This Great Salvation/Does Anyone Believe in Sin?/es

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{{LeftInsert|'''Medita en Juan 1:29. '''¿Qué tiene de significativo el título que Juan el Bautista da a Jesús? (Lee Éxodo 12:21-23)}}En el espacio de cinco versículos cortos la Biblia nos describe como inútiles, impíos, pecadores, y enemigos de Dios (Ro. 5:6-10). La Palabra de Dios nos dice que el pecado es universal. El pecado es engañoso. El pecado también es tenaz y poderoso. El pecado es tan abrumador que hay sólo una fuerza en todo el universo que lo puede vencer. Sólo una fuerza, que habita en una Persona, puede vencerlo porque sólo una Persona ha existido sin él. Como el ángel le dijo a José: “Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).  
{{LeftInsert|'''Medita en Juan 1:29. '''¿Qué tiene de significativo el título que Juan el Bautista da a Jesús? (Lee Éxodo 12:21-23)}}En el espacio de cinco versículos cortos la Biblia nos describe como inútiles, impíos, pecadores, y enemigos de Dios (Ro. 5:6-10). La Palabra de Dios nos dice que el pecado es universal. El pecado es engañoso. El pecado también es tenaz y poderoso. El pecado es tan abrumador que hay sólo una fuerza en todo el universo que lo puede vencer. Sólo una fuerza, que habita en una Persona, puede vencerlo porque sólo una Persona ha existido sin él. Como el ángel le dijo a José: “Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).  
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Como complemento a la enseñanza de las Escrituras están los testimonios, a través de la historia de la Iglesia, de hombres y mujeres piadosos que se han dado cuenta de su pecaminosidad en proporción directa con su comunión con Dios. Escucha cómo estos grandes santos de la Biblia se evaluaban a sí mismos:
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Como complemento a la enseñanza de las Escrituras están los testimonios, a través de la historia de la Iglesia, de hombres y mujeres piadosos que se han dado cuenta de su pecaminosidad en proporción directa con su comunión con Dios. Escucha cómo estos grandes santos de la Biblia se evaluaban a sí mismos:  
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David: “¡He pecado contra el Señor!” (2S. 12:13).
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David: “¡He pecado contra el Señor!” (2S. 12:13).  
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Isaías: “Soy un hombre de labios impuros” (Is. 6:5).
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Isaías: “Soy un hombre de labios impuros” (Is. 6:5).  
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Pedro: “¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!” (Lc. 5:8).
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Pedro: “¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!” (Lc. 5:8).  
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{{RightInsert|<big>1</big> La afirmación de Pablo de ser el peor de los pecadores debió haber sido desafiada muchas, muchas veces desde que él escribiera esas palabras. ¿Qué evidencia podrías presentar en las últimas 24 horas para discutir que en realidad tú eres el peor pecador de la historia?  (Piensa en ello lo suficiente como para arrepentirte genuinamente, luego sigue adelante.)}}Pablo: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1Ti. 1:15).
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{{RightInsert|<big>1</big> La afirmación de Pablo de ser el peor de los pecadores debió haber sido desafiada muchas, muchas veces desde que él escribiera esas palabras. ¿Qué evidencia podrías presentar en las últimas 24 horas para discutir que en realidad tú eres el peor pecador de la historia?  (Piensa en ello lo suficiente como para arrepentirte genuinamente, luego sigue adelante.)}}Pablo: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1Ti. 1:15).  
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El pecado es la transgresión de la ley (1Jn. 3:4). Dios dio la ley y la respalda. Cuando quebrantamos las leyes de Dios, el lo toma personalmente. Si pudiéramos ver a Dios detrás de cada situación cuando su ley es quebrantada y sentir su ira santa, comprenderíamos mejor cuán serio es el pecado.
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El pecado es la transgresión de la ley (1Jn. 3:4). Dios dio la ley y la respalda. Cuando quebrantamos las leyes de Dios, el lo toma personalmente. Si pudiéramos ver a Dios detrás de cada situación cuando su ley es quebrantada y sentir su ira santa, comprenderíamos mejor cuán serio es el pecado.  
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{{LeftInsert|'''Para más estudio: Nota las atrocidades que cometieron los hijos de Elí (1 Samuel 2:12-25) y la reacción de Dios (1 Samuel 2:27-34).}}El sacerdote israelita Elí reprendió a sus hijos necios e inmorales con estas palabras: “Si alguien peca contra otra persona, Dios le servirá de árbitro; pero si peca contra el Señor, ¿quién podrá interceder por él?” (1S. 2:25). Desafortunadamente, sus palabras fueron muy pocas y demasiado tarde para hacer que sus hijos se arrepintieran. No se dieron suficiente cuenta de la seriedad del pecado.  
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{{LeftInsert|'''Para más estudio: '''Nota las atrocidades que cometieron los hijos de Elí (1 Samuel 2:12-25) y la reacción de Dios (1 Samuel 2:27-34).}}El sacerdote israelita Elí reprendió a sus hijos necios e inmorales con estas palabras: “Si alguien peca contra otra persona, Dios le servirá de árbitro; pero si peca contra el Señor, ¿quién podrá interceder por él?” (1S. 2:25). Desafortunadamente, sus palabras fueron muy pocas y demasiado tarde para hacer que sus hijos se arrepintieran. No se dieron suficiente cuenta de la seriedad del pecado.
=== Bienvenido al Corral de Cerdos  ===
=== Bienvenido al Corral de Cerdos  ===

