All of Grace/How Repentance Is Given/es
From Gospel Translations
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''La obra de nuestro Señor Jesús ha hecho que el arrepentimiento sea posible, accesible y aceptable.'' La ley no habla de arrepentimiento, si no que dice sencillamente: “El alma que pecare, esa morirá”. Si el Señor Jesús no hubiera muerto, resucitado y ascendido al Padre, ¿para qué servirían tu arrepentimiento o el mío? Podríamos sentir remordimiento de conciencia con todos sus horrores, pero no el verdadero arrepentimiento con sus esperanzas. El arrepentimiento, cuando es un sentimiento natural, es un deber común que no merece mayores elogios. Es un sentimiento tan comúnmente mezclado con el temor egoísta de ser castigado que, en el mejor de los casos, ni se tiene en cuenta. Si no hubiera intervenido Jesús, agregándole ricos méritos, nuestras lágrimas de arrepentimiento no valdrían más que unas gotas de agua derramadas en el suelo. Jesús es exaltado en las alturas para que en virtud de su intercesión ante Dios, nuestro arrepentimiento tenga valor. En este sentido nos da arrepentimiento, porque le otorga al arrepentimiento una posición en que es aceptable, que de otro modo jamás lo hubiera sido. | ''La obra de nuestro Señor Jesús ha hecho que el arrepentimiento sea posible, accesible y aceptable.'' La ley no habla de arrepentimiento, si no que dice sencillamente: “El alma que pecare, esa morirá”. Si el Señor Jesús no hubiera muerto, resucitado y ascendido al Padre, ¿para qué servirían tu arrepentimiento o el mío? Podríamos sentir remordimiento de conciencia con todos sus horrores, pero no el verdadero arrepentimiento con sus esperanzas. El arrepentimiento, cuando es un sentimiento natural, es un deber común que no merece mayores elogios. Es un sentimiento tan comúnmente mezclado con el temor egoísta de ser castigado que, en el mejor de los casos, ni se tiene en cuenta. Si no hubiera intervenido Jesús, agregándole ricos méritos, nuestras lágrimas de arrepentimiento no valdrían más que unas gotas de agua derramadas en el suelo. Jesús es exaltado en las alturas para que en virtud de su intercesión ante Dios, nuestro arrepentimiento tenga valor. En este sentido nos da arrepentimiento, porque le otorga al arrepentimiento una posición en que es aceptable, que de otro modo jamás lo hubiera sido. | ||
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+ | ==== El Espíritu de Dios ==== | ||
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+ | Cuando Jesús fue exaltado en las alturas, ''el Espíritu de Dios fue derramado para producir en nosotros todos los dones de gracia que necesitamos.'' El Espíritu Santo crea en nosotros el arrepentimiento por medio de renovar nuestra naturaleza de un modo sobrenatural, y quitando de nuestro ser el corazón de piedra. ¡No te sientes frotándote los ojos para forzar que broten lágrimas imposibles! El arrepentimiento no proviene de una naturaleza rebelde, sino de la gracia gratuita y soberana. No entres en tu cámara a fin de pegarte el pecho para producir en un corazón de piedra sentimientos que no existen en él. En cambio, acude al Calvario y contempla la pasión y muerte de Jesús. Mira hacia lo alto de donde viene tu socorro. El Espíritu Santo ha venido expresamente para eclipsar el espíritu de los hombres y engendrar en ellos el arrepentimiento tal como antes se movía sobre el caos desordenado para producir orden. Eleva tu ruego a él: “Bendito Espíritu de Dios, mora en mí. Hazme blando y humilde de corazón para que aborrezca el pecado y me arrepienta sinceramente de él.” Él oirá tu clamor y te responderá. | ||
- | ==== | + | ==== Consagrando todas las obras de la naturaleza y de la providencia ==== |
- | + | Acuérdate también de que cuando el Señor Jesús fue exaltado, no solamente nos dio el arrepentimiento por medio de enviar el Espíritu Santo, sino también por medio de ''consagrar todas las obras de la naturaleza y de la Providencia para lograr la gran meta de nuestra salvación,'' a fin de que cualquiera de ellas pueda llamarnos al arrepentimiento, ya sea que cante, como el gallo que oyó Pedro, o retumbe, como el terremoto que espantó al carcelero de Filipos. Desde la diestra de Dios, nuestro Señor Jesús gobierna las cosas de la tierra haciéndolas obrar para la salvación de sus redimidos. Usa tanto lo amargo como lo dulce, las tristezas como las alegrías, para producir en los pecadores una mejor disposición hacia Dios. Sé agradecido por algún acto de la Providencia que te ha hecho pobre, enfermo o triste, porque Jesús obra en la vida de tu espíritu por medio de estas cosas y te acerca a él. La misericordia del Señor a menudo viene cabalgando hacia nuestra puerta sobre el corcel negro de la aflicción. Jesús se vale de toda la gama de nuestra experiencia para destetarnos del mundo y atraernos al cielo. Cristo ha sido exaltado al trono celestial y terrenal para que, por medio de todos los procesos de su providencia, someta los corazones endurecidos hasta lograr el bendito ablandamiento del arrepentimiento. |
Revision as of 14:40, 1 August 2008
Exaltado para dar arrepentimiento
Volvamos al texto maravilloso: “A éste Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.” Nuestro Señor Jesucristo ascendió para que la gracia descienda. Él emplea su gloria para extender mejor su gracia. El Señor no ha dado un solo paso hacia lo alto sino con el objeto de llevar a los creyentes hacia lo alto con él. Ha sido exaltado para dar arrepentimiento, lo cual comprobaremos si recordamos varias grandes verdades.
