The Bible: Kindling for Christian Hedonism/es

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<blockquote>'''Salmos 19:7-11''' </blockquote><blockquote>7 La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma;<br>el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo.<br>8 Los preceptos del SEÑOR son rectos, que alegran el corazón;<br>el mandamiento del SEÑOR es puro, que alumbra los ojos.<br>9 El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre;<br>los juicios del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos;<br>10 deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino,<br>más dulces que la miel y que el destilar del panal.<br>11 Además, tu siervo es amonestado por ellos;<br>en guardarlos hay gran recompensa. </blockquote>
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El hedonismo cristiano es muy consciente de que cada día con Jesús no es “más dulce que el anterior.” Algunos días con Jesús nuestra disposición es tan amarga como los nísperos verdes. En Jesús algunos días estamos tan tristes que sentimos que nuestro corazón se quiebra en pedazos. En Jesús algunos días el miedo nos convierte en nudo de nerviosismo. Con Jesús algunos días estamos tan deprimidos y desalentados que entre la cochera y la casa solo nos queda sentarse sobre la hierba y llorar. Cada día con Jesús no es más dulce que el anterior. Lo sabemos por experiencia y por las escrituras. Porque el texto dice (Salmo 19:7), “La ley de Jehová es perfecta, que restaura el alma.” Si cada día con Jesús fuera más dulce que el anterior, no necesitaríamos ser restaurados.  
El hedonismo cristiano es muy consciente de que cada día con Jesús no es “más dulce que el anterior.” Algunos días con Jesús nuestra disposición es tan amarga como los nísperos verdes. En Jesús algunos días estamos tan tristes que sentimos que nuestro corazón se quiebra en pedazos. En Jesús algunos días el miedo nos convierte en nudo de nerviosismo. Con Jesús algunos días estamos tan deprimidos y desalentados que entre la cochera y la casa solo nos queda sentarse sobre la hierba y llorar. Cada día con Jesús no es más dulce que el anterior. Lo sabemos por experiencia y por las escrituras. Porque el texto dice (Salmo 19:7), “La ley de Jehová es perfecta, que restaura el alma.” Si cada día con Jesús fuera más dulce que el anterior, no necesitaríamos ser restaurados.  

Revision as of 15:21, 10 June 2008

 

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Salmos 19:7-11
7 La ley del SEÑOR es perfecta, que restaura el alma;
el testimonio del SEÑOR es seguro, que hace sabio al sencillo.
8 Los preceptos del SEÑOR son rectos, que alegran el corazón;
el mandamiento del SEÑOR es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre;
los juicios del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos;
10 deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino,
más dulces que la miel y que el destilar del panal.
11 Además, tu siervo es amonestado por ellos;
en guardarlos hay gran recompensa.

El hedonismo cristiano es muy consciente de que cada día con Jesús no es “más dulce que el anterior.” Algunos días con Jesús nuestra disposición es tan amarga como los nísperos verdes. En Jesús algunos días estamos tan tristes que sentimos que nuestro corazón se quiebra en pedazos. En Jesús algunos días el miedo nos convierte en nudo de nerviosismo. Con Jesús algunos días estamos tan deprimidos y desalentados que entre la cochera y la casa solo nos queda sentarse sobre la hierba y llorar. Cada día con Jesús no es más dulce que el anterior. Lo sabemos por experiencia y por las escrituras. Porque el texto dice (Salmo 19:7), “La ley de Jehová es perfecta, que restaura el alma.” Si cada día con Jesús fuera más dulce que el anterior, no necesitaríamos ser restaurados.

La razón por la que David alabó a Dios con las palabras, “junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma,” es porque tuvo días malos. Hubo días cuando su alma necesitó ser restaurada. Es la misma frase usada en Salmo 19:7 – “la ley del Señor es perfecta, que restaura el alma.” La vida cristiana normal es un proceso repetido de restauración y renovación. Nuestro gozo no es estático. Fluctúa con la vida real. Es tan vulnerable a los ataques de Satanás como lo es un recinto de la marina Libanesa a un terrorista suicida. Cuando Pablo escribe en 2 Corintios 1:24, “no que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo” debiéramos enfatizarlo de esta forma: “Trabajamos junto contigo para tu gozo.” La preservación de nuestro gozo en Dios requiere trabajo. Es una lucha. Nuestro adversario el diablo anda como león rugiente, y tiene apetito insaciable para destruir una cosa: el gozo de la fe.