Revision as of 18:27, 20 June 2008

 

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Un domingo por la tarde, hace algunos años atrás, me encontraba limpiando el garaje. Mi hijo mayor, que entonces tenía cerca de cuatro años, estaba...como quién dice, ayudándome. Yo lo observaba mientras él contemplaba varios objetos peligrosos.

–¿Qué es esto, papá?

–Ese es el cincel de papá. No lo toques.

–¿Qué es esto, papá?

–Esa es la lata para la gasolina. Por favor no te acerques a ella. ¡No! No hijo, no levantes ese serrucho.

Las cosas siguieron así por un rato hasta que, por fin irritado, mi hijo dijo: “¡Papá! ¡Todo lo que me dices que no haga es lo que yo quiero hacer!”

Quizás lo mismo dijo Adán, pensé para mis adentros. Ahora podía sentirme seguro en el conocimiento de que mi hijo era un miembro auténtico de la raza humana. Y así es con todos nosotros.

Contents

¿Cuál es el Problema?

Haz una encuesta informal entre tus vecinos, amigos y compañeros de trabajo y pregúntales qué es lo que consideran ser el problema más básico de la humanidad. Su respuesta probablemente sea la ignorancia o la falta de educación. “Si tan sólo la gente fuera mejor educada, si pudieran ver todo el panorama, entonces no habrían tantas dificultades”. “Más enseñanzas sobre el sexo prevendría el SIDA y los embarazos indeseados. Más educación eliminaría el racismo y los malentendidos que separan a las personas. Mejor educación permitiría que los pobres consiguieran mejores trabajos y que evitaran las drogas y el crimen”.

Thomas Greer, en un reciente libro sobre la civilización occidental, declara que durante el siglo XVIII, el siglo de la ilustración, los pensadores importantes consideraban la ciencia y la educación como la respuesta al dilema humano. Greer dice: “El mundo jamás volvería a ser el mismo; la creencia en la ciencia y la educación se convirtió en una característica del mundo moderno. En los Estados Unidos, fundado durante el pináculo del siglo de la ilustración, esa creencia ha permanecido como un artículo de fe nacional aunque hoy está siendo cuestionada más que nunca” (énfasis nuestro).[1] Aunque es cierto que la ignorancia tiene sus víctimas, hay un problema todavía más básico.

Medita en Romanos 1:22. ¿Qué palabra utiliza Dios en evaluación de las ideas “ilustres” del hombre?

Uno de los que cuestionaron ese “artículo de fe nacional” fue el eminente psiquiatra Karl Menninger. A principios de la década de los setentas él escribió un pequeño libro con el provocativo título: “¿Qué pasó con el pecado?” En él observó que la palabra “pecado” y el concepto que representaba comenzaron a desaparecer de nuestra cultura a mediados del siglo veinte.

