, quien es conocido en Job como El Shaddai, y contrastante la impotencia de Job. Finalmente, Job confiesa que esas cosas eran demasiado maravillosas. Él dice, “He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza.” (42:5–6).<br>Lo que se debe notar en este drama, es que Dios nunca responde directamente a las preguntas de Job. No dice, “Job, la razón por la que has sufrido es esta o aquella”. Más bien, los que Dios hace en el misterio de la iniquidad de un sufrimiento tan profundo, es que Él responde a Job con Sí mismo. Esta es la sabiduría que responde a la pregunta del sufrimiento no la respuesta de porqué tengo que sufrir de un modo particular, en un momento particular, y en una circunstancia particular, sino dónde descansa mi esperanza en medio del sufrimiento.<br>La respuesta a esto proviene claramente de la sabiduría del libro de Job, que concuerda con las demás premisas de la literatura de sabiduría: el temor del Señor, la asombro y la reverencia ante Dios, es el principio de la sabiduría. Y cuando estamos perplejos y confundidos por cosas de este mundo que no podemos entender, no buscamos respuestas específicas a preguntas específicas, sino que buscamos conocer a Dios en Su santidad, en Su rectitud, en Su justicia, y en Su misericordia. He aquí la sabiduría que se encuentra en el libro de Job.<br>

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En el campo de los estudios bíblicos, existen cinco libros que normalmente son incluidos bajo el título de “literatura de sabiduría” o “los libros poéticos del Antiguo Testamento”. Estos son los libros de Proverbios, Salmos, Eclesiastés, Cantares de Salomón, y Job. De estos cinco libros, hay uno que sobresale, manifestando diferencias significativas respecto a los otros cuatro. Ése es el libro de Job. La sabiduría que se encuentra en el libro de Job no es comunicada en forma de proverbio. Más bien, el libro de Job trata las cuestiones de la sabiduría en el contexto de una narrativa que trata la profunda angustia y el dolor insoportable de Job. El escenario de esta narrativa es el tiempo de los patriarcas. Se han levantado preguntas acerca de la intención autorial de este libro, en cuanto a si estaba destinado a ser una narración histórica de un individuo real o si su estructura básica es aquella de un drama con un prólogo, incluyendo una escena de apertura en el cielo, conteniendo un discurso entre Dios y Satanás, y moviéndose de una forma gradual al epílogo, en el que son repuestas las profundas pérdidas sufridas por Job durante sus pruebas.
En cualquier caso, en el corazón del mensaje del libro de Job está la sabiduría respecto a la respuesta a la pregunta de cómo Dios está involucrado en el problema del sufrimiento humano. En cada generación protestas son levantadas diciendo que si Dios es bueno, entonces no debería haber dolor, ni sufrimiento o muerte en este mundo. Junto con estas protestas contra cosas malas que le suceden a gente buena, también han habido intentos de crear un cálculo de dolor, por el cual se asume que el umbral de sufrimiento en un individuo es directamente proporcional al grado de su culpa o del pecado que ha cometido.
Una respuesta rápida a esto es hallada en el capitulo noveno de Juan, donde Jesús responde a la pregunta de los discípulos acerca del origen del sufrimiento del hombre ciego de nacimiento.