Pero el Espíritu Santo nos ha dado un escudo llamado fe y una espada llamada Palabra de Dios y un poder llamado oración para defender y extender nuestro gozo. O, usando otra imagen, cuando Satanás gruñe y resopla y trata de apagar la llama de nuestro gozo, tienes una fuente infinita de encendido en la Palabra de Dios. Y aún cuando haya días donde sintamos que cada trozo de nuestra alma está frío, si nos arrastramos hacia la palabra de Dios y clamamos por oídos para oír, las frías cenizas se levantarán y la pequeña chispa de vida se avivará, porque, “La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma.” La Biblia es la ignición del Hedonismo Cristiano.

Mi propósito esta mañana es motivarnos a vestirse con la espada del Espíritu, la palabra de Dios, y esgrimirla para preservación de nuestro gozo en Dios. Hay tres peldaños que necesitamos subir juntos.

Primero, necesitamos conocer por qué aceptamos la Biblia como la palabra de Dios. Casi todas las personas del mundo estarán de acuerdo en que si el Dios único y verdadero ha hablado entonces no habrá felicidad duradera para los que ignoraran su palabra. Pero muy pocas personas creen realmente que la Biblia es la palabra del Dios vivo. Ni tampoco creerían sin tener suficientes razones.

Segundo, necesitamos ejemplos que nos animen al ver cómo la Biblia enciende y preserva nuestro gozo. Finalmente, necesitamos escuchar retos prácticos de cómo renovar nuestra meditación diaria de la Palabra de Dios, y ceñir esa espada tan cerca alrededor de nuestra cintura de modo que nunca estemos sin ella.

1) Por la limitación de tiempo que tenemos, quizás la mejor manera de dar el primer paso sea compartir el por qué yo acepto la Biblia como Palabra de Dios. El fundamento de mi confianza es Jesucristo. No es necesario creer primero que la Biblia es infalible para saber que presenta a una persona histórica de cualidades incomparables. La posibilidad de que el Jesús histórico fuera un actor consumado o un lunático es para mí tan remota que me inclino a confesar que él es verdadero. Sus argumentos no son la propaganda de un impostor o la presunción de un esquizofrénico. Habla con autoridad, perdona el pecado, sana enfermos, saca fuera demonios, penetra los corazones de sus oponentes, ama a sus enemigos, muere por los pecadores y deja atrás una tumba vacía, no porque cegara los ojos del mundo sino porque él es el hijo de Dios que vive para siempre y que vino a salvar al mundo. Él ha ganado mi confianza a través de sus palabras y obras.

De Jesús me muevo hacia atrás, al Antiguo Testamento, y hacia adelante al Nuevo Testamento. Los cuatro evangelios presentan evidencias distintas de que Jesús consideró al Antiguo Testamento como palabra de Dios. En Mateo 5:17 Jesús dice que no vino a abolir sino a cumplir la ley y los profetas, y en Mateo 22:29 él dice que los Saduceos yerran porque no conocen las escrituras. En Marcos 7:8-9 Jesús contrasta tradiciones de hombres con los mandamientos de Dios en el Antiguo Testamento. En Lucas 24:44 dice a los discípulos que todo lo escrito sobre él en la ley de Moisés, los profetas y los salmos ha de ser cumplido. Y en Juan 10:35 simplemente dice “La Escritura no puede ser quebrantada.” Por lo tanto, leo el Antiguo Testamento como la palabra de Dios porque Jesús lo hizo así.

Pero Jesús no se quedó en la tierra para autorizar el Nuevo Testamento. Mi confianza en el Nuevo Testamento como palabra de Dios descansa en un grupo de observaciones que en conjunto proveen una razonable fuente de confianza.

a) Jesús escogió doce apóstoles como sus autorizados representantes al fundar la iglesia. Les prometió al final de su vida que “El Espíritu Santo… os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14:26, 16:13).

b) Luego el apóstol Pablo, cuya conversión asombrosa de una vida homicida de Cristianos a una vida dedicada a hacer Cristianos demanda una explicación especial, explica que él (y los otros apóstoles) han sido comisionados por el Cristo resucitado para predicar “no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu” (1 Corintios 2:13). La predicción de Cristo se cumple por medio de esta inspiración.

c) Pedro confirma (2 Pedro 3:16) cuando pone los escritos de Pablo en la misma categoría de los escritos inspirados del Antiguo Testamento (2 Pedro 1:21).

