Blessed Are the Meek/es
From Gospel Translations
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Mateo 5:3-4
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Cómo se relaciona la humildad con Dios?
Esta pregunta tendría que ocupar el primer lugar en nuestras mentes porque, si no tenemos una respuesta, no seremos capaces de cumplir el objetivo de nuestro Señor en este sermón. Él dijo en el versículo 16: “Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Jesús pronunció el Sermón del Monte para que su Padre obtuviera la gloria por cómo vivían los discípulos. Su objetivo era crear un estilo de vida en sus discípulos que recordara a la gente la importancia de Dios. Así que, si las personas son humildes simplemente porque siempre han sido desanimadas como niños porque sus padres nunca levantaron la voz o porque tienen un metabolismo especial, entonces, ¿cómo puede la humildad recordar la gloria de Dios?
A Jesús no le interesa simplemente reformar los modales o transformar las personalidades. La primera petición del Padre Nuestro, que es el centro de este sermón, es: “santificado sea tu Nombre.” Ésta fue la pasión de la vida de nuestro Señor. Por lo tanto, es la pasión por nosotros. Y nos deberíamos preguntar ¿qué tiene que ver la humildad con Dios? ¿De qué forma el hecho de llegar a ser humilde y ser humilde favorece la santificación del nombre de Dios?
Al contestar a esta pregunta, de hecho, descubriremos que la humildad es algo hermoso, aunque puede causar muchas penas.
Alusión al Salmo 37
Talvez el mejor punto de partida esté en el Salmo 37, ya que es casi cierto que esta bienaventuranza es una cita o una alusión al Salmo 37:11, que dice: "Mas los humildes poseerán la tierra, y se deleitarán en abundante prosperidad". En el Antiguo Testamento en griego las palabras del Salmo 37:11 son casi idénticas a las de Mateo 5:5, que dice: "Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra." Y la palabra que en griego y en hebreo corresponde a "tierra" en el sentido de “país” quiere decir también “tierra”en el sentido de “planeta”.
Vamos a tratar de entender lo que quiere decir ser humildes en este Salmo y cómo se relaciona esto con Dios.
Los humildes que esperan en el Señor
Fíjense en la similitud entre el versículo 11 y el versículo 9. El versículo 11 dice: "Mas los humildes poseerán la tierra”. El versículo 9b dice: “mas los que esperan en el SEÑOR poseerán la tierra.” Concluiría, entonces, que primero los humildes son personas que esperan en el Señor. Pero ¿qué quiere decir “esperar en el Señor”?
Tenemos una imagen de los que esperan en el Señor, es decir los humildes, si leemos los versículos 5-8.
5) Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en El, que El actuará; 6) hará resplandecer tu justicia como la luz, y tu derecho como el mediodía. 7) Confía callado en el SEÑOR y espérale con paciencia; no te irrites a causa del que prospera en su camino, por el hombre que lleva a cabo sus intrigas. 8) Deja la ira y abandona el furor; no te irrites, sólo harías lo malo.
¿Cómo son estas personas que, de acuerdo con el versículo 11, son humildes y, de acuerdo con el versículo 9, esperan en el Señor? Pues bien, el versículo 5 dice que encomiendan su camino al Señor y que confían en el Señor. El versículo 7 dice que confían callados en el Señor y no se irritan a causa de los que prosperan en su camino. El versículo 8 dice que dejan la ira y abandonan el furor.
Un retrato de los humildes
Ahora vamos a intentar resumirlo todo para crear un retrato de los humildes.
1. Confían en Dios
Lo primero que hacen los humildes es confiar en Dios (versículo 5b). Creen que actuará a su favor y los sostendrá cuando los demás estén en su contra. La humildad de la Biblia tiene raíces en la confianza profunda de que Dios está a lado de uno y no en su contra.
2. Encomiendan al Señor su camino
Luego, los humildes encomiendan su camino al Señor (versículo 5a). La palabra hebrea que indica "encomendar" significa literalmente "depositar". Los humildes han descubierto que Dios es digno de confianza, por eso pueden depositar su "camino”, sus asuntos, sus problemas, sus relaciones, su salud, sus temores, sus frustraciones, depositan todas estas cosas en el Señor. Admiten que ellos solos no pueden con la complejidad, las presiones y los obstáculos de la vida, y creen que Dios puede y quiere apoyarlos, guiarlos y protegerlos.
3. Confían callados en el Señor y esperan en Él
Luego, de acuerdo con el versículo 7a, los humildes confían callados en el Señor y esperan en Él con paciencia. Primero, descubren que pueden confiar en Dios; luego, le encomiendan su camino y esperan callados con paciencia las obras de Dios en sus vidas.
