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El filósofo francés Blaise Pascal describe al hombre como una criatura de profunda paradoja puesto que los seres humanos son criaturas de la más alta grandeza y la miseria más baja, frecuentemente al mismo tiempo pero no en la misma relación, por supuesto. Parte de nuestra grandeza se encuentra en nuestra capacidad de contemplarnos a nosotros mismos. Si los animales son conscientes de si mismos en el sentido de que pueden reflexionar sobre sus orígenes y destinos, o meditar sobre su lugar en el gran plan del universo es un punto debatido. Sin embargo lo que permite poco debate es que el hombre tiene una capacidad compleja y superior de hacer esto. Este don de la contemplación tiene como una desventaja al dolor pues nuestra miseria es a menudo reforzada por nuestra capacidad de contemplar una vida mejor que la que actualmente disfrutamos. Frecuentemente esta miseria es acompañada por el saber de que somos incapaces de ganar o lograr la vida ideal y es este mismo saber que inunda nuestros sueños y pesadillas.

Es posible gozar de una buena salud, pero no de una salud perfecta. Podemos imaginar la vida sin dolores y molestias, caries dentales y las enfermedades invalidantes, pero nadie ha encontrado aún una manera de asegurar tal libertad física. Todos nos enfrentamos a la certeza de la agonía y la muerte. El hombre pobre puede soñar con riquezas incalculables, pero se siente frustrado cuando no se gana la loteria. Incluso el hombre rico puede contemplar una mayor abundancia de riqueza, pero aunque la abundancia tiene su limite nuestro anhelo es ilimitado. Enfermos o sanos, pobres o ricos, con éxito o sin éxito, todos estamos afectados por el problema irritante de que la vida podría proporcionar un mejor estado del que actualmente disfrutamos. La via de escape bíblica que nos libra de tal frustración perpetua, de tales sueños no realizados, de tales aspiraciones no cumplidas, y de tales esperanzas hechas pedazos es la virtud espiritual del contentamiento.

Nos encontramos un modelo de la virtud del contentamiento en la declaracion de Pablo el apóstol en Filipenses 4:11, “No lo digo porque tenga escaséz, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situacion.” Cuando Pablo utiliza la palabra "contentarme" usa la palabra griega autarkes, lo que significa "auto-suficiente," es decir, "co-independiente de las circunstancias," (véase también 2 Cor. 9:8). La palabra que utiliza Pablo tiene como origen la palabra griega ataraxia, que al igual se ha usado como la marca de un tranquilizante moderno. Sócrates hablo del concepto cuando se le formuló la pregunta, "¿Quién es el más rico?" Él respondió: "El que se contenta con menos, puesto que la ataraxia es la riqueza de la naturaleza.”

El Nuevo Testamento menciona dos escuelas de ideas filosóficas que se encontraban de moda durante los tiempos apostólicos. Estas fueron las escuelas del epicureísmo y el estoicismo, cuyos representantes Pablo encaro en el Areópago de Atenas. A pesar de que estas escuelas diferian notablemente con respecto a la cosmología y la metafísica, compartian un objetivo común práctico de la vida: la búsqueda de ataraxia. Los estoicos entendian esto en términos de lo que ellos llamaban "imperturbabilidad." Ellos construian un tipo de determinismo material por el cual el ser humano no tiene poder alguno sobre sus circunstancias. La vida simplemente "transcurre" a través de causas externas fijas. Nuestras circunstancias son el resultado de lo que nos sucede a nosotros. El único ámbito en el que uno tiene un control significativo es en el escenario interno de nuestra actitud personal. El estoicismo indica que lo que sí podemos controlar es cómo nos sentimos acerca de lo que nos sucede a nosotros. El objetivo del estoicismo era de intentar llegar a un estado de imperturbabilidad a fin de que, pase lo que pase externamente, la persona mantenga una paz interna que lo deje sin preocupaciones. Esta es la actitud de mantenerse impasible; actitud clásica del estoicismo .

Por otra parte, los epicureanos eran más proactivos en su búsqueda de la ataraxia puesto que intentaban maximizar el placer y minimizar el dolor. Eran hedonistas refinados que buscaban un equilibrio adecuado entre el placer y el dolor. Sin embargo, nunca se solucionó el "paradoja hedonista," que decretó que uno fracasa si no se llega a adquerer el placer que se busca pero, a la inversa, uno se aburre si se llega a obtener el placer que se busca. Así que, en términos que anticipan la paradoja de Pascal, uno llega a un estado de frustración o de aburrimiento, por lo que ningun estado captura la alegría de la ataraxia.

El parecer de Pablo sobre la satisfacción difiere radicalmente con la del estoicismo o la del epicureanismo. Pablo, en 1 Corintios 15, rehuyó el credo que dice, "Comamos y bebamos, pues mañana moriremos." Este parecer hedonista que se trato en el libro de eclesiastes es un parecer de maximo pesimismo que no se adjuntó a la teología de Pablo, sobre todo en lo que respecta a la resurrección. De la misma manera, Pablo rechaza absolutamente la resignación pasiva de la postura del estoicismo. Pablo no creé que nuestras circunstancias son decretadas por fuerzas ciegas é impersonales. Pablo no le dio cabo al fatalismo o a la determinación mecanicista. Fue un activista que siguió adelante y que nos llamó a llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor. Él no abogó por un pacifismo que declara: “Dejemos que Dios sea Dios."

El contentamiento del que trata Pablo no es uno por el cual una complacencia irreligiosa deja al alma moribunda y al espíritu inerte. Pablo nunca se “contentó” con descansar en sus laureles o con relajar su celo por el ministerio. En innumerables instantes, Pablo expresó su descontento y su insatisfacción tanto con los errores, vicios y defectos de la iglesia como con sus propias deficiencias. Había muchas tareas por terminar y problemas por solucionarse en su propia vida y en el ministerio que requerían esfuerzo fervoroso de su parte. Su contentamiento estaba relacionado con su situación personal o con el estado de su condición humana. Pablo amplió su declaración del contentamiento al escribir, "Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad." (Filipenses 4:12).

Aquí nos damos cuenta que Pablo habla de aprendér y conocér. El contentamiento del cual Pablo gozó es una condición adquirida. Él aprendió el secreto o el misterio de la felicidad. Ese secreto es parcialmente revelado a nosotros en su siguiente declaración, "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." El contentamiento de Pablo estaba fundamentado en su unión mística con Cristo y con su teología. Para el apóstol, la teología no era una disciplina abstracta marginada de las cuestiones urgentes de la vida cotidiana, en cierto sentido su teologia éra la vida misma, o la clave para entender la vida misma. El contentamiento o la satisfacción de Pablo con su estado o condición de vida pesaba sobre su conocimiento del carácter de Dios y su conocimiento de la manera en que óbra Dios. Suya no era un ataraxia basada en la resignación pasiva a las fuerzas impersonales de la naturaleza. Suya fue una alegría basada en el conocimiento de que sus pasos y su condición humana fueron decretados por el Señor. Tal vez fue la comprensión de la providencia de Dios poseída por Pablo, más que cualquier otra cosa, que era su secreto para el contentamiento bíblico. Él comprendió que todo regalo bueno y perfecto viene de Dios, y que todas las cosas ayudan a bien para los que aman a Dios y son llamados según Su propósito. Pablo entendió que el propósito de Dios se cumplia si pasaba por humillacion o gozaba de la abundancia. Para Pablo la cuestión de sumisión a la vocación divina sirvia como clave de su implacable alegría.

En nuestra vida parcialmente santificada, ronda la tentación irreligiosa de suponer que Dios nos debe una condición mas favorable de la que actualmente disfrutamos. Tal es la miseria del pecado, cual miseria es derrotada por el triunfo de la gracia salvifica y providencial de Dios. Es precisamente en esta gracia que se haya el contentamiento cristiano.

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