d) Todos los escritos del Nuevo Testamento provienen de aquellos primeros días de revelaciones especiales prometidas y fueron escritos por los apóstoles y asociados cercanos.

e) El mensaje de estos libros tiene sello de verdad porque guarda sentido independientemente de su realidad. El mensaje sobre la santidad de Dios y nuestra culpa por un lado, y por el otro la muerte de Cristo y su resurrección como nuestra única esperanza – este mensaje encaja en la realidad que vemos y la esperanza que anhelamos y no vemos.

f) Finalmente, como declara el Catecismo Bautista, “La Biblia se evidencia a sí misma como la palabra de Dios por medio de… su poder para convertir pecadores y edificar a los santos.”

Por estas razones, cuando leo el Antiguo o el Nuevo Testamento los leo como palabra de Dios. Dios no es silente en mi vida. El es incómodamente vocal y preciso acerca de todo tipo de cosas. Veo como un singular acto de gracia de Su parte el hecho de que haya determinado que el trabajo de mi vida sea entender su palabra y enseñarla a su iglesia. Cuando la Biblia habla, Dios habla. Significa que las cosas dichas sobre la palabra de Dios en la Biblia, se aplican a la Biblia. Y me he sentido muy abrumado al preparar este mensaje por todas las cosas que la Biblia dice sobre el valor de la palabra de Dios. ¡Que tesoro tenemos en las mismas palabras de Dios! “Deseables son más que el oro, y mas que mucho oro afinado, y dulce es mas que la miel que destila del panal” (Salmo 19:10).

2) Esto nos lleva al segundo escalón esta mañana. Algunos ejemplos de cómo la Biblia posee tanto valor para nosotros. ¿Por qué meditar en las Santas Escrituras produce o es una vida de gozo? La mayoría de los particulares que quiero darles puede que pronto sean olvidados, pero espero que el impacto total del valor de la Biblia te haga leerla con más regularidad, más profundidad, y más gozo. Considera estos beneficios.

En Deuteronomio 32:46-47 Moisés dice, “Aplicad vuestro corazón a todas las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley. Porque no os es cosa vana; es vuestra vida.” La Biblia no es algo trivial; es asunto de vida o muerte. Si tratas la palabra de Dios como trivialidad pierdes derecho de vida. Nuestra vida física depende de la palabra de Dios porque por su palabra fuimos creados (Salmo 33:9; Hebreos 11:3) y él “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb. 1:3). Nuestra vida espiritual comienza con la palabra de Dios: Santiago 1:18 “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad.” “siendo renacidos... por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). Y no sólo empezamos a vivir por la palabra de Dios, sino que continuamos vivos por la palabra de Dios: “no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4; Deut. 8:3). La palabra de Dios crea y sostiene nuestra vida física, y nuestra vida espiritual personal renace y vive por la palabra de Dios. Luego entonces la Biblia “¡no es asunto trivial, es tu vida!”

La palabra de Cristo engendra y sostiene vida porque engendra y sostiene fe. “Pero éstas se han escrito” dice Juan “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31) “La fe es por el oír,” escribe el apóstol Pablo, “y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). La fe que inicia nuestra vida en Cristo y la fe por la que continuamos viviendo provienen de oír la palabra de Dios. Si la fe es de importancia eterna para nuestra vida diaria, así también la Biblia.

En ocasiones fe y esperanza se usan como sinónimos en la escritura. “La fe es la certeza de lo que se espera” (Hebreos 11:1). Sin esta fe para el futuro nos desalentamos y deprimimos y nuestro gozo se desinfla. Fe es absolutamente esencial para el gozo del Cristiano (Romanos 15:13). ¿Y cómo mantenemos la esperanza? El salmista lo pone así (78:5-7), “El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres que la notificasen a sus hijos… a fin de que pongan en Dios su confianza.” Pablo escribe muy claro: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron antes a fin de que por la paciencia y la consolación de las escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4). La Biblia entera tiene este propósito y este poder: crear esperanza en los corazones del pueblo de Dios.