Esto no quiere decir que se hayan hecho perezosos, sino que dejan de tener preocupaciones. Gozan de una especie de tranquilidad estable que procede de la confianza en que Dios es todopoderoso, en que Él tiene sus asuntos bajo control, en que es misericordioso y en que hará que todo salga bien. Los humildes tienen una silenciosa estabilidad con respecto a sus vidas en medio de la confusión.
4. No se irritan por los que llevan a cabo sus intrigas
Su cuarta característica (versículo 7b) es que no se irritan a causa del que prospera en su camino,
por el hombre que lleva a cabo sus intrigas; o, como dice el versículo 8, abandonan el furor. Su familia, su trabajo y su vida se encuentran el las soberanas manos de Dios; ellos confían en Él, esperan callados en Él con paciencia para ver cómo operarán su poder y su benevolencia. Así que las adversidades, los obstáculos y los que se oponen a ellos en la vida no producen las amarguras, la ira y la preocupación que son tan comunes entre los hombres.
Por lo tanto, el retrato que hemos hecho hasta ahora de la humildad, basado en el paralelismo bíblico más cercano (en el Salmo 37:11) a la tercera bienaventuranza, es que empieza confiando en Dios. Esto, luego, encomienda el camino al Señor, confiando en que utilizará su poder y su misericordia para hacer nuestro bien. Entonces, se espera en silencio y con paciencia el resultado. Finalmente, esto no deja paso a la ira y las preocupaciones al enfrentarse con las oposiciones y los obstáculos.
Así que ya está claro, a partir de este análisis preliminar del Salmo 37, que la humildad tiene mucho que ver con Dios. Consiste en sentirse tranquilamente libre de la ira que nos tiene preocupados y está basado en la confianza en Dios, en encomendar todos nuestros caminos a Dios y esperar en Dios con paciencia. La humildad tiene mucho que ver con Dios.
La humildad de Moisés
Ahora vamos a añadir a nuestro retrato unos cuantos ejemplos bíblicos más de la humildad. Números 12:1–4 describe una ocasión en la que Miriam y Aarón critican con severidad a Moisés:
Entonces Miriam y Aarón hablaron contra Moisés por causa de la mujer cusita con quien se había casado (pues se había casado con una mujer cusita); y dijeron: ¿Es cierto que el SEÑOR ha hablado sólo mediante Moisés? ¿No ha hablado también mediante nosotros? Y el SEÑOR lo oyó. (Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra.) Y el SEÑOR de repente dijo a Moisés, a Aarón y a Miriam: Salid vosotros tres a la tienda de reunión.
Lo que ocurre en los versos siguientes es que el Señor reprende a Miriam y a Aarón y vindica a su siervo Moisés.
La humildad entre oposición y vindicación
¿Cuál es el elemento en este contexto (entre la amarga oposición y la vindicación de Dios) gracias al cual podemos definir humilde a Moisés? Creo que la respuesta es que “humildad” significa encomendar la causa de uno a Dios y no tener que defenderse solo. Exactamente donde esperaríamos que el texto nos diga qué dijo Moisés para disculparse con respecto a lo que le habían dicho Miriam y Aarón, el texto nos dice que fue el hombre más humilde sobre la faz de la tierra. Moisés no dice ni una palabra, en cambio, espera con paciencia en el Señor. No se irrita por estas palabras de crítica y Dios le defiende.
La humildad evita la venganza y de la defensa
Así que podemos añadir lo siguiente a nuestro retrato de la humildad: no solamente confía en Dios, encomienda el camino a Dios, espera con paciencia en Dios y evita la ira; sino que también evita la venganza y la defensa. La humildad deja paso a la ira y deja su vindicación a Dios. La humildad es el poder de absorber las adversidades y las críticas sin irritarse.
Recibir la Palabra con humildad
Para ver otra característica del retrato de la humildad, pasemos al libro de Santiago. Vamos a leer 1:19–21:
Esto sabéis, mis amados hermanos. Pero que cada uno sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para la ira; pues la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, recibid con humildad la palabra implantada, que es poderosa para salvar vuestras almas.
Dos tipos de personas
Santiago aquí está pensando en dos tipos de personas. Por un lado están los que no quieren escuchar lo que tienen que decir los demás, especialmente si hablan con autoridad. Estas personas hablan rápido y rápidamente se enfadan si las palabras de los demás se oponen a su opinión o cuestionan su comportamiento. Este tipo de personas no reciben la Palabra de Dios, la filtran a través de de sus deseos y la reciben selectivamente, o no la reciben para nada.