En todos los lamentos y reproches que hacen nuestros adivinos y profetas no vemos ninguna mención del ‘pecado’, una palabra que solía ser un verdadero atalaya de los profetas. Una palabra que siempre estaba presente en la mente de todos, pero ahora se oye raramente. ¿Quiere eso decir que el pecado ya no tiene que ver con todas nuestras dificultades? ¿Es que acaso ya nadie es culpable de nada? ¿Culpable quizás de un pecado del que nos podríamos arrepentir o reparar o expiar? ¿Se trata sólo de que alguien puede ser ignorante, criminal, estar enfermo–o dormido? Se cometen cosas malas, eso lo sabemos; la cizaña se siembra de noche entre el trigo. Pero ¿acaso nadie es responsable; acaso nadie tiene que dar cuenta de estos hechos? Todos reconocemos la ansiedad y la depresión, y aún los sentimientos imprecisos de culpabilidad; pero ¿es que nadie ha cometido pecado?...La mera palabra ‘pecado’, que parece haber desaparecido, era una palabra orgullosa. Solía ser una palabra fuerte, una palabra nefasta y seria. Describía un punto central en el plan para la vida y el estilo de vivir de todo ser humano civilizado. Pero la palabra se fue. Casi ha desaparecido–la palabra, junto con el concepto. ¿Por qué? ¿Acaso ya nadie más peca? ¿Es que ya nadie cree en el pecado?[2]

El Dr. Menninger debe ser aplaudido por ir mucho más allá que otros en su campo. Y en respecto a sus observaciones, el tiene mucha razón. El modelo moral para comprender las responsabilidades y los problemas humanos ha sido casi totalmente reemplazado por un modelo médico, de modo que a los individuos que cometen crímenes horrendos, raramente se les llama “malvados”, “malos” o “pecadores”, sino “perturbados”, “enfermos mentales” o “dementes”.
“La mejor preparación para el estudio de [la justificación] no es la gran habilidad intelectual ni tampoco el mucho conocimiento escolástico, sino una conciencia afectada por un sentido de nuestra verdadera condición como pecadores ante Dios”[3].”
– James Buchanan

Pero un estudio más detenido del libro del Dr. Menninger muestra que a pesar de su apelación para que la sociedad vuelva a considerar el pecado como un medio para comprender la naturaleza humana, él mismo posee una comprensión del asunto considerablemente inadecuada. Ve el pecado en un nivel totalmente horizontal, el pecado de una persona contra otra o quizás contra sí misma. Pero para comprender de verdad la naturaleza del pecado debemos reconocer su dimensión vertical: El pecado es principalmente una ofensa contra Dios.

El Salmo 51 nos ofrece un vívido ejemplo de esta verdad. En este salmo David dejó correr el llanto de su corazón ante Dios en arrepentimiento. Había sido externamente reprendido por el profeta Natán e interiormente reprobado por el Espíritu por su adulterio con Betsabé y por arreglar la muerte de su esposo para encubrirlo. Pero a pesar de lo que había hecho, David clama a Dios: “Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos” (Sal. 51:4). David no negaba su pecado contra Betsabé y Urías, pero reconocía la característica más fea de cualquier pecado, sin importar el tipo: es contra Dios.

Para más estudio: ¿Qué tres cosas revela acerca de nosotros el tener una errónea opinión del pecado? (Lee 1 Juan 1:8-10)

Pecado–¡qué tema tan desagradable! Y además difícil. Pero es absolutamente esencial que consideremos este asunto, porque si nuestra percepción del pecado es incorrecta, así será también nuestro conocimiento de Dios, de Jesucristo, del Espíritu Santo, de la ley de Dios, del evangelio y del camino de salvación. Un correcto entendimiento de lo que es el pecado es el último botón en la camisa de la teología cristiana. Si está fuera de lugar, toda la vestimenta estará torcida sin esperanza.

La Seriedad del Pecado

Subestimar el pecado es algo tan común como el pecado mismo. No es raro oír a la gente referirse a su propio pecado como una “debilidad” o una “falta”. “Nadie es perfecto”, dicen. Quizás hasta sean lo suficientemente valientes como para admitir: “Cometí un error en mi juicio”. Pero el pecado no es algo ligero. Si no hay pecado, entonces no hay salvación. Si no somos grandes pecadores, entonces Cristo no es un gran Salvador.

“El pecado es el desafío a la justicia de Dios, la violación de su misericordia, la burla de su paciencia, el menosprecio hacia su poder y el desprecio hacia su amor”.[4]” – John Bunyan

The fact that we’re all affected by sin puts us at a disad- vantage in our attempt to understand it. On our own, we simply cannot come to clear views on the matter. Thankfully, God has provided us with his infallible Word on the subject. The beginning chapters of Genesis spell out humanity’s sinful dilemma, and the remainder of Scripture can be read as God’s solution to the problem.