En el libro de Job, el personaje es descrito como un hombre justo, de hecho el hombre más justo que se puede encontrar en la tierra, pero a quien Satanás afirma que él es justo únicamente para recibir bendiciones de la mano de Dios. Dios ha puesto un cerco alrededor de él y lo ha bendecido más que al resto de los mortales, y como resultado el Diablo acusa a Job de servir a Dios solo por la generosa retribución que recibe de su Hacedor. El reto viene del malvado, a que Dios quite el cerco de protección y compruebe si Job empezará entonces a maldecir a Dios. A medida que la historia se desarrolla, el sufrimiento de Job va en una rápida progresión de mal a peor. Su sufrimiento es tan intenso que él se encuentra a si mismo sentado en un montón de estiércol, maldiciendo el día que nació, y gritando a los cuatro vientos su dolor incesante. Su sufrimiento es tan grande que incluso su esposa le aconseja que maldiga a Dios, para que se pueda morir y ser aliviado de su agonía. Lo que se desarrolla mas adelante en la historia es el consejo dado a Job por los amigos de Job, Elifaz, Bildad y Zofar. Su testimonio muestra cuán hueca y superficial es su lealtad por Job, y lo presuntuosos que son al asumir que la innombrable miseria de Job se debe a una degeneración radical en carácter de Job. El consejo a Job alcanza un nivel más alto con algunas consideraciones profundas de Eliú. Eliú da varios discursos que tienen muchos elementos de sabiduría bíblica. Pero la sabiduría final que se encuentra en este gran libro no viene de los amigos de Job ni de Eliú, sino de Dios mismo. Cuando Job demanda una respuesta de Dios, Dios le responde con esta reprensión, “¿Quién es este que oscurece los consejos con palabras sin conocimiento? Vístete para la acción como un hombre; Yo te preguntaré, y tú me harás saber” (Job 38:1–3). Lo que sigue a esta reprensión es la interrogación más intensa al que un hombre ha sido llevado por el Creador. A primera vista casi parece que Dios está provocando a Job, tanto que Él dice, “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? (v. 4). Dios levanta pregunta tras pegunta de esta manera. ¿Puedes atar las cadenas de las Pléyades? ¿O aflojar el cinturón de Orión? ¿Puedes conducir a los Mazzaroth en su temporada, o puedes guiar la Osa con sus hijos?” (v. 31–32). Obviamente, la respuesta a estas preguntas retóricas que vienen con la rapidez de una ametralladora es siempre, “No, no, no.” Dios machaca en la inferioridad y subordinación de Job con Su interrogatorio. Dios continua con pregunta tras pregunta acerca de la habilidad de hacer cosas que Job no puede hacer pero que Dios claramente puede hacerlas.
En el capítulo 40, Dios finalmente le dice a Job, “¿Debería un criticón luchar contra el Todopoderoso? Él que reprende a Dios, responda a esto” (v. 2). Ahora, la respuesta de Job no es de demanda desafiante de respuestas a su miseria. Más bien dice, “He aquí, yo soy insignificante; ¿qué puedo yo responderte? Mi mano pongo sobre la boca. Una vez he hablado, y no responderé; aun dos veces, y no añadiré más.” (v. 4–5). Y una vez más Dios prosigue la interrogación y va aún más profundo en el fuego rápido de la interrogación que muestra el contraste abrumador entre el poder de Dios, quien es conocido en Job como El Shaddai, y contrastante la impotencia de Job. Finalmente, Job confiesa que esas cosas eran demasiado maravillosas. Él dice, “He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza.” (42:5–6).
Lo que se debe notar en este drama, es que Dios nunca responde directamente a las preguntas de Job. No dice, “Job, la razón por la que has sufrido es esta o aquella”. Más bien, los que Dios hace en el misterio de la iniquidad de un sufrimiento tan profundo, es que Él responde a Job con Sí mismo. Esta es la sabiduría que responde a la pregunta del sufrimiento — no la respuesta de porqué tengo que sufrir de un modo particular, en un momento particular, y en una circunstancia particular, sino dónde descansa mi esperanza en medio del sufrimiento.
La respuesta a esto proviene claramente de la sabiduría del libro de Job, que concuerda con las demás premisas de la literatura de sabiduría: el temor del Señor, la asombro y la reverencia ante Dios, es el principio de la sabiduría. Y cuando estamos perplejos y confundidos por cosas de este mundo que no podemos entender, no buscamos respuestas específicas a preguntas específicas, sino que buscamos conocer a Dios en Su santidad, en Su rectitud, en Su justicia, y en Su misericordia. He aquí la sabiduría que se encuentra en el libro de Job.

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