Por el otro lado, está otro tipo de personas. Estas personas son tardas para hablar y prontas para oír (vers. 19). Estas personas reconocen los límites de su conocimiento y la falibilidad de su pensamiento, por eso tienen más interés en escuchar y aprender todas las cosa importantes que puedan. Si oyen algo nuevo o que se opone a su punto de vista, su primera reacción no es la ira; son tardos para la ira; escuchan y reflexionan; y cuando llega la Palabra de Dios, la reciben con humildad.
La humildad se puede enseñar
Así que la característica nueva de nuestro retrato de la humildad es la enseñabilidad. Recibir la Palabra con humildad significa no tener un espíritu hostil que se resiste cuando nos la enseñan. No quiere decir que hay que ser ingenuos y tampoco que no nos tengamos que enfadar por lo que enseñan algunas personas. El versículo 19 dice que hay que ser “TARDO para la ira” y no que no hay que experimentarla nunca. Jesús dijo en Mateo 11:29, "soy manso y humilde de corazón". Sin embargo, Marcos 3:5 dice que se enojó y se puso triste ante la dureza de corazón de los fariseos; y en Mateo 21:12 a cont. echa a los mercaderes del templo volcando sus mesas.
La humildad no es buena, si significa ausencia de pasión, de convicción e incluso de indignación por la gloria de Dios. Lo que quiere decir es que no tenemos que reaccionar de golpe, sino que nuestra actitud tiene que ser la de alguien que está dispuesto a escuchar y a aprender, quiere decir que tenemos que ser tardos en criticar a una persona, condenarla y enfadarnos.
Seamos listos como serpientes e inocentes como palomas en discernir qué es la humildad y qué es le orgullo.
La mansedumbre de sabiduría
Este concepto se aclara en Santiago 3:13 y 17. El versículo 13 dice: "¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que muestre por su buena conducta sus obras en mansedumbre de sabiduría". "Mansedumbre de sabiduría" es una expresión muy bonita. Los que son sabios de verdad también son humildes. ¿Por qué?
Veamos el versículo 17: "Pero la sabiduría de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente..." Observen la razón por la que las personas sabias de verdad también son humildes, o sea que la sabiduría verdadera es pacífica, amable y condescendiente. Sin embargo, ¡éstas son características de la humildad! ¿No es extraordinario que la sabiduría bíblica y la humildad bíblica sean la misma cosa?
La sabiduría en la Biblia nunca es un asunto meramente intelectual. Es una disposición del corazón e ideas en la cabeza. Por eso, en cierto sentido, la humildad y la sabiduría son la misma cosa. Ambas son pacíficas, amables y condescendientes.
Pueden ver cómo esto se enlaza con Santiago 1:19–21, donde hemos visto que humildad significaba ser pronto para oír y tardo para criticar y condenar. Aquí la humildad es condescendiente. Qué cosa tan maravillosa es sentarse delante de un consejo de diáconos, donde un hombre habla, los demás escuchan y luego hablan de ello razonablemente, en vez de decir cosas fuera de propósito sin pensar o juzgar rápidamente, sin pensar en el motivo de su crítica.
Humildad y racionabilidad
¿Las Escrituras no nos enseñan que hay una relación entre la humildad y la racionabilidad? ¿Y la racionabilidad no es básicamente la voluntad de escuchar las razones de otra persona para expresar nuestras razones? Si digo mi opinión sin dar ninguna razón menos el hecho de que sea mi opinión, no estaría actuando con humildad, no importa que esté hablando con voz suave. Al contrario, estaría actuando de forma autoritaria, porque no estaría recurriendo a nada que esté fuera de mí.
Creo se ha creado bastante confusión acerca del significado de humildad. Esto resulta muy importante, según nuestra manera de trabajar aquí en Belén y en cualquier otro lugar. Tenemos que tener cuidado con la confusión que podemos crear con ciertas actitudes con o sin humildad. Una conversación entre dos personas puede ser apasionada y ardorosa y quedar en una actitud de humildad, si las dos personas hablan razonablemente, es decir, si defienden sus opiniones sin apoyarse en sí mismos sino en una verdad estándar que está por encima de ellos y de la que son siervos humildes.