Medita en Juan 1:29. ¿Qué tiene de significativo el título que Juan el Bautista da a Jesús? (Lee Éxodo 12:21-23)

En el espacio de cinco versículos cortos la Biblia nos describe como inútiles, impíos, pecadores, y enemigos de Dios (Ro. 5:6-10). La Palabra de Dios nos dice que el pecado es universal. El pecado es engañoso. El pecado también es tenaz y poderoso. El pecado es tan abrumador que hay sólo una fuerza en todo el universo que lo puede vencer. Sólo una fuerza, que habita en una Persona, puede vencerlo porque sólo una Persona ha existido sin él. Como el ángel le dijo a José: “Le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).

Como complemento a la enseñanza de las Escrituras están los testimonios, a través de la historia de la Iglesia, de hombres y mujeres piadosos que se han dado cuenta de su pecaminosidad en proporción directa con su comunión con Dios. Escucha cómo estos grandes santos de la Biblia se evaluaban a sí mismos:

David: “¡He pecado contra el Señor!” (2S. 12:13).

Isaías: “Soy un hombre de labios impuros” (Is. 6:5).

Pedro: “¡Apártate de mí, Señor; soy un pecador!” (Lc. 5:8).

1 La afirmación de Pablo de ser el peor de los pecadores debió haber sido desafiada muchas, muchas veces desde que él escribiera esas palabras. ¿Qué evidencia podrías presentar en las últimas 24 horas para discutir que en realidad tú eres el peor pecador de la historia? (Piensa en ello lo suficiente como para arrepentirte genuinamente, luego sigue adelante.)

Pablo: “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1Ti. 1:15).

El pecado es la transgresión de la ley (1Jn. 3:4). Dios dio la ley y la respalda. Cuando quebrantamos las leyes de Dios, el lo toma personalmente. Si pudiéramos ver a Dios detrás de cada situación cuando su ley es quebrantada y sentir su ira santa, comprenderíamos mejor cuán serio es el pecado.

Para más estudio: Nota las atrocidades que cometieron los hijos de Elí (1 Samuel 2:12-25) y la reacción de Dios (1 Samuel 2:27-34).

El sacerdote israelita Elí reprendió a sus hijos necios e inmorales con estas palabras: “Si alguien peca contra otra persona, Dios le servirá de árbitro; pero si peca contra el Señor, ¿quién podrá interceder por él?” (1S. 2:25). Desafortunadamente, sus palabras fueron muy pocas y demasiado tarde para hacer que sus hijos se arrepintieran. No se dieron suficiente cuenta de la seriedad del pecado.

Bienvenido al Corral de Cerdos

La esencia del pecado ha sido descrita como el egoísmo. Este pensamiento está bien captado en Isaías 53:6: “Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino”. Veamos más detenidamente las implicaciones de este versículo.

Como ovejas. . Las ovejas, siendo las menos inteligentes de entre los animales de granja, normalmente no se dan cuenta del peligro hasta que es demasiado tarde.

Perdidos. . La tendencia natural de las ovejas es divagar. A menos que el pastor las mantenga dentro del rebaño, pronto se descarrían del camino.

Para más estudio: Amplía tu comprensión de la seriedad del pecado al leer Romanos 8:6-7, Colosenses 1:21 y Efesios 2:1-2.

Cada uno. El pecado es un problema universal, que nos afecta a todos.

Su propio camino. Este es el centro del asunto. Queremos vivir la vida sin referencia al Dios que nos hizo y nos sostiene, y a quien debemos nuestro próximo aliento. Oye estas palabras de William Ernest Henley, una “oveja perdida” que parece haber sido endurecido a su propia manera:

It matters not how strait the gate, How charged with punishment the scroll; I am the master of my fate, I am the captain of my soul. [5]

The scope of sin is so great that the Bible uses many words to convey its appalling nature and disastrous effects. Wrapped up in that one little word are ideas such as rebellion, wickedness, confusion, shame, missing the mark, unfaithfulness, lawlessness, ignorance, disobedience, perversion, and more.

Anyone reading the first three chapters of Paul’s letter to the Roman Christians is struck by his scathing indictment of the human race. Both Jew and Gentile are locked up in the bondage of sin. Paul’s words are so forceful and unequivocal that the reader’s tendency is to regard Paul’s reasoning as extreme. “Hey, he must be talking about Jack the Ripper or Adolf Hitler!” But he’s not. He’s talking about you and me. “There is no one righteous, not even one… There is no one who does good…all have sinned and fall short of the glory of God” (Ro 3:10, 12, 23). This paints an extremely uncomplimentary portrait of the human race.

Part of our problem is that we tend to evaluate our sinfulness in relation to other people. Compared to Attila the Hun, I’m doing swell. But compared to Mother Teresa, I’m not. Unless God reveals the extent of our sin to us, we cannot discern our own depravity.

”He that hath slight thoughts of sin, never had great thoughts of God.[6]” – John Owen

During the 1980s I lived in the beautiful farm country of Lancaster, Pennsylvania. Life there was pleasant in all respects but one: I never got used to the smell of manure. Pigs were by far the worst. But interestingly, though I found their odor disgusting, the pigs didn’t seem to mind in the least. As J.C. Ryle has put it, “The very animals whose smell is most offensive to us have no idea they are offensive and are not offensive to one another.” [7] Fallen man, it seems, can have no adequate idea what a vile thing sin is in the sight of a holy and perfect God.

How did we fall into this sad state of affairs?

What ever happened to the human race?

Can a Leopard Change Its Spots?

In the fifth chapter of Romans (verses 12-21), Paul explains both the source of our sin and the source of our ultimate forgiveness. It should be noted at the outset that our discussion of man’s sinfulness relates to his natural state apart from grace. Through Christ’s redemptive work, man’s relationship to sin has been radically changed.

Suppose God said to a man, “I want you to trim these bushes by three o’clock this afternoon. But be careful. There is a large open pit at the edge of the garden. If you fall into that pit, you will not be able to get yourself out. So whatever you do, stay away from that pit.”

Suppose that as soon as God leaves the garden the man runs over and jumps into the pit. At three o’clock God returns and finds the bushes untrimmed. He calls for the gardener and hears a faint cry from the edge of the garden. He walks to the edge of the pit and sees the gardener helplessly flailing around on the bottom. He says to the gardener, “Why haven’t you trimmed the bushes I told you to trim?” The gardener responds in anger, “How do you expect me to trim these bushes when I am trapped in this pit? If you hadn’t left this empty pit here, I would not be in this predicament.”

Adam jumped into the pit. In Adam we all jumped into the pit. God did not throw us into the pit. Adam was clearly warned about the pit. God told him to stay away. The consequences Adam experienced from being in the pit were a direct punishment for jumping into it…

We are born sinners because in Adam all fell. Even the word “fall” is a bit of a euphemism. It is a rose-colored view of the matter. The word “fall” suggests an accident of sorts. Adam’s sin was not an accident. He was not Humpty-Dumpty. Adam didn’t simply slip into sin; he jumped into it with both feet. We jumped headlong with him.[8] – R.C. Sproul

Sin came upon all men because of the sin of one man—Adam. This is proven by the fact that all men die, physical death being the penalty for sin.

When I was a junior in high school, we studied the Puritan era in America. I recall seeing an illustration of a reading primer containing the following: “In Adam’s fall, we sinned all.” I can still remember how provoked I was by those words. At the time I thought, It’s just wrong to brainwash children like that! Then, thinking more in terms of myself, I really got upset. I don’t see why I should be dragged down with Adam. After all, I don’t know him from Adam! To say I found this doctrine offensive would be an understatement. It offends our sense of fairness. The natural man finds it extremely objectionable. (Which is one of the main reasons I now believe it’s true.)

Paul’s point in describing our inherent sinfulness is not to irritate but to inform. Understanding our relationship to Adam gives us a fresh appreciation for our relationship with Jesus Christ. Renowned pastor D. Martyn Lloyd-Jones has written, “If you say to me, ‘Is it fair that the sin of Adam should be imputed (charged) to me?’ I will reply by asking, ‘Is it fair that the righteousness of Christ should be imputed to you?’”[9]

Sin is the universal inheritance handed down from our common father, Adam. We are by nature guilty and antagonistic toward God. This teaching is known as original sin and it describes man’s fallen condition. It directly contradicts the idea that we all enter the world with a clean slate, sinless and innocent. Although man continues to bear the image and likeness of God, that image has been defaced. He is now like the ruins of an ancient temple. The marks of grandeur are still evident, but the glory has departed. As with a cracked mirror, the image remains but is largely distorted.

Original sin involves two further aspects:

Total depravity. This is a term generally misunderstood and therefore discounted. It does not mean that man is as bad as he could possibly be. That would be utter depravity. Total depravity indicates that sin’s corruption affects man in every part of his being: his mind, his emotions, his will, and his body. There is nothing in man that has not been affected by sin.

Total inability. This does not mean that man cannot do anything good by human standards. He can still perform outward acts of righteousness and may possess many fine qualities. But in regard to spiritual things, he is powerless. Even the “good” things he does are tainted by sin. To paraphrase the Westminster Confession on the subject, “having fallen into sin, man has completely lost his ability to do anything to contribute to his salvation.”

Which of the following suggest that even children are tainted by original sin?
  • The ease with which they learn to say “No!”
  • The ease with which they can forget to do what they’re gold.
  • The amazing way that two children can tend to want the same toy—the one they haven’t cared about for six weeks—at the same time, ignoring all other available toys.
  • The universality of tantrums and sulking.

Donald MacLeod says, “[Total inability] means that conversion is beyond the capacity of the natural man.”[10] Apart from Christ, nothing that a man does can please God because he is neither motivated by God’s grace nor concerned for God’s glory. And God is supremely concerned with our motives.

Jeremiah gives expression to total inability when he asks, “Can the Ethiopian change his skin or the leopard its spots? Neither can you do good who are accustomed to doing evil” (Jer 13:23). When Paul told the Ephesians that they had been dead in trespasses and sins, he was helping them understand not only the overwhelming grace of God in saving them, but their absolute need for that grace. A dead person can in no way participate in his salvation.

So what happens after conversion? Is sin no longer present? Oh, if that were only the case!
For Further Study:
What role does water baptism play in our struggle against sin? (See Romans 6:1-11)
Sin’s power over one who has been born again is certainly broken. Romans 6 clarifies that while the presence of sin is still a factor, our connection with it has been radically altered. The Holy Spirit now dwells within us, showing us the way to walk in God. We are no longer enslaved to sin. It doesn’t dominate or master us; we’re not obligated to obey sin’s promptings.
”He who looks upon sin merely as a fiction, as a misfortune, or as a trifle, sees no necessity either for deep repentance or a great atonement. He who sees no sin in himself will feel no need of a Saviour. He who is conscious of no evil at work in his heart, will desire no change of nature. He who regards sin as a slight affair will think a few tears or an outward reformation ample satisfaction. The truth is no man ever thought himself a greater sinner before God than he really was. Nor was any man ever more distressed at his sin than he had just cause to be.[11]” – William S. Plumer

The threat of judgment no longer hangs over our heads. Yet we continue to feel sin’s influence.

What one or two words would you associate with the penalty of sin? The power of sin? The presence of sin? Write those under the appropriate headings below.

Power -- Power -- Presence'


One helpful way of understanding our deliverance from sin employs three different verb tenses: We have been delivered from the ‘penalty' of sin; we are being delivered from the ‘powerof sin; weshall bedelivered from the ‘presence of sin. Nevertheless, as ironic as it sounds, the closer one walks with God, the greater will be his knowledge and awareness of sin. I recall as a child being fascinated by dust particles dancing about in a ray of light beaming through the window. The dust was everywhere present, but was only made visible by the light. So also with sin. It is made manifest by the light of God’s Word and Spirit. The stronger the light, the more evident the dust.

Ugly Weeds with Deep Roots

As a lover of old books, especially the writings of the Puritans, I have often found myself struggling with the emphasis earlier generations put on sin, even in the lives of the converted. Where was the victory in their lives? I wondered during my initial encounters with their writings. I’ve since come to understand that their awareness of sin, as acute as it was, did not exceed their awareness of the grace and mercy of God in forgiveness of that sin.

Meditate on Romans 5:20-21. How does an awareness of sin deepen our gratitude for the grace of God?

Consider Jonathan Edwards, for example, known as much for his holy life as for his great learning. Edwards referred to having a “vastly greater sense of my own wickedness and the badness of my heart than ever I had before my conversion”—a sign of spiritual health, in his opinion! [12] His descendant and biographer, Serano Dwight, felt the need to explain his grandfather’s thinking. It wasn’t that Edwards had more wickedness, wrote Dwight, but that he had a greater sense of it. He then clarified his observation with an analogy:

Suppose a blind man had a garden full of ugly and poisonous weeds. They are present in his garden but he is not aware of them. Now suppose that garden is, for the most part, cleared of the weeds, and many beautiful and worthwhile plants and flowers have replaced them. The man then regains his sight. There are fewer weeds, but he is more aware of them. So, the clearer our spiritual vision, the greater our awareness of sin. [13]
I have no tolerance for those who exalt psychology above Scripture, intercession, and the perfect sufficiency of our God. And I have no encouragement for people who wish to mix psychology with the divine resources and sell the mixture as a spiritual elixir. Their methodology amounts to a tacit admission that what God has given us in Christ is not really adequate to meet our deepest needs and salve our troubled lives.[14]” – John MacArthur, Jr.

The following words by J.C. Ryle provide an eloquent conclusion for our chapter on the doctrine of sin: Sin—this infection of nature does remain, yes even in them that are regenerate. So deeply planted are the roots of human corruption, that even after we are born again, renewed, washed, sanctified, justified, and made living members of Christ, these roots remain alive in the bottom of our hearts and, like the leprosy in the walls of the house, we never get rid of them until the earthly house of this tabernacle is dissolved. Sin, no doubt, in the believer’s heart, no longer has dominion. It is checked, controlled, mortified, and crucified by the expulsive power of the new principle of grace. The life of a believer is a life of victory and not of failure. But the very struggles that go on within him, the fight that he finds it needful to fight daily, the watchful jealousy he is obliged to exercise over his inner man, the contest between the flesh and the spirit, the inward groanings which no one knows but he who has experienced them—all testify to the same great truth: the enormous power and vitality of sin…. Happy is the believer who understands it and, while he rejoices in Christ Jesus, has no confidence in the flesh, and while he says thanks be to God who gives us the victory, never forgets to watch and pray lest he fall into temptation.”[15]


Group Discussion

  1. Split the group into two teams, the “Science/ Education” side and the “Salvation” side. Let each team alternate in proposing social ills it could cure. Which team did the most good for humanity?
  2. “A moral model of understanding human responsibilities and problems has been all but replaced by a medical model,” says the author (Page 14). What evidence of that shift do you see in the body of Christ?
  3. Isn’t God mature enough not to be bothered by our insignificant little sins?
  4. On a scale of one to ten, rate what your lifestyle says about the seriousness of sin. (1 = not at all serious, 10 = very serious)
  5. How is the essence of sin defined? (Page 17) Do you agree?
  6. Read Romans 3:10-18 aloud. Be totally honest: Do you struggle with the fact that this describes you apart from God’s redeeming grace?
  7. What did we inherit from Adam? From Jesus?
  8. How would you explain “total inability” (Pages 19-20) to a non-Christian?
  9. Review the three tenses of our deliverance from sin (Pages 20-21). How did this explanation strike you?
  10. Discuss the final sentence in the concluding quotation by J.C. Ryle (Page 22).


Recommended Reading


Notes

  1. Thomas Greer, A Brief History of the Western World, 5th Ed. (SanfckLRDiego, CA: Harcourt Brace Jovanovich Publishers, 1987), p. 378.
  2. Karl Menninger, Whatever Became of Sin? (New York: Bantam Books, Inc., 1973), pp. 15–16.
  3. James Buchanan, The Doctrine of Justification (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1867, 1955), p. 222.
  4. John Bunyan from Gathered Gold (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1984), p. 291.
  5. William Ernest Henley from Bartlett’s Familiar Quotations (New York: Little, Brown, and Company, 1919), p. 829.
  6. William S. Plumer, The Grace of Christ (Philadelphia, PA: Presbyterian Board of Publication, 1853), p. 24.
  7. J.C. Ryle, Holiness (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1879, 1979), p. 65.
  8. R.C. Sproul, Chosen By God (Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, 1986), pp. 97–98.
  9. D. Martyn Lloyd-Jones, Romans: Assurance, Chapter Five (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1972), p. 219.
  10. Donald MacLeod from Gathered Gold (Hertfordshire, England: Evangelical Press, 1984), p. 65.
  11. William Plumer, The Grace of Christ, p. 20.
  12. Jonathan Edwards, The Works of Jonathan Edwards, Vol. 1 (Carlisle, PA: The Banner of Truth Trust, 1974), p. xlvii.
  13. Ibid.
  14. John MacArthur, Jr., Our Sufficiency in Christ (Dallas, TX: Word Publishing, 1991), p. 70.
  15. J.C. Ryle, Holiness, p. 5.
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