Sovereign Grace and the Glorious Mystery of Election/es

From Gospel Translations

Revision as of 20:58, 11 October 2007 by Jatroche (Talk | contribs)
Jump to:navigation, search
  Blue pencil.png

This translation is a work-in-progress. Translator jatroche (talk) expects to post a draft of the translation by {{{date}}}.

We invite you to help review this article when it is completed. Click the "watch" tab at the top of this page and you will be notified when the contents are updated.


 

Notice: This template is no longer in use. Please use {{Info}} instead.


Él nos escogió en él antes de la fundación del mundo – Efesios 1:4

Contents

Primeras Impresiones

El autor James Cantelon presenta esta conmovedora y perspicaz recapitulación de su experiencia de conversión:

“Las primeras impresiones son impresiones perdurables”, dice el antiguo refrán, y sospecho que en la mayoría de los casos es verdad. Mi primera impresión de Dios está conmigo hasta el día de hoy. Ocurrió en el campamento de una decrépita y vieja iglesia en Saskatchewan Central, Canadá. Yo tenía cinco años.
En aquellos días estaban de moda los tabernáculos. No solamente la mayoría de nuestras iglesias se llamaban tabernáculos, sino que nuestros edificios de reunión en el campamento también recibían este nombre del Antiguo Testamento en referencia a las tiendas de campaña. En un día especialmente caluroso mis padres estaban en el tabernáculo para adultos y yo, junto con mis pequeños compañeros campistas, estaba en el tabernáculo para niños. La profesora nos estaba llevando a través del Progreso del Peregrino de Bunyan.
Después de la lección los niños estallaron rumbo a la luz solar para jugar. Yo me quedé. La señorita Brown parecía saber por qué.
“¿Puedo ayudarte, Jimmy?” preguntó gentilmente. Yo asentí aturdidamente, mordiendo mi repentinamente tembloroso labio inferior, lágrimas brotando en mis ojos.
“Vamos al cuarto de atrás y oremos”, dijo ella. No puedo explicar lo que ocurrió… Pero diré esto: a la edad de cinco años, de repente sentí como si yo fuera el peor pecador que jamás había vivido. Mi percepción de pecado casi aplastaba mi pequeño corazón. La oración, sin embargo, no había terminado. Empezó con pesadumbre, se tornó en gozo. Sentí ese peso recientemente descubierto descargado de mi frágil alma. La presencia de Dios me abrumó. Sin que yo lo buscara, o preguntara por él - en realidad, sin ningún conocimiento de mi necesidad de él – Dios vino buscándome a mí, preguntando por mí… un niño de cinco años. [1]

Las primeras impresiones son verdaderamente impresiones perdurables. La descripción del señor Cantelon acerca de su experiencia de conversión es reveladora: “Dios vino buscando por mí”. ¿Cómo entiendes tu experiencia de conversión? ¿Quién buscó a quién? ¿Dios buscó por ti? ¿O parece que, en esencia, tú estabas buscando a Dios? ¿Qué sobresale más para ti: la iniciativa de Dios y su intervención, o tu arrepentimiento y tu fe?

Cuando estaba viniendo a Cristo, pensaba que lo estaba haciendo todo yo mismo, y aunque buscaba al Señor ardientemente, no tenía idea de que el Señor me estaba buscando a mí. Pienso que el recién convertido no está conciente de esto al principio. Puedo recordar con precisión el día y la hora cuando recibí por primera vez esas verdades [de la doctrina de la elección] en mi propia alma - cuando fueron, como dijo John Bunyan, selladas en mi corazón como con un hierro caliente, y puedo recordar cómo sentí que había crecido repentinamente de un bebé a un hombre - que había hecho progreso en el conocimiento de la Escritura, al haber hallado, de una vez y para siempre, la señal de la verdad de Dios.
Una noche de la semana, cuando estaba sentado en la casa de Dios, no estaba pensando mucho en el sermón del predicador, porque no lo creía. El pensamiento me sacudió.
¿Cómo llegaste a ser cristiano? Busqué al Señor. ¿Pero cómo llegaste a buscar al Señor? La verdad relampagueó por mi mente en un instante – no le habría buscado a no ser que habría existido una influencia previa en mi mente que me hizo buscarlo. Oré, pensé, pero entonces me pregunté ¿Cómo llegué a orar? Fui estimulado a orar al leer las Escrituras ¿Cómo llegué a leer las Escrituras? Las leí, pero ¿qué me empujó a hacerlo? Entonces, en un instante, vi que Dios estaba en el fondo de todo, y que él era el Autor de mi fe, y así la doctrina de la gracia se me reveló, y de esa doctrina no me he alejado hasta el día de hoy, y deseo hacer de esta mi constante confesión: “Atribuyo mi cambio completamente a Dios”.
- Charles Spurgeon
[2]

Estas no son preguntas académicas. El cristiano que no entiende o malinterpreta la causa primordial de su conversión puede ser vulnerable al legalismo, orgullo, confianza en sí mismo, ingratitud, condenación y falta de seguridad. Pero cuando comprendemos correctamente la naturaleza de nuestra conversión – es decir, cuando entendemos claramente el rol de la gracia soberana de Dios en la elección – nos posicionamos a nosotros mismos para gozar continuamente de los beneficios maravillosos y transformadores de nuestra vida que están disponibles solamente a través del evangelio.

Fuera de Nuestro Nivel

La elección es, por supuesto, una doctrina que surge del extremo profundo de la laguna teológica. Tan pronto como la encontramos, todos debemos reconocer que está muy por encima de nuestras cabezas. Este es un lugar de misterio, un lugar que produce cientos de preguntas, todas ellas variaciones de una única pregunta: “¿Cómo reconciliar la soberanía divina con la responsabilidad humana?”

En la materia del misterio teológico, hallo de mucha ayuda esta cita de J. Rodean Williams: “Debido a que todas las doctrinas cristinas están relacionadas con Dios, quien está en última instancia fuera de nuestra comprensión, habrá inevitablemente un elemento de misterio, o de trascendencia, que no puede ser reducido al entendimiento humano. Sin embargo, dentro de estos límites, el esfuerzo teológico debe ser mantenido”. [3]

En realidad, Dios ha anunciado este convenio que no es negociable: “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre” (Deuteronomio 29:29).

Como alguien quien ama los secretos, mi orgullo no responde bien a tal declaración. Así que, en parte como ayuda para mi humildad, Dios me ha permitido vivir cerca de Washington, DC. Aquí, entre los miembros de la iglesia que tengo el privilegio de servir, hay un número de personas que deben ser más bien reservadas acerca de los detalles de sus oficios relacionados con el gobierno. Algunas veces, al hablar con uno u otro de ellos, emergen mi orgullo y la importancia que me autoatribuyo, y empiezo a desear un poco de acceso interno. ¿Por qué no comparten alguna cosa emocionante conmigo? ¿No confían en mí? ¿No pueden hacer una excepción por su pastor? Para su crédito, nunca satisfacen mi deseo orgulloso. Usualmente ni siquiera admiten que saben algún secreto.

El factor definitivo que determina quién debe ser salvado del pecado no es la decisión de los seres humanos afectados, sino la gracia soberana de Dios – aunque la decisión humana juega un rol significativo en el proceso… Por tanto, debemos afirmar ambos: la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre; ambos: la gracia soberana de Dios y nuestra activa participación en el proceso de salvación. Sólo podemos hacer justicia a la enseñanza bíblica si mantenemos firmemente ambos lados de la paradoja. Pero como Dios es el Creador y nosotros sus criaturas, Dios debe tener la prioridad. Entonces, debemos sostener que en el proceso de nuestra salvación el factor decisivo concluyente es la gracia soberana de Dios.
- Anthony Hoekema
[4]

Yo puedo comportarme de la misma forma con Dios. Le imploro que me explique algún misterio teológico, asumiendo arrogantemente que mi cerebro no será carbonizado al ser expuesto a tal iluminación divina. Pero en su bondad, sabiduría y misericordia, él tampoco me dice ningún secreto.

¿Cuán cómodo estás con las cosas secretas de Dios?… ¿con las difíciles de entender?... ¿con las paradojas?... ¿las aparentes contradicciones? ¿Estás en paz en el extremo profundo de la laguna? En la Escritura, Dios ha afirmado tanto la soberanía divina como la responsabilidad humana, sin buscar armonizarlas completamente. Pero están ciertamente armonizadas en su infinita sabiduría, y eso debería ser suficiente para nosotros.

Juan Calvino ofrece un sabio consejo en este asunto:

El tema de la predestinación, que en sí mismo presenta notable dificultad, es considerado muy confuso, y por tanto peligroso, por la curiosidad humana, la cual no puede ser impedida de vagar por rutas prohibidas… Esos secretos de su voluntad que Él ha visto por conveniente manifestar, están revelados en su Palabra – revelados en la medida en que Él sabía que serían conductivos para nuestro interés y bienestar… Por tanto, que nuestra primera regla sea que el desear cualquier otro conocimiento sobre la predestinación aparte del que ha sido explicado por la Palabra de Dios, no es menos presuntuoso que transitar donde no hay camino o buscar luz en la oscuridad… La mejor regla de sobriedad es no sólo aprender a ir dondequiera que Dios guía, sino también dejar de querer ser sabio cuando Él termina de enseñar. [5]

Yo creo que la madurez cristina incluye una progresiva comodidad con el misterio divino y una creciente confianza en Dios, de modo que podamos decir con David: “OH Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado maravillosas para mí” (Salmo 131:1).

Mientras uno crece en Cristo, no habrá menos misterio. Pero debe existir más humildad para que podamos estar más en paz en presencia de misterio divino. Que para nosotros sea suficientemente grandioso y maravilloso saber que la doctrina de la elección es sólida y confiable, representando la clara enseñanza de la Escritura.

Así que nadie entretenga vanas esperanzas. Este artículo no responderá preguntas sin respuestas hasta el momento. No alineará ingeniosamente conceptos que, a nuestras mentes limitadas, parecen desalineados. Y ciertamente no eliminará de la doctrina de la elección ese valioso elemento de misterio. Recuerda – las mentes más talentosas y mejor equipadas en la historia de la iglesia, sin importar cuán hondo se han sumergido en la laguna teológica, han fallado al medir las profundidades de la elección. Entretanto, muy por encima de ellos, mis delgadas piernas pueden sólo ser ocasionalmente vislumbradas, apenas bajo la superficie, desesperadamente manteniéndome a flote.

Aclaraciones Preliminares

Antes de explorar la maravillosa doctrina de la elección, los siguientes puntos deben ser establecidos en un esfuerzo de minimizar potenciales malentendidos.

  1. Ya que en la Escritura encontramos tanto la soberanía divina como la responsabilidad humana, debemos enseñar ambos, a la vez enfatizando que en la Escritura el acento está en la elección: la soberanía de Dios en la salvación.
  2. La doctrina de la elección, aunque de vital importancia, no define a los Ministerios de Gracia Soberana. El evangelio nos define.
    La elección juega un papel crítico en relación al evangelio de la gracia. Protege y preserva el evangelio, pero no es completamente sinónimo del evangelio. El evangelio es la persona y la obra de Jesucristo. Somos salvados al confiar en él y su obra perfecta. “Porque yo os entregué como de primera importancia lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3-4). No tenemos mayor pasión por la elección que por el evangelio. La elección es una doctrinal vital, pero sólo el evangelio es de primera importancia.
  3. Una persona no tiene que creer, entender o estar de acuerdo con la doctrina de la elección para ser salva. Una relación salvífica con Dios requiere arrepentimiento del pecado y confianza en Cristo solamente, para salvar por gracia solamente, mediante fe solamente. Aunque la doctrina de la elección es importante, y creencias equivocadas acerca de la misma pueden tener consecuencias negativas, una aceptación de la doctrina de la elección es claramente no necesaria para la salvación.
  4. La doctrina de la elección es para cristianos, no para los que no son cristianos. No debería ser enseñada ni referida en ningún contexto de evangelismo. El teólogo Bruce Milne ha manifestado sabiamente que la doctrina de la elección “no es una parte explícita del evangelio que el cristiano presenta al incrédulo. No debe inhibir la apelación universal del evangelismo cristiano” [6]. El reformador inglés John Bradford dijo: “Dejen a un hombre ir a la escuela gramatical de la fe y el arrepentimiento antes de ir a la universidad de la elección y la predestinación”.
  5. Nuestra unidad con cristianos fuera de este ministerio no requiere completo acuerdo con la doctrina de la elección. Afirmamos estas palabras de Charles Spurgeon:
    “Damos nuestra mano a todo hombre que ama al Señor Jesucristo, lo que sea que fuere o quien sea que fuere. La doctrina de la elección, como el gran acto de elección mismo, no tiene la intención de dividir entre Israel e Israel sino entre Israel y los egipcios. No entre santo y santo, sino entre los santos y los hijos del mundo. Un hombre podría ser evidentemente de la familia escogida de Dios y, aunque elegido, todavía podría no creer en la doctrina de la elección. Sostengo que hay muchos salvíficamente llamados y que no creen en el llamado eficaz y que hay muchísimos que perseveran hasta el fin y no creen en la doctrina de la perseverancia final. Confiamos que los corazones de muchos son considerablemente mejores que sus cabezas. No suponemos sus nociones equivocadas como oposición voluntaria contra la verdad que es en Jesús, sino simplemente como un error en su juicio el cual oramos Dios corrija. Esperamos que si ellos también piensan que estamos equivocados, reciprocarán la misma cortesía cristiana. Y cuando nos reunimos alrededor de la cruz, esperamos que siempre sintamos que somos uno en Cristo Jesús.” [7]

El Glorioso Misterio

Efesios 1:4 es un texto definitivo para adquirir un entendimiento bíblico de la experiencia de conversión de uno. Y aunque está lejos de ser el único texto en el tema de la elección divina, es claro, autoritativo, conciso y suficiente para nuestros propósitos presentes. Aquí, a pesar de la continua presencia de misterio, hay claridad que la mente humana puede sujetar firmemente. Este verso explica lo que realmente estaba tomando lugar en el momento de conversión: la consumación de una elección divina hecha en la eternidad pasada.

El verso nos dice que nuestra transición de muerte a vida, de pecador a santo, de objeto de ira a objeto de misericordia, fue exclusivamente y enteramente el resultado de gracia soberana. ¿Tu primera impresión de tu conversión sugiere otra cosa? Si es así, deja que esa impresión sea ajustada por la verdad:

Él nos escogió
en él
antes de la fundación del mundo

En este verso, Pablo nos lleva detrás del escenario. Vuelca nuestra atención lejos de nuestra experiencia personal limitada hacia el Soberano, reinando en la eternidad pasada. Inspirado por el Espíritu, Pablo quiere que haya absoluta claridad en este punto: la salvación fluye de la elección divina. Toda conversión, en toda era, en toda tierra, ha ocurrido solamente por gracia soberana.

Con Efesios 1:4 como nuestro guía, concentrémonos ahora en lo que es claro y seguro en relación a esta doctrina. Exploremos las glorias de la elección, para que podamos derivar de la misma los beneficios completos que Dios tiene en mente.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de El. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado. En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia que ha hecho abundar para con nosotros. En toda sabiduría y discernimiento nos dio a conocer el misterio de su voluntad, según el beneplácito que se propuso en El, con miras a una buena administración en el cumplimiento de los tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En El también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad, a fin de que nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria. En El también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión adquirida de Dios, para alabanza de su gloria.
- Efesios 1:3-14 [LBLA]

Él nos escogió en él…

Mientras comenzamos a desempaquetar esta frase, debemos hacerlo en el contexto de los versos 3-14, que en el griego aparecen como una sola oración. Esa oración empieza con Pablo celebrando las bendiciones espirituales: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual”. Entonces Pablo desenvuelve una vertiginosa colección de bendiciones, comenzando con el hecho que “Él nos escogió”. El efecto de esa bendición inicial es reiterada luego varias veces más en el pasaje –en palabras como: “predestinó”, “adopción”, “redención” y “perdón”– mientras Pablo explora las maravillas de nuestra salvación inmerecida.

Aprendemos en este pasaje de la Escritura que la elección divina precede a la respuesta humana. En vista de mi pecaminosidad, depravación dominante y hostilidad impía hacia Dios. Debo coincidir con Charles Spurgeon que esto es lo que precisamente ocurrió en mi caso.

Yo creo en la doctrina de la elección porque estoy seguro que, si Dios no me hubiera elegido a mí, yo nunca lo habría elegido a él; y estoy seguro que me escogió antes que naciera, o sino nunca me habría elegido después; y me debió haber elegido por razones desconocidas para mí, porque yo nunca podría encontrar ninguna razón en mí mismo por la cual él debería haberme visto con amor especial. [8]

Cuando lees esta cita, ¿se eleva tu espíritu en afirmación? ¿Eres rápido en concurrir? ¿Ves que él te escogió y no viceversa? ¿Y ves que el te escogió no por quién eras, eres o lo que aún serás, sino simplemente por su propia misericordia? Si no es así, tal vez sostienes un malentendido común en relación a la elección, uno que es brillantemente tratado en esta anécdota de Mark Webb, que comienza con él enseñando una clase.

Después de dar una breve reseña de estas doctrinas de gracia soberana, solicité preguntas de la clase. Una dama, en particular, estaba muy perturbada. Ella dijo: “¡Esta es la cosa más terrible que he oído! Usted lo hace sonar como si Dios estuviese intencionalmente rechazando hombres que serían salvos, recibiendo sólo a los elegidos”. Yo le respondí es esta forma: “Usted malentiende la situación. Usted está visualizando que Dios está parado en la puerta del cielo, y que los hombres se están amontonando para llegar a la puerta, y que Dios está diciendo a varios: ‘Sí, tú puedes entrar, pero tú no, o tú, o tú…’. La situación es difícilmente ésta. Más bien, Dios está en la puerta del cielo con sus brazos extendidos, invitando a todos a venir. Pero todos los hombres sin excepción están corriendo tan fuerte como pueden en la dirección opuesta, hacia el infierno. Así que Dios, en la elección, con gracia alcanza y detiene a éste, y a aquél, y éste por aquí, y aquél por allá, efectivamente atrayéndolos hacia sí mismo, cambiándoles sus corazones, haciéndoles desear que vengan. La elección no deja a nadie fuera del cielo que de otra manera hubiera podido estar allí, pero mantiene a una grandiosa multitud de pecadores fuera del infierno que de otra manera habrían estado allí. Si no fuera por la elección, el cielo sería un lugar vacío, y el infierno estaría reventando hasta los topes”. Esa clase de respuesta, que pienso está fundada en la verdad de la Escritura, pone las cosas en una perspectiva diferente, ¿no es verdad?
Si pereces en el infierno, échate la culpa a ti mismo, ya que es completamente tu falta. Pero si llegas al cielo, ¡dale el crédito a Dios, porque es enteramente su obra! A Él solamente le pertenece toda la honra y la gloria, porque la salvación es completamente por gracia de principio a fin. [9]

¿Te das cuenta que él te detuvo en tu frenética carrera hacia las puertas del infierno?

Notas

  1. James Cantelon, Theology for Non-Theologians (New York, NY: Macmillan, 1988) p.3
  2. Charles Spurgeon, A Defense of Calvinism, www.spurgeon.org/calvinis.htm
  3. J. Rodman Williams, Renewal Theology (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1988) p.16
  4. Anthony Hoekema, Saved by Grace (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1989) pp.3,7
  5. J.I. Packer, God’s Words (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1981) p.158
  6. Bruce Milne, Know the Truth (Leicester, England: InterVarsity, 1982) p.183
  7. Iain Murray, Spurgeon vs. Hyper-Calvinism (Carlisle, PA: Banner of Truth, 1995) pp.111-112
  8. Charles Spurgeon, quoted in Table Talk, September 8, 1994
  9. Mark Webb, “What Difference Does it Make?” Reformation and Revival Journal, Vol. 3, No. 1, Winter 1994, pp.53–54
Navigation
Volunteer Tools
Other Wikis
Toolbox