Sin embargo, por otro lado, estas dos personas pueden hablar con voz muy suave y tener una conversación relajada en la que expresan opiniones diferentes, pero en vez de argumentarlas con motivaciones y basarse los dos en una verdad estándar superior, dan la impresión de que son muy modestos diciendo que simplemente quieren expresar su opinión sin argumentarla. Nadie tiene por qué aceptar mi opinión y yo no tengo por qué aceptar la de los demás. Vive y deja vivir.
Demasiadas veces pensamos que esto es humildad. Dos personas que no exigen nada de las opiniones ajenas, sin basar su opinión en una verdad estándar independiente, no queriendo hacerse vulnerables a las demandas de realidad y a la posible necesidad de admitir su error, esto no es el espíritu de la humildad, no importa la suavidad con la que se hable y la modestia que se muestre. Esto no es modestia, sino autoprotección y ausencia de verdad. ¿Qué sería más útil al espíritu del orgullo que el hecho de que ni ustedes ni yo demos explicaciones de nuestras opiniones basándonos en un estándar sino más bien en nosotros mismos?
La dislocación de la humildad en la cultura moderna
Hace sesenta años G. K. Chesterton habló de la dislocación de la humildad y dijo:
Lo que sufrimos hoy es la humildad en el sitio equivocado. La modestia ya no es una ambición. La modestia se ha establecido en el convencimiento; donde no debería estar nunca. Un hombre debería tener dudas sobre sí mismo, pero no tener dudas acerca de la verdad; esto se ha puesto exactamente al revés. Hoy en día la parte del hombre que un hombre no sostiene es exactamente la que no debería sostener: sí mismo. La parte sobre la cual tiene dudas es exactamente la parte sobre la que no debería dudar, la Razón Divina... Estamos produciendo una raza de hombres tan modestos mentalmente que creen en la tabla de multiplicar. (Ortodoxia, pág. 31 a cont.)
Ya no lo estamos haciendo, lo hemos hecho. El pensador más fecundo de nuestro tiempo definiría la tabla de multiplicar una manera de utilizar el lenguaje para ayudarnos a conseguir lo que queremos, nada más. Ustedes saben que el mundo seglar en el que vivimos está poblado de personas que no eligen en base a una verdad estándar. Todas las verdades se han hecho relativas.
La doctrina de la cultura americana del siglo XX
Robert Bellah, en uno de sus best sellers, Los hábitos del corazón, describió la doctrina básica de la cultura americana del siglo XX de esta forma:
Es una comprensión de la vida generalmente hostil a las ideas anteriores de orden moral. Su centro es el individuo autónomo, que se supone que es capaz de elegir los roles que va a tener y los compromisos que hará, no en base a las verdades más altas, sino según el criterio de efectividad de la vida, ya que la juzga el individuo. (pág. 47)
Éste es el mundo en le que vivimos. Éste el espíritu de nuestro tiempo. Ésta es la atmósfera que respiramos. Y a menos que no estemos especialmente atentos, la respiramos en la iglesia, ya que muchas ya la tienen. Una de las cosas que le permiten entraren las iglesias es que somos tan ingenuos que cometemos el error de confundirla con la humildad.
La humildad tiene en cuenta la verdad
Así que déjenme repetir: la humildad de la sabiduría es condescendiente, es pronta para oír las razones de las opiniones ajenas y está dispuesta a dar las motivaciones de sus opiniones. Tiene en cuenta la verdad y si los demás están de acuerdo. Por eso, puede llegar a ser apasionada y vigorosa. Sin embargo, queda una sierva. Siempre está sujeta a una verdad estándar superior. Siempre está dispuesta a conciliar sus opiniones con la verdad. La humildad es consciente de su falibilidad. Sin embargo, por eso, produce debates y argumentaciones tan serios. Desea discernir sus errores y dejar de cometerlos.
Sin embargo, la conversación tranquila en la que dos personas modernas tienes opiniones opuestas, sin percibir la necesidad de basar sus opiniones en una verdad estándar que está por encima de ellos y, por lo tanto, sin exponerse a la posibilidad de cometer errores y de arrepentirse, no es el espíritu de la humildad.
La humildad, la conciencia de la falibilidad y el pecado
Echemos un vistazo a otra característica del retrato de la humildad. Se encuentra en Gálatas 6:1–2:
Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
La humildad no es sólo tarda para hablar y tarda para la ira, sino que cuando decide que tiene que hablar, incluso cuando se trata de palabras de corrección como aquí en Gálatas 6:1–2, habla con una conciencia profunda de su falibilidad. Más concretamente, cuando la humildad se acerca a una persona para sacarla del pecado, primero despeja da vista y luego admite que lejos de la gracia, libre e inmerecida, caería completamente en el pecado del que está intentando salir. "Mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". "Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga".