Otro elemento esencial de la vida es la libertad. Ninguno de nosotros sería feliz si no fuésemos libres de lo que odiamos y libres para lo que amamos. ¿Y dónde encontramos la verdadera libertad? Salmo 119:45 dice, “Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos.” Y Jesús dice, “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Y para que terminemos de entender el punto dice luego en Juan 17:17, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” La palabra de Dios es la verdad divina que nos libera del engaño. Rompe el poder de los placeres falsificados, y nos mantiene libres de caer en la estupidez del pecado. “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105). “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Sal. 119:11, v.9). Las promesas de Dios son el poder liberador, que nos guía a la santidad: “nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ella llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo” (2 Pedro 1:4, Juan 15:3). Libertad, guía, semejanza a Dios – todas estas cosas vienen mientras meditamos y confiamos en la palabra de Dios, la Biblia.

Por supuesto, la Biblia no responde cada pregunta acerca de la vida. Cada encrucijada del camino no tiene una flecha bíblica. Necesitamos sabiduría dentro de nosotros. Pero eso, también, es un regalo de la Escritura. Como dice el texto, “El testimonio de Jehová es fiel, hace sabio al sencillo... El precepto de Jehová es puro, alumbra los ojos” (Salmo 19:7-8; 119:98). Aquellas personas cuyas mentes están saturadas con la palabra de Dios y sumisas a sus pensamientos tienen una sabiduría que en la eternidad probará ser superior a toda la sabiduría secular del mundo.

Sin embargo, nuestra voluntad torcida y nuestras percepciones imperfectas nos llevan una y otra vez hacia actos necios y situaciones dañinas. Ese día no es más dulce que el día anterior y necesitamos restauración y consuelo. ¿Adónde iremos por consuelo? Podemos seguir al Salmista de nuevo: “Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado… Me acordé, oh Jehová de tus juicios antiguos, y me consolé” (Salmo 119:50, 52). Y cuando nuestros fracasos y aflicciones amenacen nuestra seguridad de fe, ¿a dónde vamos a reconstruir nuestra confianza? Juan nos invita a acudir a la palabra de Dios: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del “Hijo de Dios para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13). La Biblia fue escrita para darnos seguridad de vida eterna.

El objetivo número uno de Satanás es destruir tu gozo en la fe. Tienes un arma ofensiva: La espada del Espíritu, la palabra de Dios (Efesios 6:17). Pero de lo que muchos cristianos no se dan cuenta es que no es posible desenvainar la espada de otro creyente. Si no te la ciñes tú, si la palabra de Dios no permanece en ti (Juan 15:7), en vano tratarás de alcanzarla. Si no te la ciñes, no podrás empuñarla. Pero si lo haces, ¡que poderoso guerrero serás! “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno” (1 Juan 2:14)

3) Así que la Biblia es la palabra de Dios y la palabra de Dios no es trivial. Es la fuente de vida, y fe, y esperanza, libertad, guía, sabiduría, consuelo, seguridad y victoria sobre nuestro enemigo más grande. Entonces, ¿hay alguna duda de por qué los que más sabios dijeron, “Los mandamientos de Jehová son verdad, que alegran el corazón” (Salmo 19:8)? “Me regocijaré en tus estatutos, no me olvidaré de tus palabras” (Salmo 119:16). “¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación” (Salmo 119:97). “Por heredad he tomado tus testimonios para siempre, sí, son el gozo de mi corazón” (Salmo 119:111). “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí” (Jeremías 15:16) ¿Pero hemos de perseguir este gozo como Hedonistas Cristianos? ¿Hemos de tirar el encendido de la palabra de Dios en el fuego del gozo? ¿Se supone que persigamos nuestro placer al meditar en la palabra de Cristo? Ciertamente que sí. Porque el mismo Señor ha dicho, “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido”. (Juan 15:11).

En este Domingo de la Reforma les imploro a no permitir que la sangre de los mártires sea derramada en vano. No permitan que la labor de Lutero, Melancthon, Calvino y Zwinglio sea en vano. Dios los levantó como instrumentos para liberar las Santas Escrituras, para nosotros. Despreciamos a Dios e insultamos sus santos si tratamos la Biblia como algo trivial en nuestra vida. Martín Lutero sabía mejor que cualquier hombre que ha vivido que cada día con Jesús no es más dulce que el día anterior. Y de acuerdo con Roland Bainton, Lutero escribió estas palabras en el año de su más profunda depresión:

Aunque estén demonios mil,
Prontos a devorarnos
No temeremos porque Dios
Sabrá cómo ampararnos
Aun muestre su vigor
Satán y su furor,
Dañarnos no podrá
Pues condenado es ya
Por la Palabra Santa

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