Jesús hace que el arrepentimiento sea posible, accesible y aceptable
La obra de nuestro Señor Jesús ha hecho que el arrepentimiento sea posible, accesible y aceptable. La ley no habla de arrepentimiento, si no que dice sencillamente: “El alma que pecare, esa morirá”. Si el Señor Jesús no hubiera muerto, resucitado y ascendido al Padre, ¿para qué servirían tu arrepentimiento o el mío? Podríamos sentir remordimiento de conciencia con todos sus horrores, pero no el verdadero arrepentimiento con sus esperanzas. El arrepentimiento, cuando es un sentimiento natural, es un deber común que no merece mayores elogios. Es un sentimiento tan comúnmente mezclado con el temor egoísta de ser castigado que, en el mejor de los casos, ni se tiene en cuenta. Si no hubiera intervenido Jesús, agregándole ricos méritos, nuestras lágrimas de arrepentimiento no valdrían más que unas gotas de agua derramadas en el suelo. Jesús es exaltado en las alturas para que en virtud de su intercesión ante Dios, nuestro arrepentimiento tenga valor. En este sentido nos da arrepentimiento, porque le otorga al arrepentimiento una posición en que es aceptable, que de otro modo jamás lo hubiera sido.
El Espíritu de Dios
Cuando Jesús fue exaltado en las alturas, el Espíritu de Dios fue derramado para producir en nosotros todos los dones de gracia que necesitamos. El Espíritu Santo crea en nosotros el arrepentimiento por medio de renovar nuestra naturaleza de un modo sobrenatural, y quitando de nuestro ser el corazón de piedra. ¡No te sientes frotándote los ojos para forzar que broten lágrimas imposibles! El arrepentimiento no proviene de una naturaleza rebelde, sino de la gracia gratuita y soberana. No entres en tu cámara a fin de pegarte el pecho para producir en un corazón de piedra sentimientos que no existen en él. En cambio, acude al Calvario y contempla la pasión y muerte de Jesús. Mira hacia lo alto de donde viene tu socorro. El Espíritu Santo ha venido expresamente para eclipsar el espíritu de los hombres y engendrar en ellos el arrepentimiento tal como antes se movía sobre el caos desordenado para producir orden. Eleva tu ruego a él: “Bendito Espíritu de Dios, mora en mí. Hazme blando y humilde de corazón para que aborrezca el pecado y me arrepienta sinceramente de él.” Él oirá tu clamor y te responderá.
Consagrando todas las obras de la naturaleza y de la providencia
Acuérdate también de que cuando el Señor Jesús fue exaltado, no solamente nos dio el arrepentimiento por medio de enviar el Espíritu Santo, sino también por medio de consagrar todas las obras de la naturaleza y de la Providencia para lograr la gran meta de nuestra salvación, a fin de que cualquiera de ellas pueda llamarnos al arrepentimiento, ya sea que cante, como el gallo que oyó Pedro, o retumbe, como el terremoto que espantó al carcelero de Filipos. Desde la diestra de Dios, nuestro Señor Jesús gobierna las cosas de la tierra haciéndolas obrar para la salvación de sus redimidos. Usa tanto lo amargo como lo dulce, las tristezas como las alegrías, para producir en los pecadores una mejor disposición hacia Dios. Sé agradecido por algún acto de la Providencia que te ha hecho pobre, enfermo o triste, porque Jesús obra en la vida de tu espíritu por medio de estas cosas y te acerca a él. La misericordia del Señor a menudo viene cabalgando hacia nuestra puerta sobre el corcel negro de la aflicción. Jesús se vale de toda la gama de nuestra experiencia para destetarnos del mundo y atraernos al cielo. Cristo ha sido exaltado al trono celestial y terrenal para que, por medio de todos los procesos de su providencia, someta los corazones endurecidos hasta lograr el bendito ablandamiento del arrepentimiento.