El retrato completo de la humildad bíblica
Ahora volvamos atrás para ver si podemos visualizar el retrato completo. La humildad empieza cuando confiamos en Dios. Luego, ya que confiamos en Él, le encomendamos nuestro camino. Depositamos en Él nuestras ansiedades, frustraciones, planes, relaciones, obras o nuestra salud. Luego, esperamos con paciencia en el Señor. Confiamos en sus tiempos, su poder y su gracia para resolver las cosas de la mejor forma posible por su gloria y por nuestro bien.
El resultado de esta confianza en Dios, del depositar en Él nuestras ansiedades de esperar en Él con paciencia es lo que no deja paso a la ira rápida que nos hace enfadar. Si embargo, como Moisés dejamos paso a la ira y dejamos que Dios se encargue de ello para defendernos si lo desea. Luego, como dice Santiago, confiando tranquilamente en esto, somos tardos para hablar y pronto para oír. Llegamos a ser razonables y abiertos a la corrección. A la humildad le encanta aprender y considera valiosas las sugerencias de un amigo. Cuando tiene críticas para una persona que está en pecado o en error, habla con la conciencia de su falibilidad, de su susceptibilidad al pecado y de su dependencia total de la gracia de Dios.
La humildad empieza con Dios y acaba con Dios. Por eso, si vemos una persona así, damos a Dios la gloria y el objetivo de Jesús en el Sermón del Monte está cumplido.
De ellos es el reino de los cielos
Ahora centrémonos en la segunda mitad de la bienaventuranza:
Bienaventurados los pobres en espíritu,
PUES DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS.
El efecto que Jesús quiere que tenga esta promesa
¿Qué efecto quiere Jesús que tenga esta promesa en los discípulos? Creo que la respuesta es que quiere que la promesa les dé fuerza para seguir con su humildad. Así es cómo funciona la promesa en el versículo 12: "Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros". Dicho de otro modo, la promesa de una gran recompensa da a los discípulos la fuerza para aguantar la persecución con alegría.
Por lo tanto, creo que con la promesa que los humildes heredarán la tierra el Señor nos da la fuerza para aguantar quedando humildes, cuando la inclinación natural sería para defendernos, responder o dejar paso a la ira que nos hace enfadar.
Todo es vuestro
Hay un pasaje en 1 Corintios 3 que me ha ayudado a ver cómo la promesa de heredar la tierra fortalece nuestra humildad. En los versículos 18–23, Pablo intenta ayudarnos a superar el orgullo. Los corintios se jactan de tener diferentes maestros y su sabiduría terrenal. Por lo tanto, Pablo dice:
Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno de vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio a fin de llegar a ser sabio.
Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios. Pues escrito está: El es EL QUE PRENDE A LOS SABIOS EN SU propia ASTUCIA. Y también: EL SEÑOR CONOCE LOS RAZONAMIENTOS de los sabios, LOS CUALES SON INÚTILES. Así que nadie se jacte en los hombres, porque todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o la vida, o la muerte, o lo presente, o lo por venir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
Observen la lógica en el versículo 21: nadie se jacte en los hombres, PORQUE todo es vuestro, y una de las cosas mencionadas es el mundo. No se jacten, porque el mundo es suyo. ¿Tiene sentido para ustedes?
¿No es así: no necesitan los placeres vanos que van más allá de la humanidad, porque Dios ya les ha hecho herederos del mundo? ¿Me jactaría de que mi casa es más grande que las suyas si supiera que mi Padre posee toda la ciudad y yo, según su voluntad, la heredaría?
Contra nuestra naturaleza de pecadores
La tranquilidad, la apertura y la vulnerabilidad de la humildad es una cosa muy hermosa y muy penosa. Está en contra de todo lo que somos por nuestra naturaleza de pecadores. Requiere una ayuda sobrenatural. Y esta ayuda está disponible, ¡agradezcan a Dios!
Si esta mañana ustedes son discípulos de Jesucristo, siendo sus seguidores en el monte, es decir, si confían en Él, le encomiendan su camino y esperan en Él con paciencia, Dios ya ha empezado a ayudarles y les ayudará más. La manera fundamental en que les ayudará es asegurar a sus corazones que ustedes, junto con Jesucristo, heredarán el mundo y que todo lo que éste contiene será suyo. Él que sacrificó a su propio Hijo para salvarnos a todos, ¿no nos dará todo? ¡Todo! No habrá ninguna cosa buena que no concederá a los que siguen su camino con honestidad. "Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos".