Risk and the Triumph of Love/es

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Romanos 8:35-37 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? […] Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Dos semanas atrás enfoqué su atención en algunas personas de la Biblia que no temían arriesgarse.

Y concluimos de estas historias bíblicas que es correcto arriesgarse por la causa de Dios. Dios no pretende que sepamos cual será nuestro futuro en este mundo, y Él no quiere que nuestra respuesta a esa incertidumbre sea el miedo o que vivamos en un letargo, o que amemos la seguridad o precaución excesiva; por el contrario, Él nos enseña, una y otra vez, a arriesgarnos por la causa de Dios.

La semana pasada comenzamos viendo en la Biblia a los hombres arriesgados del pasado y terminamos escuchando la Palabra que nos retaba a arriesgarnos en cuatro áreas de nuestras propias vidas.

El texto de la semana pasada fue Lucas 21:16: “Pero seréis entregados aun por padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros”. Nos enfocamos en la palabra “algunos”. Para algunos, obediencia a Cristo terminará en sufrimiento y muerte. Para algunos, no para todos. Y ni tú, ni yo sabremos si estamos en ese número. Por tanto la obediencia es siempre un riesgo. Esta es la voluntad de Dios, y por consiguiente es correcto arriesgarse por la causa de Dios.

Hoy quiero manifestar algo que se ha asumido durante las dos semanas anteriores. He asumido que el poder o motivo que nos induce a arriesgarnos por la causa de Dios no es el heroísmo, o el deseo de aventura, o el valor de la autoconfianza, o la necesidad de ganar la buena voluntad de Dios. Más bien he asumido que el poder que nos induce a tomar un riesgo bíblico por la causa de Dios es la fe en el triunfante amor de Dios.

He asumido:

Esto es muy diferente al heroísmo, y a la autoconfianza. Cuando arriesgamos nuestro rostro y dinero y vida porque creemos que Dios siempre nos alcanzará y convertirá nuestra pérdida en gloria, entonces no somos nosotros quienes recibimos la alabanza por nuestro coraje; es Dios quien recibe la alabanza por su cuidado.

Esa ha sido mi conjetura por dos semanas, y mi propósito esta mañana es exponerla a la vista de todos para mostrar su fundamento bíblico.

Déjenme empezar con el texto de la semana pasada. En Lucas 21:16 Jesús dice: “y matarán a algunos de vosotros”. Pero luego, en el versículo 18, dice, “Sin embargo, ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. 19 Con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas”. “y matarán a algunos de vosotros […] Sin embargo, ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”.

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué está tratando de decirnos Jesús cuando dice: «Adelante y arriésguense a obedecer; y matarán a algunos; sin embargo ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»? Creo que el mejor comentario a estos versículos es el otro texto que analizaremos hoy, Romanos 8:35-39.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Tal como está escrito: Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; somos considerados como ovejas para el matadero”. [No] pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”

Recuerden que las palabras de Cristo fueron: “Y matarán a algunos […] sin embargo ni un cabello de vuestra cabeza perecerá” ¿Ahora que dice Pablo?

Como Jesús, él dice, primero que todo que el amor de Cristo por nosotros no elimina nuestro sufrimiento. Por el contrario nuestro apego a Cristo traerá sufrimiento ¿Cuál es la respuesta de Pablo a su propia pregunta en el versículo 35: “Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada nos separará del amor de Cristo?”

Su respuesta en el versículo 37 es un resonante ¡NO!

Pero no pierdan de vista lo que implica esta pregunta: estas cosas no nos separan del amor de Cristo no porque no sucedan a las personas a quienes Cristo ama. La cita en el versículo 36 del Salmo 44:22 es la manera en que Pablo dice que estas cosas de hecho vendrán sobre el pueblo de Cristo.

Por causa tuya somos puestos a muerte todo el día; Somos considerados como ovejas para el matadero.

En otras palabras, el amor de Cristo por nosotros expresado en el versículo 5, no nos quita estos sufrimientos.

Este es el significado de la pequeña palabra “en” en el versículo 37: “en todas estas cosas somos más que vencedores…” ¡No porque nos escaparnos de ellas! De modo que Pablo concuerda con Jesús al decir: y matarán a algunos de vosotros.

Obedecer es arriesgarse. Y es correcto arriesgarse por la causa de Dios. Note algunos de los riesgos en el versículo 35:

Eso es suficiente para mostrar que Pablo compartía la convicción de Jesús de que obedecer es arriesgarse y de que aun “matarán a algunos de vosotros”.

Pero la segunda verdad que Pablo menciona es que ninguna de estas miserias nos separará del amor de Cristo. Él pregunta, ¿podrá la “Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada” separarnos del amor de Cristo? Su respuesta en el versículo 37 es, “¡No!”.

A esto se refería Jesús cuando dijo, “y matarán a algunos de vosotros [...] 18 Sin embargo, ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”

En otras palabras, el hecho que un verdadero cristiano experimente miseria, no es evidencia de que ha perdido el amor de Cristo. El amor de Cristo triunfa sobre toda miseria. Los versículos 38-39 lo dejan claro como agua:

Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

A la larga, el amor de Dios triunfa en cada riesgo, aunque éste resulte en muerte. Esta es la fe que nos impulsa a arriesgarnos por la causa de Dios. No es heroísmo, o deseo de aventuras, o una valiente autoconfianza, no es un esfuerzo por ganar el favor de Dios. Es la fe inocente en el triunfo del amor de Dios, en que a la larga, en todos nuestros riesgos por amor a la justicia, Dios nos estará sosteniendo.

Pero Jesús parecía decir algo más que esto. Él dice, “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Parece irónico que él supiera que su primo Juan fue decapitado por causa de la justicia, y aun dijera “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Una cosa es decir que Dios estará allí después que usted haya sufrido y le atrapará, le amará y le restaurará. Pero parece que es demasiado decir a un santo torturado y moribundo, “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá.” ¿Qué quiere decir Jesús?

Bueno, Pablo hace una declaración similar -y esta es lo tercero que Pablo dice. Él nos plantea la misma pregunta. Mire el versículo 31: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”. Es lo mismo que decir, «Si Dios es por nosotros nadie nos puede hacer frente». Pero si nadie puede estar contra nosotros, ¿por qué somos considerados como ovejas para el matadero y somos puestos a muerte todo el día, como el versículo 36 dice que somos?

Decir que nadie puede estar en nuestra contra parece tan desmesurado como decir “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Tanto Pablo como Jesús parecían querer añadir algo a la declaración de que todos sobrevivimos al sufrimiento y vivimos para siempre. Querían añadir algo más a la declaración de que esa tribulación, angustia, hambre, desnudez, espada y peligro no nos podían separar del amor de Cristo.

Y este algo más emerge resonante en el versículo 37. ¿Estas cosas nos separan del amor de Cristo? “¡NO!” dice el versículo 37, “en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”. Este es el “más” que parecía estar incluido en la declaración de que nadie puede estar realmente en nuestra contra (v.31), y en la declaración de que ni un cabello de nuestras cabezas perecerá (Lucas 21:18).

Pero ¿qué significa esto? ¿Cómo puede usted ser “más que un vencedor?” ¿Cuando se arriesga por la causa de Dios o se lastima por ella?

Si usted procura algún acto de obediencia a Jesucristo y es atacado por uno de los enemigos mencionados en el versículo 35, dígase hambre o espada, ¿qué debe acontecer para que sea llamado vencedor? Respuesta: usted no deberá ser separado del amor de Jesucristo. Si el plan del ataque es destruirle y alejarle de Cristo y llevarle hacia la ruina final sin Dios, entonces usted es un vencedor si deshace este plan y permanece en el amor de Cristo.

Pero ¿qué debe suceder en este conflicto con el hambre y la espada si usted está para ser llamado más que un vencedor? Yo diría que un vencedor derrota su enemigo, pero un “más que vencedor” doblega su enemigo. Un vencedor anula el propósito de su enemigo; un “más que vencedor” utiliza a su enemigo para su propio propósito. Un vencedor derriba su adversario; un “más que vencedor” hace de su adversario su esclavo.

Prácticamente, ¿qué significa esto?

Déjenme usar las propias palabras de Pablo en 2da a los Corintios 4:17: “Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce [literalmente: está ocasionando, está trabajando, está dando lugar a] un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación”.

Fíjese, la “aflicción” es uno de los enemigos que ataca en Romanos 8:35. ¿Qué ha sucedido en el conflicto de Pablo con la aflicción? Ciertamente la aflicción no le ha separado del amor de Cristo. De hecho, la aflicción ha sido tomada cautiva. Ha sido esclavizada y se le ha obligado a servir para los mejores intereses de Pablo. La aflicción, el enemigo, está produciendo un eterno peso de gloria para Pablo. Su enemigo es ahora su esclavo. Pablo no solo ha conquistado a su enemigo. Lo ha “más que” conquistado.

La aflicción levantó su espada para decapitar la fe de Pablo. Pero en lugar de ello, la mano de la fe tomó por la fuerza el brazo de la aflicción y lo obligó a cortar otra parte de su mundanalidad. Y de esta manera la aflicción es hecha sirviente de la santidad, de la humildad y del amor. Y de este modo es forzada a ser la esclava de Pablo y a producir en él un mayor peso de gloria que él nunca hubiera tenido sin la pelea.

Así que hemos visto tres verdades que Pablo y Jesús dicen:

  1. El amor de Cristo no le quita a su pueblo el sufrimiento, y por tanto toda obediencia es un riesgo. Somos considerados como ovejas para ser sacrificados.
  2. Pero ninguno de estos sufrimientos nos separarán jamás del amor de Cristo. A la larga más allá del riesgo, el amor de Dios siempre triunfa.
  3. Aun más. Cuñado nos arriesgamos por la causa de Dios, y enfrentamos al enemigo de la aflicción con las armas de la fe, el enemigo no es sólo derrotado, es capturado y forzado a servir a la eterna virtud del guerrero cristiano. Y todo esto es a través del amor triunfante de Cristo: “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.

Entonces, en las dos semanas anteriores no he apelado al impulso del heroísmo, o al deseo de aventura, o a la valentía de la autoconfianza, o a la necesidad de ganar el favor de Dios. He apelado a la fe en el amor triunfante de Dios.

¿Por qué?

¡Porque en todas estas cosas somos más que vencedores! “El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con El todas las cosas?”. De hecho Dios lo hará –aun a nuestros enemigos- y los hará servirnos por los siglos de los siglos. Amén.

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